Parece inevitable que en una serie con cerca de 40 años de historia el pasado cobre una importancia casi mitológica y el presente sea un reflejo pálido, una copia desgastada de lo que un día fue. Pero en Locas no es nuevo echar la vista atrás: la serie ha vivido siempre en un filo quebradizo entre lo vivido y lo recordado, desde el aquel ya mítico primer episodio de Love & Rockets en el que un «¡te pareces a mí hace dos años!» de Hopey daba pie a un flashback de Maggie recordando con melancolía el día que Izzy le presentó a la Hopey furibunda de sus años más punk.
En ¿Es así como me ves?, sin embargo, esa dialéctica con el pasado asume el protagonismo total y se convierte en hilo conductor del cómic: a nivel argumental, porque la historia gira en torno al viaje de Maggie y Hopey para asistir a una reunión nostálgica de la comunidad punk de Hoppers; y a nivel formal, porque la narración del fin de semana se ve salpicada por numerosos saltos atrás a la época en que las dos chicas se empezaban a conocer y frecuentaban la casa de un camello muy poco recomendable. A diferencia del anterior volumen de Locas (Chapuzas de amor), que también combinaba una línea narrativa en presente con saltos al pasado, aquí los flashbacks no tienen un propósito instrumental (revelar la trágica historia del hermano de Maggie); cualquier manual de guion los tacharía de prescindibles, ya que no hacen avanzar la historia ni aportan información relevante. Pero sí una comprensión más profunda de la compleja y fluctuante relación de Hopey y Maggie, uno de los grandes temas de Locas y sin duda el que definió la primera etapa de la serie.
¿Es así como me ves? da cuenta de los rescoldos de deseo que sobreviven en las dos, de la distacia que se ha instalado ahora que ambas tienen pareja estable —Hopey incluso una familia—, y sobre todo de cómo sus vidas siguen entrelazadas: siempre formarán parte la una de la otra, con todo lo bueno y lo malo que esto implica. Jaime Hernández, uno de los autores que más cariño y respeto ha puesto en la representación de las mujeres en el cómic, continúa resistiéndose a idealizar la relación de las chicas y la somete a un duro baño de realidad, desencuentros y situaciones incómodas. El contraste entre el embarazoso momento en que un avance erótico es rechazado y la imagen de una Maggie adolescente pronunciando la declaración de amor más sencilla y bonita que uno ha leído («iría a cualquier lugar contigo») podría ser interpretado en clave de melodrama y desamor, pero Hernández siempre ha estado por encima de clichés y géneros, sobre todo a la hora de hablar de Maggie y Hopey y su amistad esquiva a etiquetajes.
Ligado a este, el otro tema del tebeo es el paso del tiempo y la imposibilidad de recuperarlo. ¿Es así como me ves? se reencuentra con los personajes de los primeros años de Locas: Terry, Doyle, Joey Glass, Daffy, Izzy, Ray… Todos han cambiado y todos siguen igual, pero ya nada puede ser como antes, porque, como viene a resumir Maggie al principio de la fiesta, «quizá Hopey tenía razón y no puedes volver a casa». Y tiene todo el sentido, ya que Locas es el tebeo que más empeño ha puesto en no conservar en formol a sus personajes y hacerlos crecer y cambiar, ya desde aquellos primeros tiempos en que Hernández hizo que Maggie fuera engordando a ojos vista de número en número.
Es por eso que el viaje al pasado de ¿Es así como me ves? resuena poderosamente en el lector, que se reencuentra con el lector que fue cuando descubrió aquellas historietas por primera vez. Todos hemos cambiado y todos seguimos aquí, acompañando a estos personajes en el discurrir de sus vidas.
Y seguimos porque Jaime Hernández no deja de crecer como narrador, deslumbrando con la fluidez orgánica de sus elipsis y sobre todo con su capacidad para navegar por los estados emocionales que atraviesan sus personajes y expresarlos con precisión diáfana y recursos mínimos. Su amor por los personajes se nos ha acabado contagiando, especialmente por Maggie Chascarrillo, que empezó siendo una especie de fantasía nerdy —una adolescente enamoradiza, locuela y capaz de arreglar cualquier cacharro— y se ha acabado convirtiendo en uno de los personajes de ficción más complejos y reales que ha dado el cómic. Con ella iríamos a cualquier lugar.