Giganta es una novela gráfica excepcional en diversos sentidos: su propuesta es transgeneracional, provechosa tanto para el público infantil como para el lector adulto; también ofrece un enfoque novedoso y burbujeante de los relatos tradicionales, pero, por encima de todo, está excelentemente escrita y dibujada. Del ingenio del guionista francés Jean-Christophe Deveney y de los pinceles de la castellonense Núria Tamarit, emerge Giganta, una historia de superación, un viaje iniciático tan hondo y completo que consigue que, en alguna ráfaga, todos y cada uno de nosotros nos sintamos reflejados.
La heroína de esta gesta es Celeste, una giganta que es abandonada con pocos días de vida en un valle. El bebé es encontrado por una pareja de campe- sinos que la criará como su propia hija. A partir de esta premisa, asistimos a la transformación de Celeste de niña a jovencita y, finalmente, a mujer. Giganta narra el crecimiento de Celeste y sus progresivos enfrentamientos con la realidad, una realidad en la que ella resulta dramáticamente diferente. Aquí reside la primera clave de este gran cómic: es una fábula sobre la diferencia y cómo sobrevivir a la dictadura de la normalidad. Una vez abandona el hogar familiar, el periplo de Celeste pasa por todos y cada uno de los episodios que comprende la vida en sociedad: el primer beso, la confianza traicionada (Celeste es embaucada como Pinocho), la sed de justicia, los celos… En muchos sentidos, Giganta recuerda a la narrativa interna del mazo de cartas del tarot. Se dice que en la secuencia de sus veintidós arcanos mayores se despliegan todos los episodios que forman parte de la vida de una persona; situaciones como el triunfo, la muerte, la justicia o la fuerza son trances que experimentamos en diversas ocasiones en nuestras vidas, trances que moldean lo que llamamos condición humana. El periplo de Celeste es una secuencia de episodios que conducen al crecimiento personal, a la individuación junguiana, al naipe 22 que es El Mundo: a la realización total. Por ello, es natural que todo lector o lectora encuentre continuos destellos de empatía y autorreconocimiento en Giganta.
Hablamos de Giganta como relato secuencial de la condición humana, pero debemos matizar esta última aseveración refiriéndonos en concreto a la condición femenina. El tema principal del cómic, más allá de reflejar el camino de una heroína, es el de ahondar en las dificultades que el hecho de ser mujer implica en el paso por la vida. Giganta se sitúa en una época que recuerda al mundo medieval de las leyendas artúricas, con lapsos que nos trasladan a las cazas de brujas del siglo XVII. El cómic con- sigue que los prejuicios que había frente a las mujeres en estos contextos temporales pretéritos se revelen, sin embargo, de plena actualidad. Celeste se plantea si merece la pena ser la musa de un caballero melifluo, hasta qué punto debe mantenerse la libertad en el matrimonio, o si en un mundo de mujeres no se viviría mejor. La emancipación, la sexualidad libre o los pros y contras del feminismo radical son los dilemas que somatizan el sensual cuerpo de esta giganta que, en un contexto de cuento tradicional, pone en tela de juicio los estereotipos sobre los que estos relatos se han construido. Por lo tanto, la subversión de los cuentos infantiles tradicionales (La Cenicienta, La Bella durmiente, Blancanieves…), con sus príncipes, castillos y brujas malva- das, es uno de los grandes valores de Giganta, y es lo que permite que su lectura sea provechosa a diversos niveles y para diferentes edades.
Disfrutamos, por tanto, con Celeste y su de- construcción del género en la tradición del cuento infantil, pero hay otro importante disfrute que trae consigo Giganta y es el del dibujo. El trabajo de Núria Tamarit es simplemente soberbio. Sus líneas recuerdan a dos grandes maestros de la ilustración juvenil de este país, como José Ramón Sánchez y, sobre todo, el gran Miguel Calatayud. Su mítico álbum de 1973 Los doce trabajos de Hércules establece paralelismos gráficos con Giganta, además de evidentes vínculos narrativos, puesto que ambos libros desarrollan el viaje del héroe y de la heroína, respectivamente. De las maneras de Calatayud de componer las figuras y de comprender el movimiento en las escenas de acción algo se vislumbra en el trabajo de Tamarit. Ignoro si esta influencia se ha producido de manera consciente en la dibujante, pero confío en que las formas que se han cocinado en maestros de la ilustración infantil y juvenil de este país afloran por alguna mágica vía en los nuevos talentos. No sería justo dejar de mencionar el trabajo del guionista, J. C. Deveney, que tiene en Giganta su primer trabajo publicado en España, pero que demuestra su solvencia desarrollando una historia perfectamente engrasada, que culmina con el alma de punta, abierta al cosmos.