No mires atrás

Fantasmas compartidos

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Real, del latín tardío reālis; y este, derivado del latín res, rei, «cosa».

 

(Diccionario de la RAE)

Algo es «real» cuando tiene «existencia objetiva», de acuerdo a la Real Academia Española de la Lengua. Y nada hay más objetivo que nuestros miedos. Aquello que rechazamos con toda la fuerza que somos capaces de reunir. Emociones intensas que pueden provocar sudor, palpitaciones o temblores. Tememos con más poder, si cabe, a lo que no entendemos. Lo que no podemos definir, como una imagen sin rostro. Emblema por definición del diseño gráfico y de la neutralidad, aparece en multitud de lugares: desde los semáforos hasta las señales de los lavabos. Sin embargo, si le añadimos ciertos elementos, puede cruzar la línea de lo conocido. Al fin y al cabo, nuestro cerebro no es capaz de reconocer en ello a una mueca amiga o de enfado. Las facciones que nos dan seguridad y que hablan de su pertenencia a nuestra especie no existen. Si ese rostro porta un traje, nos rechina todavía más. Como si lo sobrenatural pudiera convertirse en el abogado o comercial al que vemos todas las mañanas yendo a trabajar. El personaje de Slender Man, generado en Internet, carece de rostro. Se suma a una larga tradición de creaciones que han buscado despertar en el lector sus instintos más primarios. Es una creepypasta, una historia de terror difundida por la red que parte o se apoya en fotomontajes o vídeos manipulados.

Anabel Colazo crea una suerte de Slender Man que bebe de los fantasmas más clásicos de la literatura. Una aparición que se cubre con una sábana y que podría vivir en un castillo tenebroso. En la escala que abarca desde el miedo más intenso, el terror, hasta el suspense, No mires atrás se posiciona muy cerca de este último. Internet, YouTube o el universo de los videojuegos se combinan en la narración de la historietista, sobre el fondo de una trama que describe la vida de un grupo de amigos en una pequeña localidad. Un acontecimiento terrible, la aparición de un cadáver en la playa, sacude sus días apacibles. Con el misterio como enlace argumental, los obstáculos y las encrucijadas a las que se tienen que enfrentar en su día a día y la dificultad de abordar el paso a la madurez, se constituyen como el foco central del cómic. Los elementos millennial aportan luces que iluminan el contexto. El debate interior sobre contentar a nuestro entorno y hacer lo que se espera de nosotros o, simplemente, seguir nuestra propia senda, es parte de la iluminación central del argumento. Se sitúa así en la más clara tradición de bildungsroman o novela de aprendizaje, con ejemplos tan conocidos como El guardián entre el centeno de Salinger.

Al igual que en el planteamiento de Encuentros cercanos, la autora deja patente su capacidad para transmitir una idea o concepto profundo, más allá de la contextualización. Su buen dominio cromático se muestra en la creación de atmósferas opresivas, que se constituyen como un personaje más de la intriga. El suspense se mantiene durante todo el desarrollo y deja momentos de cierta intensidad. La lectura atrapa en un libro cuyo diseño por parte de Ediciones La Cúpula resulta especialmente cuidado. Un formato no muy grande, papel grueso y una buena plasmación de los colores para crear un producto ajustado a la historia. Mezcla de componentes que parten de una actualidad en la que podemos ver cómo los relatos se adaptan a las nuevas tecnologías, se sumergen en la red y se transmiten a través de vídeos de youtubers famosos o de cartuchos de videoconsolas. Sin embargo, la realidad tangible de nuestras emociones y deseos sigue siendo la misma. La sentimos en nuestra piel y a través de los nervios. Tiene que ver con la ruptura de los moldes en los que hemos crecido. Y eso tiene consecuencias. Los peores fantasmas siguen siendo los que nosotros mismos creamos.

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