Y entonces nos perdimos

¡Hasta el infinito y río abajo!

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¿Cómo expresar con palabras las sensaciones experimentadas al leer este cómic? Nostalgia de tiempos de pantalones cortos, bicicletas, y bocadillos en el suelo del comedor de casa, cuando las lecturas se convertían en inagotables fuentes de descubrimiento, apasionadas y estimulantes.

Los protagonistas podrían haber salido perfectamente de películas como Los Goonies o incluso Stranger Things, pero calibrados en un eslabón más infantil. Precisamente el propio autor reconoce como una influencia los cómics de Yotsuba (Kiyohiko Azuma, Norma) aunque, eso sí, tamizado por el espíritu de Hayao Miyazaki que flota rotundamente por cada una de sus páginas. Aventis de la buenas, de las que escribía Juan Marsé, para referirse a aventuras tiernas pero decididas y valientes. Una lectura para todas las edades, ideal para leer y compartir con nuestros hijos, evasión con cosquilleo para rememorar la efervescencia de la infancia sobre papel. Me pasa a menudo con estas lecturas, pero creo que no es grave y espero no curarme nunca. ¿Cuánto cuesta volver a ser niño? Pues en este caso los tan solo 19.95 euros y las trescientas treinta y seis páginas de este ejemplar.

Un grupo de amigos deciden hacer un pacto para seguir el recorrido de cientos de farolillos lanzados al río durante la fiesta del equinoccio siguiendo una vieja tradición local. El respeto por el pacto, la lealtad a los compañeros, pero sobre todo una gran inconsciencia acompañada de mucha temeridad y cierta osadía, harán que Ben y Nate sigan dicho compromiso más allá de los límites previstos mientras que el resto de compañeros irán tirando la toalla progresivamente. Mientras que Ben es astuto, reflexivo y cerebral, Nate es todo lo contrario: impulsivo, decidido, impetuoso y pasional, pero sobre todo muy persistente. El viaje no será más que el comienzo de una aventura de carácter universal y el inicio de una maravillosa amistad que los llevará a conocer simpáticos osos polares, pájaros cartógrafos, o brujas tan peculiares como el tamaño de sus gafas.

Con este título el norteamericano residente en Fukuoka (Japón), Ryan Andrews, consigue editar su primera obra larga y quizás también la más completa. Anteriormente consiguió un par de nominaciones a los prestigiosos premios Eisner en la categoría de mejor cómic digital por: Sarah and The Seed y Our Blood Stained, ambos fácilmente localizables por la red.

En la faceta gráfica el autor hace un despliegue de facultades fantástico: narrativa ágil y accesible, personajes con alma, con expresiones veraces y empáticas, muy originales y sorprendentes. El hilo narrativo fluye y encaja con las composiciones de página necesarias, con estructuras variadas y con muchas ilustraciones a toda y doble página que cumplen con la función de destacar momentos especiales para fijarlos en la retina. El color también cumple una función esencial, con acentuados tonos azules que acompañan el misterio de la noche por todos los rincones, incluidos los diferentes escenarios absolutamente espectaculares por los que nuestros protagonistas se recrearán: lagos cristalinos, cielos estrellados, cuevas silenciosas, nubes espesas y grises… Todo de un esplendor diáfano que nos va seduciendo poco a poco.

Astronave es un sello de Norma Editorial que ya puede presumir de tener un catálogo espectacular enfocado tanto a lectores jóvenes como a niños. En este caso la edición es perfecta, respetando la original en formato libro o novela gráfica (como se prefiera) y de tapa dura. Impecable para esconder en la mochila, pedalear cuando llevas un oso polar de paquete, navegar en barca, subir en teleférico, etc. En definitiva, ideal para un sinfín de situaciones de lo más cotidianas.

No hace falta decir que títulos como este son necesarios, no ya para conectar generaciones de lectores, sino también para abrir la caja de truenos que es nuestra imaginación.

¿Cómo no cometer locuras con amigos como estos?

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