Nuestra salvaje juventud

Descubriendo la edad adulta desde la ternura

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Algunas historias rara vez son contadas. Mientras que siempre se repiten las mismas cosas desde los mismos puntos de vista, otras permanecen prácticamente sepultadas a ojos de la historia. Las vivencias de los pobres. De los pueblos. De las naciones no occidentales. De los animales. De la gente a los márgenes. Y por supuesto, las vidas de las mujeres y los niños. Algo que, en nuestro tiempo, poco a poco intenta corregirse.

Nuestra salvaje juventud es, de hecho, un ejemplo perfecto de cómo contar una historia que nos suena familiar pero que en realidad nunca, o muy rara vez, la hemos visto contada. Siendo la historia de cinco chicas que pertenecen al club de literatura del instituto y sus diferentes formas de lidiar con la sexualidad, lo interesante es que, de hecho, se relata todo desde el punto de vista de ellas mismas, sin sexualizarlas en el proceso.

En ese sentido, el manga es excelente a la hora de retratar la sexualidad de las adolescentes sin convertirlas en objeto de placer ajeno. Y a eso ayuda el dibujo de Nao Emoto, muy dulce, muy redondeado, pero también el guion de Mari Okada, que se centra en todo el espectro de vivencias que supone el hecho de hacerse adulta. Problemas como los romances con diferencia de edad, el descubrimiento de la homosexualidad y la falta de referentes que ello implica, además de la imagen sexualizada de la mujer y su efecto sobre las adolescentes y su propia visión sobre sí mismas. Todo ello sin olvidar, claro, el verdadero tema de fondo: cómo el descubrimiento del mundo adulto, a través de la adolescencia, es un acontecimiento extraño, excitante y potencialmente traumático para esas personas que ya no son exactamente niñas pero tampoco exactamente adultas.

Esa es la historia que interesa a Nuestra salvaje juventud. Cómo cinco chicas adolescentes descubren que al crecer, al hacerse mayores, no solo algo cambia en sus cuerpos o en sus mentes; que ahora son percibidas de otra manera y se interesan en los demás de otro modo; pero también que las relaciones con quienes les rodean ya no son iguales. Define muy bien la experiencia de qué supone crecer, tanto para chicos como para chicas, en esa etapa donde repentinamente todas las certezas se van por el sumidero.

Algo que Nao Emoto sabe retratar a la perfección gracias al uso de los colores pastel, una línea clara y limpia, una tremenda expresividad en los rostros y un interés muy marcado por el montaje poético, sutil, suave, que da un aspecto casi onírico a algunas de sus escenas, en el sentido de ser puramente mentales. Como si retratara físicamente los sentimientos de las personas que dibuja.

Eso, junto con los ya mencionados guiones de Mari Okada, conocida por ser una de las guionistas de anime más relevantes en la actualidad con obras como Toradora!, Wandering Son, Anohana: The Flower We Saw That Day o Lupin the Third: The Woman Called Fujiko Mine, crean un conjunto soberbio que funciona a la perfección en todas sus facetas. Especialmente porque el interés de Okada siempre ha recaído sobre los olvidados de la historia. Sobre las mujeres, los niños, las personas del espectro LGBT, las víctimas de las circunstancias. Todas esas personas que quizás por tenerlo más difícil, suelen tener vidas un poco más trágicas de lo que estamos acostumbrados. Por ello suele acusarse a Okada de excederse con el drama. Algo que no es ni remotamente cierto en el dulcísimo carrusel de emociones que es Nuestra salvaje juventud, un auténtico vaivén de bajones y momentos álgidos auspiciado por la palpable inexperiencia vital de sus cinco encantadoras protagonistas.

Nuestra salvaje juventud no solo es un manga excelente en todos los aspectos técnicos, es un manga importante. Uno que consigue retratar a las adolescentes como adolescentes, no solo dando voz a un grupo históricamente olvidado, además demostrando que sus problemas son, de algún modo, también los nuestros.

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