Los Invisibles

cubierta los invisibles num1 WEB

Soy el caos organizado, soy violencia programada, mi mecánica estructura desintegra tu pasado. Yo soy la anarquía.

Imagina un mundo perfecto.

Imagina una esposa amable y guapa. Imagina una casa preciosa con jardín. Imagina dos perros labradores correteando. Imagina el sol al atardecer. Imagina un trabajo bien remunerado, no te hace rico pero te deja tiempo para estar con tu mujer y tus hijos. Imagina una niña y un niño. Imagina un coche familiar, fiable y de bajo consumo. Imagina un reproductor de mp3 y un ordenador portátil y un smartphone y una tablet. Imagina un televisor grande que te cagas.

Imagina una vida feliz.

Parpadea.

Algo acaba de pasar. No estás completamente seguro, ni siquiera te atreves a afirmarlo en voz alta, pero si te acercas, si lo miras bien, te das cuenta de que el mundo brilla como brillan unos pendientes de plástico, suena como suena una trompeta de plástico y huele como huele una mierda de plástico. Toda una fábrica de plástico que se extiende en las cuatro dimensiones creando mil millones de vidas de plástico.

No mientas, seguro que te ha sucedido alguna vez. Quizá te esté sucediendo ahora mismo. Quizá te sucede a todas horas, todos los minutos y todos los segundos. Lo sientes. Lo ves por el rabillo del ojo. Lo tocas con la punta de la lengua. ¿Y si tu vida no es lo que parece? ¿Y si el mundo no es tan perfecto como parece? ¿Y si el mundo no existe?

Ahora que lo sabes, ahora que lo notas, no puedes quedarte aquí. Eres Thomas Anderson en Matrix, eres César antes de Abrir los ojos, eres Buddy Baker viendo cómo te desdibujas, eres Augusto entre la Niebla, eres Platón en la caverna. Eres Dane McGowan; y quieres ser Jack Frost.

Porque para salir del mundo, no vas a tener más remedio que dejar de ser quien eres, dejar tu perfecta y feliz vida. Escapar a todas las reglas, a todos los policías y a todos los guardianes. Dejar de ser percibido por el mundo. Ser invisible.

Y para ser invisible tienes que convertirte en Invisible; y ya no vale con saltarse los semáforos o dejar de votar. No vale con creerse anarquista y llevar puesta una camiseta del Che. No vale con dejar de acatar las leyes del gobierno; tienes que dejar de acatar las leyes de la propia realidad. Tienes que ser el anarquista perfecto.

Y tienes que estar loco o tener mucha ayuda.

Por suerte, la vida de Dane McGowan está lejos de ser perfecta y además va a recibir mucha ayuda. Y todos los que le ayudan están locos. Loca está Lord Fanny, el chamán transexual; loca está Boy, ex policía de Nueva York; loca, ontológicamente loca está Ragged Robin, telépata y maga con el pasado colocado en nuestro futuro. Y loco, claro, está King Mob, asesino, escritor de éxito, agitador social y álter ego directo de Grant Morrison.

Porque Los Invisibles es la opus magnus de Morrison, y desde luego, no iba a quedarse a mirar desde fuera. Si el guionista escocés ya había tomado un papel esencial en Animal Man, ahora aparece como el principal hilo de progresión narrativa del cómic. King Mob es el mentor del héroe; deslenguado, descarnado y descuerpado; es un martillo neumático de carisma y el personaje que enseña a Jack Frost —y a ti— que lo que veis no es la realidad.

Así, King Mob asume la personalidad de Grant Morrison y te propone directamente que busques ese otro mundo que se esconde detrás de tu cárcel cotidiana. Porque para Morrison, Los invisibles debía servir para que el mundo de la cultura se sacudiese el lodo y la baba pegajosa que lo mantenía atado, y empezar de nuevo mirando a todo lo que se le escapaba. A todo lo que se te escapa. Esta obra es tan importante para el escritor escocés que realizó la operación paralela a su personaje: Grant Morrison se rapó el pelo, se colocó unas aparatosas gafas de sol y comenzó a hablar como King Mob. Morrison era King Mob y te decía todo lo que no te había podido decir en Los Invisibles.

Y parece imposible que le quedase algo por contar, porque en los cincuenta y nueve números y más de mil páginas que ocupa el cómic, vas a asistir —perdón, vas a participar— en un viaje a través de la paranoia y la anarquía; una caída libre atmosférica sin paracaídas que te llevará de un lado a otro del mundo, de un lado a otro del tiempo y de un lado a otro de la realidad.

Y cuando cierres la última página entenderás que lo que acabas de leer no ha terminado. Que, de hecho, apenas ha comenzado. Que quieres leer más. Que quieres pensar más.

Que quieres hacer más.

Y es que Grant Morrison quería la revolución, pero aún más quería que tú quisieses la revolución. Ahora te toca a ti atreverte a perder tu mundo perfecto y tu vida perfecta.

Te toca atreverte a parpadear.

Deja un comentario