Manifiestamente anormal (Panfleto y catarsis)

El hartazgo de la pandemia

Max Manifiestamente anormal cubierta

La línea clara y precisa de Max representa todas las frustraciones que hemos sufrido durante la crisis sanitaria

Todos estamos de acuerdo en que 2020 ha sido un año para tachar del calendario. La crisis provocada por el coronavirus covid-19 ha hecho que lo pasemos muy mal. El camino es de sobra conocido: primero llegó una noticia procedente desde China sobre el nuevo agresor. Se fue extendiendo de forma inexorable y cuando llegó a Europa vimos como arrasaba países vecinos como Italia. En España desembarcó pronto y nos obligó a no salir de casa durante meses. Modificó totalmente nuestro día a día, que pasó a encontrarse en standby. Nos aislamos esperando a que quedara atrás. Vimos con terror e impotencia lo que ocurría a nuestro alrededor. Para muchas personas, significó el final. La muerte se convirtió en nuestra nueva compañera cotidiana. Y trajo con ella a la rabia, a la frustración por la gestión que se estaba haciendo de la situación. El trazo directo de Max es quizás la mejor correa de transmisión que puede existir para canalizarla.

El autor lo hace a través de un único personaje, Ubrut lo tacat, que ha aparecido ya en diferentes espacios. Ironía, sarcasmo y mordacidad sin pelos en la lengua, al estilo de sus creaciones para la primera época de El Víbora. Hay algo de Gustavo o, sobre todo, de Peter Punk en esta entidad sin orejas, pero que permanece muy atenta a todo lo que ocurre a su alrededor. Nace de la subversión y del Max surgido en el ambiente underground de la Barcelona de los años setenta. Toma diferentes elementos que hemos vivido durante la pandemia para construir su discurso, desde el agotamiento del papel higiénico hasta las caceroladas. Frente al «todo irá bien» incesante de los medios de comunicación, el relato ofrece realidad. Ubrut lo tacat deja las cosas claras: no es momento de andarse con rodeos.

Sin embargo, no es solo el hartazgo de Michael Douglas en Un día de furia lo que leemos en Manifiestamente anormal. El historietista va un paso más allá y desarrolla una reflexión sobre el sistema en el que nos encontramos. Cuestiona directamente al lector sobre lo que ha ocurrido y lo que puede pasar si todo continúa así. Es inevitable tanto reírse con los gags como empatizar con lo narrado. Max lo consigue con el estilo de dibujo al que estamos acostumbrados y que continúa en la línea de obras como Rey Carbón: si algo se puede comunicar de forma sencilla, ¿por qué complicarlo? Logra lo que sobre el papel es casi imposible: simplificar. La depuración gráfica sigue siendo su mejor forma de entender las viñetas. Muchos leitmotivs de su producción tienen acogida también en esta obra de catarsis. Buñuel constituye el mejor ejemplo. Inevitable, como destaca Ubrut lo tacat, en tiempos de encierro por El ángel exterminador. Película realizada en México en la que el director aragonés narra la historia de un grupo de burgueses que, tras cenar juntos, no pueden salir de la mansión por razones desconocidas. La reclusión afecta a los personajes y hace que afloren distintas emociones. El blanco y negro se ve completado en el cómic por un tercer color ámbar o dorado que Max utiliza sabiamente. Al igual que en Yo, Loco, de Antonio Altarriba y Keko, se incluye de manera certera en la construcción gráfica.

El dibujante siempre ha estado a la vanguardia, por eso no debe extrañarnos que haya planteado un manifiesto. Un «escrito en que se hace pública declaración de doctrinas, propósitos o programas», en su segunda acepción y de acuerdo a la Real Academia Española de la Lengua. Para el dadá o el surrealismo, el manifiesto fue algo más que una mera estructuración programática. Tuvo un contenido rico, fue respondido y supuso agitación cultural. Se constituyó como una obra de arte en sí misma. Manifiestamente anormal es una pieza especial en la trayectoria del autor. Regresa a sus orígenes para hacer un quiebro en aquello a lo que nos tiene acostumbrados durante los últimos años. Lanza un mensaje en una botella para volver a continuación a su estudio. Transmite sus emociones de forma salvaje y regresa a la calma. Configura una «explosión controlada» que busca despertar nuevas reacciones en el lector. Desarrolla una reflexión necesaria en los tiempos manifiestamente anormales en los que nos encontramos.

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