Bitch Planet

Se recomienda la no conformidad

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2017 ha sido el año de las distopías feministas, y prueba de ello es el éxito cosechado por la adaptación televisiva de El cuento de la criada, de Margaret Atwood —con la consiguiente reedición de un libro que, en nuestro país, llevaba años descatalogado— o la publicación de la obra que nos atañe: Bitch Planet, de la aclamada guionista Kelly Sue DeConnick y el dibujante Valentine De Landro, por parte de la editorial Astiberri. De hecho, tanto la obra culmen de Atwood como el cómic de DeConnick y De Landro se tocan, de forma tangencial, en las viñetas. «Nolite te bastardes carborundorum» se puede leer en las manos de Kamau Kogo, una de las reclusas protagonista del cómic, el mismo mensaje que la criada de Atwood encuentra en su habitación y convierte en el lema que le sirve de guía.

En un futuro no muy lejano, Kelly Sue DeConnick ha imaginado una sociedad gobernada por el Protectorado, una suerte de patriarcado corporativista que ensalza valores como el sexismo institucional o el racismo, en el que las mujeres deben vivir bajo la consigna de ser un, no tan arcaico, ángel del hogar. Es decir, vivir supeditadas al hombre, asegurándose de mantener un hogar perfecto que sacie todas sus necesidades y una imagen no menos perfecta (bajo los cánones de belleza de los Padres del Protectorado, por supuesto). Un futuro en el que los derechos de las mujeres no solo retroceden décadas, sino que se endurecen aún más: aquellas que no se resignan a mantener una vida mansa y docil son consideradas «no conformes» y enviadas al Puesto de Obediencia Auxiliar, más conocido como el Planeta de las Zorras.

DeConnick nos envía en una nave hasta este lugar alejado de la Tierra —que, por cierto, ha dejado de ser mujer— para conocer a un grupo de convictas tan furiosas que podrían dinamitar el planeta. «La Tierra es el padre y vuestro Padre os ha desterrado», les anuncian a las reclusas cuando llegan al Puesto de Obediencia Auxiliar. Este primer volumen, que recopila las cinco primeras grapas de la serie que originalmente editó Image en Estados Unidos, sirve para introducirse tanto en los personajes como en las normas que rigen esta sociedad distópica. Vamos conociendo individualmente a las no conformes que protagonizan la serie y que, en cierto modo, representan a una masa más amplia, así como el plan que el Protectorado tiene pensado para las nuevas: formar el primer equipo femenino de Megatón, un deporte que consiste, básicamente, en sobrevivir.

Vamos de Kamau Kogo, no conforme que acude al Planeta de las Zorras como voluntaria, a Penelope Leona Rolle, detenida por insubordinación, agresiones varias y, aquí la cosa se pone extraña, repetidas ofensas estéticas, desfiguración capilar y obesidad gratuita. Al Protectorado le importa lo que piensas, pero también la imagen que proyectas. Y es precisamente aquí, en el simulacro de la estética, donde destaca el trabajo de De Landro: creando una atmósfera única y un diseño de personajes lo suficientemente versátil para mostrar todos los claroscuros de una sociedad enferma. Un trazo rudo que contrasta con los personajes hipersexualizados de las otras mujeres, las conformes, y su visión en rosa.

A través de esta obra, tanto DeConnick como De Landro intentan mostrar una nueva perspectiva de un problema real, la violencia sistémica contra las mujeres, y una visión de lo que sucede cuando los movimientos sociales, en este caso un feminismo interseccional, es derrocado. Asusta, echando la vista atrás, como algunas de las distopías escritas en el pasado siglo se han ido haciendo realidad y otras más recientes, como las mostradas en la serie Black Mirror, cada vez nos parecen menos descabelladas. Vivimos en una sociedad en la que la mujer es juzgada por sus pensamientos autónomos, por la búsqueda de la igualdad, y las «no conformes» se parecen demasiado a esas otras mujeres que algunos hoy denominan «feminazis». Puede que aquí radique también el éxito de esta serie y el que se haya creado una comunidad tan fuerte en torno a ella. No en vano, son muchas, en su mayoría mujeres, las que se han apropiado de los términos del cómic para continuar luchando por los ideales feministas.

Quizás sea un primer volumen de contextos, un tanto frío y duro, pero pone sobre aviso de lo que está por venir. De la lucha que desde dentro tiene que dinamitar al Protectorado. Lo más aterrador de Bitch Planet es que esta distopía puede hacerse realidad, pero si 2017 fue también el año del #metoo, del sacar pecho, aún queda esperanza también para las zorras. El libro dos ve la luz a principios de 2018, será mejor que no intenten contenerlas.

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