Astenia

La poética de los contrastes

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En los últimos años, estamos viendo el despertar de una generación de autoras y autores de cómic, nacidos en su mayor parte en los años noventa, que comparten unos perfiles similares. María Medem, Gabri Molist, Marta Cartu, Óscar Raña o Klari Moreno son buenos ejemplos de jóvenes creadores cuyo contacto más estrecho con la narrativa gráfica ha tenido lugar pasada la adolescencia, en algunos casos ya en un ambiente universitario relacionado con las bellas artes, la ilustración o el diseño. Su desarrollo como autores de cómic ha sido en ocasiones meramente circunstancial: «no pienso en que estoy haciendo un cómic, sino en que este me está ayudando a transmitir cosas que necesito expresar», afirmaba en una entrevista Cynthia Alfonso, uno de los nombres más  interesantes de la escena viguesa. Sus referentes ya no pasan, necesariamente, por los grandes nombres de la historieta nacional e internacional, a lo que se suma un interés genuino por la experimentación con el lenguaje y cierta tendencia a la multidisciplinariedad: piensan y conciben la música, la animación o la pintura, al igual que el cómic, como medios de expresión artística de un mismo nivel. Todos ellos se mueven con soltura en el mundo del fanzine y la autoedición, donde eventos como Graf o Libros Mutantes y plataformas como la ya extinta TikTok Cómics —impulsada por Ana Galvañ— han sido fundamentales para conocerse y reconocerse en esa escena compartida de creación.

En este contexto encontramos a Andrés Tena (Granada, 1991), cuya primera obra larga, Astenia (Bang Ediciones, 2020), elaborada en el marco de una ayuda a la creación del Injuve, ha resultado ser uno de los más sorprendentes debuts del pasado año. Granadino criado en Logroño, estudió Ilustración en la Escuela de Arte de Zaragoza, donde obtuvo el premio extraordinario, y ha visto expuestos sus trabajos en Pekín y en el Instituto Cervantes. Al mismo tiempo que realizaba Astenia, publicó Fantaseia (Bistec Negro, 2019) en la pequeña editorial de Víctor Solana, y ahora se encuentra en medio de un proyecto gráfico en 3D. Autor interdisciplinar, reconoce entre sus inspiraciones la música electrónica experimental de Plaid y Arca, las novelas de Richard Brautigan y los cómics de Masashi Tanaka, Yūichi Yokoyama o Ludovic Debeurme. Unos referentes poéticos y sensoriales, acordes con la querencia de Tena por las narraciones abiertas, sorprendentes.

Ficción poética y perturbadora de contrastes entre naturaleza, contaminación, vida y muerte

Astenia surgió de un viaje a China donde el autor quedó impresionado por la cultura de aquel país, al mismo tiempo que observó y recogió una gran cantidad de plásticos, lo que le dio pie a reflexionar sobre el contraste entre la contaminación y la naturaleza, representado en su cómic también entre la vida y la muerte. A partir de un gran trabajo gráfico y un potente diseño del personaje protagonista, una mujer marcada físicamente por la simetría, Andrés Tena crea una historia que gira en torno a la misteriosa figura femenina que tiene la capacidad de pudrir y matar todo lo que toca. Ello la lleva a vivir aislada del mundo, en una compleja relación con la naturaleza y la basura, hasta que es encontrada por un hombre de características perturbadoras que se obsesiona con su poder, la observa con una fijación malsana y la persigue, hasta entablar una tóxica relación de maltrato psicológico. Estos vínculos turbios se desarrollan en un mundo propio, casi onírico, de tonos pastel, donde los cuerpos y el tiempo se estiran, se deforman. La narración es lenta, con un ritmo desigual, donde las elipsis y los altibajos de un capítulo a otro llevan de lo contemplativo a lo activo, de espectaculares dobles páginas con textos casi anecdóticos a bruscas conversaciones, en una estructura que en todo momento se centra, desde la sutileza, en las sensaciones del lector y en su implicación activa en la búsqueda de sus propias conclusiones.

El planteamiento abierto del proyecto permitió a su autor amoldarse a aquello que quería expresar en cada momento a lo largo de los cuatro años que ha dedicado a su obra: «una inmersión a tiempos, cuando me lo permitía la vida», reconoció en la presentación del cómic. Una historia cocinada a un fuego lento motivado por la propia precariedad, que sin embargo ha encontrado en ese proceso la mejor manera de alcanzar, con su primer libro, un nivel más que excelente.

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