Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo

Psicopatología de la vida cotidiana

9788467403831

La obra de Ware es tan inclasificable como inquietante la naturaleza de los personajes que nos muestra. Una sarta de perdedores incapaces de encauzar su vida que se conforman con lo que les va viniendo sin más aspiración que la de no meterse en demasiados problemas.

Aparentemente, cuando nos enfrentamos a la obra de Ware, enfrentarse es la palabra, sí (el mismo autor, en un detalle de los múltiples caprichos que nos enseña en la detallada y maravillosa sobrecubierta del libro, ya nos advierte de esto definiendo la obra como «un osado experimento sobre la paciencia del lector, disfrazado»), tenemos la sensación de que no ocurre nada, de que los personajes apenas ven la vida pasar sin inmutarse. Dedicado a una narración que empuja a la contemplación, te aleja de la realidad sin ni siquiera permitirte un capricho y te sumerge en el intrincado y desalentador mundo de Jimmy Corrigan, un perdedor de proporciones bíblicas reflejo de la propia identidad del autor, ya que, como él mismo ha asegurado más de una vez, la obra es altamente autobiográfica y, por tanto, redentora. Parece pues, que el autor utiliza el cómic para psicoanalizarse, para sanarse. La relación entre el autor y el libro se nos presenta casi como la del paciente y su terapeuta en un ejercicio de absoluta sinceridad sin restricciones.

Encontramos un par de situaciones, apenas al principio del libro, que nos dejan claras todas estas cosas. Por un lado, el enamoramiento de Jimmy por una chica del trabajo que no solo no le corresponde sino que, además, le desprecia. Aun y así, Jimmy es incapaz de desistir en su empeño y se mantiene fiel a su fantasía. Por otro lado, una viñeta especialmente reveladora, en la que desde el cubículo en el que trabaja, ve cómo un tipo disfrazado de superhéroe se suicida saltando desde la azotea del edificio de enfrente después de saludarle. Entendemos pues que Jimmy, además de ser el chico más listo de la tierra, es un adulto con trazas infantiloides y una evidente dependencia emocional respecto a la idealización de un padre desaparecido, y este gesto nos muestra un primer paso hacia su liberación intelectual en busca de su fantasía de autosuficiencia.

A partir de aquí empiezan las aventuras que, para nuestro protagonista, supondrán comenzar un viaje a la otra punta del país para conocer a su padre biológico, tras recibir una carta del mismo y descubrir, entre otras cosas, que tiene una hermana de la que no tenía la más remota idea. Algo que no impide que sus miedos, temores y paranoias salgan a la luz imaginándose, por ejemplo, en diferentes situaciones y circunstancias, el momento de su muerte a manos de su padre, al que acaba de conocer y en la casa del cual se aloja.

La obsesión que tiene Ware por los detalles también roza lo enfermizo. Intercalados en la historia principal, encontramos una gran cantidad de páginas repletas de textos larguísimos, anuncios de productos ficticios completamente bizarros y una gran cantidad de recortables con un montón de detalles e instrucciones apenas legibles. Esta pasión por los detalles ha sido un quebradero de cabeza para más de un editor, tanto en su país como fuera de él, interviniendo personalmente en la edición de las versiones exportadas de su obra, cuidando en muchas ocasiones hasta el último detalle de forma literal. Juegos y manías más dignos de un diseñador gráfico psicópata que de un dibujante de cómic.

Nos plantea también, en numerosas ocasiones, una gran cantidad de viñetas muy similares entre sí, utilizando la repetición de los fondos sobre los que los personajes apenas se mueven para mostrar el vacío existencial de su vida, marcando un paso del tiempo meticulosamente lento, monótono, aburrido, desesperante, con lo que consigue no solo mostrar sino que, de una manera brutal, empaticemos con Jimmy y su desesperación, ligada a la idiosincrasia de un niño, y no tan niño, deprimido y absorbido por las necesidades enfermizas de una madre narcisista y sobreprotectora. Jimmy Corrigan es, por tanto, un niño de grandes carencias, asustado, incapaz de acceder a la inteligencia emocional necesaria para enfrentarse al mundo, en parte por la ausencia de un padre que abandonó a su madre, y a él mismo, siendo todavía un niño. Durante todo el libro aparecen claras referencias a la obsesión que tiene por los superhéroes, enmascarados y con capa, como proyección de esa carencia de la figura paterna que tanto ansía, algo que Freud y Winnicot estarían encantados de sentarse a analizar, tomando un café, sin que les supusiera demasiado trabajo desentrañar la naturaleza del protagonista.

Durante trescientas ochenta páginas uno siente en varios momentos la extraña sensación de si realmente no estará perdiendo el tiempo. Incluso puede ser que las reflexiones que el lector baraja entre sus manos torpes le obliguen a replantearse sus capacidades de comprensión a la hora de descifrar lo que tiene ante sí. Y es que Ware, pese a mantener con insistencia una historia aparentemente falta de contenido, con sus constantes saltos temporales y detención en los detalles, consigue despistar al lector. Consciente de ello, apenas leída una quinta parte del libro, se atreve a hacer una pausa en la historia y entretenerse en un breve resumen al más puro estilo «y en capítulos anteriores…».

El dibujo y la técnica con la que Chris Ware nos deleita es pura síntesis, líneas simples y colores planos son lo que lo caracteriza, sin dejar de mostrar por ello un gusto exquisito, obligándonos a detenernos en todas y cada una de las páginas para admirar la formidable composición con que están formadas. Sus raíces se hunden en la herencia de varios autores de principios del siglo XX como Winsor McCay y su Little Nemo in Slumberland, George Herriman con Krazy Kat e incluso Frank King con Gasoline Alley. Eso no significa que Chris Ware sea un copión, ni mucho menos, sino todo lo contrario. A día de hoy se le considera, y con razón, unos de los innovadores en la composición y estética del cómic actual.

Para entender la importancia de la obra de Ware y la impactante revelación que ha supuesto para el mundo de las artes en general, solo tenemos que mirar la vitrina de logros que le han ido atribuyendo diferentes instituciones de prestigio a lo largo de los últimos años. Entre los numerosos galardones que ha obtenido, destacan el primer premio al mejor álbum en el Festival del Cómic de Angulema, Francia, en 2003; por no mencionar el The Guardian Book Award en 2001, con el que destrozaba alguna que otra convención social por ser la primera vez que una novela gráfica, si es que podemos limitar tanto la descripción de su trabajo, ganaba un premio literario en el Reino Unido. Sin olvidarnos de la repercusión fuera de las limitaciones que vienen implícitas en una hoja de papel y por conquistar, por mérito propio, entrar en algunos circuitos de arte, siendo expuesta su obra en diversos museos como el Whitney Museum of American Art, allá en el 2002 y en el Museum of Contemprary Art de Chicago, cuatro años después.

Pese a que Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo, se publicó íntegramente en el año 2000, el personaje apareció por primera vez en 1993 —en los cómics de la serie Acme Novelty Library—, fecha en la que se podría decir que Chris Ware cambió el mundo del cómic.

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