Ocultos

Mecidos en la duermevela

ocultos

Para ir al grano en cuestiones de trayectoria, podemos señalar que Laura Pérez (Valencia, 1983) es una autora de cómics forjada sobre una sólida carrera como ilustradora. Como tal ha publicado con editoriales como The Wall Street Journal, Vanity Fair, National Geographic, Fnac, El País o Penguin Random House. Y acompaña a este currículo un grupo de cómics breves o trabajos compartidos (Náufragos, de 2016, junto al escritor Pablo Monforte, editado por Salamandra). Esas historietas son en cierto grado la antesala a este Ocultos, la primera novela gráfica de Pérez como autora completa.

Llama la atención, en primer lugar, el esmero de la editorial con el libro, concebido como un objeto de atractivos incluso para el tacto. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que Astiberri ha apostado fuerte por lo que consideraba un libro importante y una autora a mimar. La calidad intrínseca de Ocultos refrenda tal conjetura, porque realmente de la lectura uno no saca la sensación de un trabajo de autora joven, más o menos primeriza. Muy al contrario, se enfrenta un libro sugerente y hasta hipnótico donde pequeñas historias son expresadas con una excelencia bastante llamativa y con una madurez formal a prueba de sacudidas.

La obra, más allá de pequeños detalles que parecen buscar la sensación de un todo orgánico, opera como una compilación de relatos de misterio sobrenatural: avistamientos, presencias fantasmagóricas y sucesos entre la vigilia y el sueño —hechos bajo los que no pocas veces bulle un fondo sentimental y de pasión soterrada, se intuye—. Para desplegar sus relatos Laura Pérez ha optado por variar ligeramente su estilo de dibujo según la historia. Las hay a todo color, y las hay en blanco y negro. Fuertemente dialogadas o mudas, de entintados rotundos y de aspecto más abocetado, de viñetas férreamente diseñadas y de estampas acuosas. Todo bien realizado, siempre oportuno para lograr el tono que cada historia o momento reclama. Y bendecido con un sentido del equilibrio formal francamente superlativo. El detalle más ilustrativo de este gusto por armar bien la obra, de enriquecerla con detalles, está en esa viñeta de la página trece (número poderoso, casualidad o no…) en la que una librería nos muestra libros con los títulos de los sucesivos capítulos de la novela gráfica. ¿Mera filigrana? En todo caso se agradece que un autor/a ensamble con tal precisión su obra.

También es muy destacable el hecho de que, pese a esa cadencia mutante de la ilustradora, el libro mantiene una coherencia gráfica imbatible. El estilo visual de Pérez queda sólidamente definido desde las primeras páginas, un universo de rostros entre la distancia y la empatía, de momentos breves y enigmáticos, de atención a detalles mínimos que revelan más que los grandes angulares. Se puede decir que es un estilo que busca impregnarnos de sensaciones. El gran atractivo de las narraciones de Ocultos está ahí, en su jardín de pequeños estremecimientos inconcretos, de cosas que pasan sin pasar nada: un mechón de cabello que se mueve, una luz que irrumpe, un silencio por respuesta. Una postal. Para Laura Pérez los grandes misterios, los ovnis, los fantasmas, no son carne de telemaratón enfático ni de superproducción cinematográfica, no son hechos operísticos, grandiosos y ruidosos. Al contrario, lo misterioso cristaliza en detalles de difícil aprehensión. Por eso nos resultan tan atractivos.

No es fácil captar esta sensación. Para ello Ocultos nos recuerda a otros cómics y otros autores en los que podría haberse mirado Pérez, demiurgos de lo extraño y lo inconcreto: el Dave McKean más personal y alejado de lo mainstream, el sentido del ritmo de David Sánchez, el cine más misterioso y brumoso de David Lynch. También hay querencias icónicas: las imágenes-símbolo del cine de Hayao Miyazaki sobrevuelan la obra como faros distantes para guiar a una voz que ya es muy personal.

Por último, un cómic muy musical. Goza de un ritmo estudiado y pausado. Recuerda a ciertos autores de música experimental que se anclan en los patrones más disfrutables del pop; que desde la heterodoxia trabajan buenas melodías, ritmos reconocibles, crescendos narrativos. Como ellos (piensen en Mogwai, o en FKA Twigs), Ocultos encuentra un equilibrio perfecto entre la experimentación y lugares reconocibles, cálidos. Y nos revela una voz personalísima a la que solo le pedimos una cosa: más cómics.

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