Tú, una bici y la carretera

Todo lo que puedes mirar desde una bici

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Un día de verano de 1994 Alvin Straight decidió reencontrarse con su viejo hermano Henry tras una década sin mantener relación alguna. El bueno de Alvin, que tan solo contaba con un cortacésped marca John Deere para realizar los 390 km que los separaban —la distancia entre Laurens, en Iowa, y Blue River, en Wisconsin—, emprendió a los 73 años el que sería sin duda el viaje de su vida. Cuando David Lynch decidió adaptar esta historia al lenguaje cinematográfico (Una historia verdadera, 1999) no reparó tanto en lo extravagante del medio de locomoción como en aquellas sensaciones y emociones vividas en una travesía realizada a 8 km por hora. Y eso es, en cierto modo, lo que ha conseguido transmitir Eleanor Davis (Tucson, Arizona, 1983) en Tú, una bici y la carretera (Astiberri, 2019), su última novela gráfica publicada en España.

Davis, al igual que Straight, decidió en cierto momento que necesitaba tomar las riendas de su vida y alcanzar un reto personal que le ayudara a superar la depresión, para recuperar, así, las ganas de vivir. De ese modo, en marzo de 2016 comenzó un viaje en bici desde casa de sus padres en Arizona hasta la suya en Georgia. Unos 3.000 km de distancia. Casi dos meses de periplo.

Tú, una bici y la carretera funciona a modo de cuaderno de viaje, porque, de hecho, nació como tal. La estadounidense dibujó lo que vio y vivió durante su recorrido por el sur de Estados Unidos para subirlo diariamente a su cuenta de Instagram (@squinkyelo). Tiempo después recopiló todos esos dibujos tal y como habían quedado originalmente —apenas tuvo que rehacer tres de ellos—, los organizó y los publicó en forma de libro gracias al apoyo de la editorial Koyama Press. La historia, que por su propio formato no mantiene una estructura narrativa clásica, se desarrolla por etapas, como las rutas ciclistas, a través de una selección de momentos que inciden tanto en las situaciones de mayor soledad y desánimo, como en la abrumadora belleza de un mundo lleno de flores, montañas y viento, donde «tu cuerpo es soberano» y reina «la emocionante indiferencia de Dios».

Todo ello mediante un estilo abocetado, fácil y rápido, a lápiz, con el que capta lo esencial de cada escena y genera una inmensa sensación de honestidad. El trazo, en ocasiones descuidado, se vuelve más preciso en aquello en lo que resulta necesario detenerse, en lo que quiere que miremos con ella. Por esa razón se recrea en los paisajes de un Estados Unidos cambiante, desconocido, muy diferente entre Estados; pero también en detalles concretos, como viajar con la regla, o en esas pequeñas cosas, como las cuestas, que pasan desapercibidas en la velocidad y la comodidad de un viaje en coche. Y entre las cuestiones que pasan más inadvertidas ante nuestros ojos, un tema espinoso que acompaña a Davis durante buena parte de la historia y que trata con gran sensibilidad: las patrullas fronterizas y la inmigración.

El esfuerzo físico que conlleva esta aventura y que marca el ritmo no solo del viaje, sino también del propio cómic —dibujado en los momentos de descanso—, así como las personas que va conociendo y con las que comparte diversas experiencias, consiguen ayudar a la protagonista a superar sus frustraciones, inseguridades y miedos, muchos de ellos relacionados con el hecho de ser mujer y viajar sola. No en vano, uno de los mayores aprendizajes de este relato es, precisamente, la forma en la que se crean ciertas redes comunitarias de apoyo y cuidado, bien con otros ciclistas y conductores, bien con personas desconocidas que brindan ayuda de forma desinteresada. Así, se comprende la dedicatoria final a varias amigas que, como ella, viajaron solas con sus bicis o la acompañaron en esta aventura.

Las historias de viajes, como la de Alvin Straight y Eleanor Davis, tienen siempre un doble componente. Por un lado, la distancia física recorrida; por otro, la personal y emocional. En cualquier caso, el final del trayecto es lo que menos importa. Así lo manifiesta la estadounidense con una bella portada llena de todos esos colores que admiraba a la velocidad marcada por sus piernas y por el viento, y que no podía representar en sus bocetos a lápiz. Porque Tú, una bici y la carretera no es solo un relato de escenas de viaje, tan íntimas como mundanas; es también un aprendizaje acerca de todo lo que puedes mirar desde una bici.

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