Veneno

Dame Veneno que me vuelvo loco

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Universo Veneno, Veneno Inc., Matanza U.S.A., Veneno: Caballero del Espacio, Veneno: Historias de Guerra, Venomizados, Veneno 2099, Veneno X, Matanza Superior, Veneno: Primer Huésped, Veneno: Culto de Matanza… No, no es que Veneno le haya birlado alguna gema del infinito a Thanos y ahora también tenga el poder de la omnipresencia (lo cual, por cierto, podría ser el argumento del enésimo proyecto del personaje como sigan quedándose sin ideas). La realidad es que la popularidad de la creación del personaje creado por Todd McFarlane y David Michelinie hace ya, uf, más de treinta años, está en uno de sus picos cumbre. La Venom-xplotation no es una moda puntual. Durante toda la década Veneno ha tenido su propia serie regular de forma continuada, en la mano de guionistas talentosos como Rick Remender (Clase Letal), Cullen Bunn (Harrow County) o Mike Costa (G.I. Joe), sin olvidar su presencia en grupos que hasta ahora tenían vetada su participación: Vengadores o Guardianes de la Galaxia. Porque todo vale en la Marvel del siglo XXI. Pero el impulso popular generado por la película de 2018 protagonizada por Tom Hardy ha permitido que Marvel Comics aumente su apuesta y que, más allá de todos los proyectos efímeros mencionados anteriormente, sitúe al frente de la colección a dos de sus grandes estrellas: Donny Cates y Ryan Stegman.

Donny y Ryan. Ryan y Donny. Tanto monta, monta tanto. Ambos, hijos de los noventa, crecieron fascinados por la lengua XXL, la falta de escrúpulos y esa hipermusculatura oscilante de la última gran némesis de Spiderman. Durante años dibujaron en los bordes de sus cuadernos escolares a un Veneno en plena transición de villano a héroe, mientras soñaban con poder participar algún día en un proyecto del personaje que adornaba sus paredes y sus carpetas. Así como en su momento las generaciones de fans de los 60, 70 y 80 dieron el salto al mercado en busca de gloria y autosatisfacción, ahora ha llegado el turno de la generación de los retoños de los 90, con este tándem a la cabeza. Con mucho oficio y descaro (¿bebé Thanos? ¿En serio?), poco respeto hacia la continuidad e incluso el pelo verde (en el caso de Cates), ¿qué no serán capaces de hacer con el Protector Letal? ¿Cuál será el resultado? Sencillo: una de las mejores series regulares de la Casa de las Ideas en el último lustro.

En 2004 el otrora enfant terrible Mark Millar decidió por alguna razón separar los caminos de Eddie Brock y el simbionte, uniéndose este último a otros huéspedes humanos (Mac Gargan brevemente, y con más lustre Flash Thompson, entre otros). Mientras tanto, Eddie Brock comenzó un peregrinaje editorial fácilmente olvidable. Poco antes de la llegada de Cates, Marvel decidió revertir el cambio y volver a unir a Brock con el simbionte alienígena, despejando el camino para que Donny Cates empezara a lo grande, ahorrándole vergonzosas explicaciones y piruetas creativas. Pero Cates no tiene miedo ninguno. De hecho, ha sido hipnotizante la falta de vértigo que ha mostrado a la hora de aceptar escribir a Thor, su otro personaje favorito (como ya se intuye en las propias páginas de Veneno), y tomar el relevo a Jason Aaron y su legendaria etapa de siete años con el Dios del Trueno. En el nuevo arranque de Veneno, se descubre que el simbionte de Spiderman/Veneno no fue el primero que llegó a la Tierra. Ya había simbiontes mucho antes. ¿Os acordáis del salvaje Grendel? Pues resulta que era un simbionte.

¿Soldados implacables en Vietnam? También: simbiontes. ¿Un Dios primordial alienígena? Simbionte.

El buen hacer del guionista hace que ningún punto de este comienzo adrenalínico resulte ridículo o exagerado, cambiando el statu quo del personaje sin remordimientos, ampliando la mitología con un enfoque de legados más propio de la Distinguida Competencia y explicando detalles del origen de los simbiontes que unifican teorías diversas presentadas muy de pasada con el paso de los años. Además, la relación entre huésped y simbionte recibe un tratamiento original, demostrándose que todavía hay margen de maniobra para conceptos aparentemente estancos si quien lo escribe pone un mínimo de pasión. Cates pisa el acelerador sin miedo.

En el apartado gráfico se luce Ryan Stegman. El dibujante ya había pisado pastos arácnidos anteriormente, acompañando a Dan Slott en el cómic más revolucionario del trepamuros de los últimos veinte años (Superior Spiderman) y en el crossover Venom Inc. No, en aquel crossover no aparecía el guantelete del infinito, pero sí tantos simbiontes como era posible. Y lo que parecía una maniobra comercial poco disimulada, sirvió para descubrir que la fascinación de Stegman por estas criaturas era equiparable a sus habilidades, y que antes o después dibujaría la serie regular del personaje, para delicia del lector. Más cerca del estilo de Marc Silvestri que del desbordante de Todd, la contención anatómica que practica sobre el personaje le permite exagerar otros aspectos narrativos consiguiendo un resultado coherente a la vez que espectacular. En posteriores entregas, con el regreso de Matanza, la inyección de simbiontes se quintuplica desembocando en una tragedia en tres actos, un tanto humillante para el resto de proyectos satélites como los mencionados en la introducción. Con una nueva película del personaje en el horizonte (octubre 2020), no parece posible que nadie, ni humano ni simbionte, vaya a ser capaz de arrancar la serie de Veneno de las garras del tándem Cates/Stegman. La diversión va para largo.

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