A nadie debería sorprenderle la capacidad que tienen los japoneses para retratar el apocalipsis, ya que nadie aparte de ellos ha conocido el horror de las bombas atómicas. Más allá de este trágico suceso histórico, la japonesa es una sociedad acostumbrada a vivir a merced de la naturaleza, con el temor constante a que un día llegue un enorme terremoto que destroce el país por completo, o que un tsunami engulla el archipiélago. En los años ochenta podemos sumar a todo esto el trasfondo de la Guerra Fría, un magnífico terreno abonado para que surgieran muchas ficciones relacionadas con la tercera guerra mundial, las explosiones atómicas y, en definitiva, el mundo postapocalíptico que algunos esperan que llegue algún día. De ahí surgieron grandes hitos como Akira y El puño de la estrella del norte, que dejaron claro que sabían de lo que hablaban, y en los noventa llegó la sofisticación del género con propuestas como La leyenda de Madre Sarah y la obra que nos ocupa, Dragon Head.
Mochizuki Minetarô es ahora más conocido por Chiisakobe, obra que le ha puesto en las coordenadas del manga más alternativo y, por qué no decirlo, hípster (especialmente por ese barbudo protagonista con pinta de público del Primavera Sound). Pero lo cierto es que la larga carrera del autor ha dado para obras de toda índole, desde la comedia al terror (La mujer de la habitación oscura), pasando por las locas aventuras marítimas y de piratas narradas en Maiwai. Mochizuki es un autor que se ha curtido en obras de género, y Dragon Head fue la que le dio a conocer en Occidente y la que acabaría por situarle en las coordenadas de otros reputados autores que han ganado un Premio Cultural Tezuka y también un Premio Kodansha. Más anecdótico es que el manga se haya convertido en una película de imagen real que es una auténtica tortura para el espectador.
Dragon Head empieza con el viaje de una clase de instituto, preludio de tantas tragedias en muchas otras historias protagonizadas por colegiales (desde Battle Royale hasta Limit o la película Tag de Sion Sono). Los alumnos se desplazan en tren, y justo antes de entrar en un túnel Teru ve algo extraño. Instantes después, un terremoto provoca el descarrilamiento del tren. El protagonista se despierta y se da cuenta de que prácticamente todos sus compañeros y profesores han muerto. Solo ha sobrevivido una chica, Ako, y otro chico, Nobuo, víctima de bullying, que va enloqueciendo después de que los tres se pasen varios días esperando a que vengan a rescatarlos, envueltos en la oscuridad del túnel y rodeados de los cadáveres de sus compañeros. Finalmente, cuando salen al exterior, descubren que todo está recubierto de una capa de ceniza, y que la sociedad parece haberse colapsado, reinando el caos. La pareja de estudiantes empieza su peregrinaje para llegar a Tokio, y en su camino se irán cruzando con supervivientes del desastre, muchos de los cuales parecen haberse abandonado también a la locura que engulló a Nobuo, siendo difícil que los personajes encuentren momentos de alivio o de respiro. Son pocos los humanos bondadosos que parecen haber sobrevivido al desastre, o que al menos hayan conservado la cordura o la solidaridad.
Mochizuki pinta en Dragon Head un mundo postapocalíptico realmente inquietante, y parte de la originalidad es que en vez de situar la acción años después del desastre, en el típico mundo árido a lo Mad Max, apuesta por los momentos inmediatos tras del «suceso», justo cuando la sociedad empieza a irse a la mierda y algunos son incapaces de afrontarlo (en muchos aspectos es más Akira que El puño de la estrella del norte). Este estudio sobre el miedo está lleno de personajes que ponen los pelos de punta, y de momentos que sitúan a los protagonistas ante el abismo más profundo y oscuro de la psique y condición humanas.
Si bien todavía el autor no había llegado al nivel de sofisticación gráfica que hemos visto en sus obras posteriores, especialmente en Chiisakobe, Mochizuki ya es capaz de crear un mundo que lleva su sello particular. En su momento Dragon Head no consiguió que la reacción de la crítica española fuese del todo entusiasta, pero parece que con el paso del tiempo y con la revalorización del autor tras sus últimas obras, muchos han querido echar una mirada a su pasado, haciendo que creciera el interés por la que ha sido una de sus obras más exitosas en Japón. Es por eso que la reedición de Planeta Cómic ha llegado en un muy buen momento, y servirá para que aquellos que se perdieron por varios motivos la edición de 2001, ahora puedan conocer una obra indispensable del terror psicológico y postapocalíptico del manga.