Ventiladores Clyde

La herida del tiempo

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Ventiladores Clyde debía haber sido la segunda novela gráfica del autor canadiense Seth tras la estupenda La vida es buena si no te rindes. Al menos con esa intención la inició en el año 1997. Seth era consciente de que se enfrentaba a un trabajo que le podía llevar varios años, pero no podía saber que tendría que esperar más de veinte para ver su obra completa publicada. Evidentemente, no se trata de su segunda novela gráfica, ya que por el camino el autor ha publicado muchos otros trabajos. Tampoco se trata de una obra de la que el lector no haya podido leer nada en estos veinte años, ya que durante ese tiempo se ha venido serializando en la revista Palookaville que el autor publica en la editorial canadiense Drawn & Quarterly, casa que también publicó las dos primeras partes de la obra en los años 2000 y 2003, a las que el lector español pudo acceder en la recopilación que la desaparecida editorial Sinsentido realizó en ese mismo año, 2003. Sin embargo, no ha sido hasta el año pasado cuando, por fin, se ha podido ver publicada la obra completa en España, en la magnífica edición realizada por Salamandra.

La obra cuenta la vida de dos hermanos que heredan el negocio de ventiladores del padre. Tomando como eje temático el propio negocio y como eje físico el edificio donde dicho negocio está ubicado, que a su vez sirve durante mucho tiempo de vivienda para la familia, Seth estructura su obra en cinco partes cuya acción sucede en cinco momentos temporales muy precisos que nos permiten reconstruir una relación fraternal marcada por la figura de un padre que, en un momento dado, decide abandonar el hogar, dejando a cargo de sus hijos el negocio familiar. Este abandono y la gestión de la empresa que los hermanos afrontan de manera muy diferente, marcarán, durante toda su vida, la relación entre ambos y también con la madre, ya que, cada uno a su manera, ninguno ha sido capaz de superar el abandono.

Hay varios aspectos que merece la pena destacar de la obra. En primer lugar, su estructura en cinco partes que no son lineales temporalmente. De esta manera, la obra comienza en el presente (entendiendo como presente el año 1997, cuando Seth empezó a trabajar en la misma), para retroceder, en la segunda parte, hasta 1957, momento fundamental en la relación entre Abe y Simon, los dos hermanos. Es el momento en el que Simon descubrirá que no está capacitado para enfrentarse no solo al negocio familiar, sino tampoco a lo que su hermano define como «la vida real». Esta decisión marcará la relación familiar que vemos desarrollarse en los capítulos tres y cuatro, que nos llevan a 1966 y 1975, año en el que Abe se ve obligado a cerrar el negocio por falta de ventas. En estos capítulos la sombra de las decisiones tomadas por Simon en 1957 planean constantemente. Por ese motivo Seth cierra su obra en el capítulo cinco volviendo de nuevo a ese año, 1957, donde en un capítulo introspectivo muestra el porqué de la decisión de Simon de vivir como un recluso, creando un cíirculo temporal que recuerda a la obra de teatro El tiempo y los Conway de J. B. Priestley, que a su vez se inspiraba en la teoría sobre el tiempo de J. W. Dunne.

La segunda cuestión interesante es la presencia, tan importante en la obra de Seth, de la nostalgia. La nostalgia de Simon, que se manifiesta en su colección de postales. La nostalgia de Abe por su vida de comercial y por ese amor que pudo haber sido y no fue. La nostalgia de la familia por un padre cuya presencia, en realidad, nunca fue positiva pero cuyo vacío todavía es más perjudicial. Y todo ello con una habilidad para retratar la cotidianidad. Porque al final cada uno de los capítulos no hace más que llevar al territorio de la novela gráfica una característica de muchas series clásicas del cómic norteamericano de más éxito en su momento (Gasoline Alley, The Gumps o incluso Little Orphan Annie): el retrato de la vida cotidiana. En Ventiladores Clyde el formato y la sensibilidad del lector de hoy en día permite que Seth lleve esa cotidianidad a una estructura de obra de teatro donde puede recrearse en momentos y en espacios que nos dejan reconstruir la vida cotidiana de esa familia marcada por la ausencia del padre, siempre presente a través de su negocio. Seth se lamenta de haber tardado más de veinte años en terminar esa obra. Aunque evidentemente nunca podremos saber qué hubiera sido si le hubiera llevado menos tiempo, Ventiladores Clyde se beneficia, según mi punto de vista, de todo ese tiempo que ha sido necesario. Porque el paso del tiempo es un elemento fundamental a nivel narrativo en la historia que Seth nos quiere narrar.

Y el paso del tiempo que el autor —en «la vida real», como definiría el propio Abe— ha necesitado para finalizar su obra, unido a la madurez desarrollada en ese tiempo, le proporciona un peso que se percibe en todo momento durante la lectura de los diferentes capítulos y que quizás no hubiera tenido de haberse realizado en un lapso de tiempo menor.

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