Un don nadie llamado Benito decide suicidarse según dictan los clichés de la ficción: cruzando su coche en las vías del tren para ser arrollado mientras escucha My way de Frank Sinatra. Pero la jugada se le tuerce cuando por culpa de lo caprichosas que resultan las aventuras fantásticas, el hombre, en lugar de fallecer, es transportado contra su voluntad a través de un árbol milenario, el tejo o taxus baccata, hasta un universo paralelo habitado por criaturas mitológicas y dominado por la magia, un mundo en el que conocerá a Laro, un guerrero eremita, y a Anjara, una semidiosa. Dos personajes que lo recibirán y escoltarán por parajes peligrosos hasta un asentamiento humano donde se refugian otros exiliados del mismo mundo del que proviene Benito, gente que ha atravesado el taxus en condiciones similares. Pero los habitantes de aquella comunidad no tardarán en descubrir que bajo sus tierras dormita un mal poderoso que está a punto de ser despertado, y cuando eso ocurra el recién llegado ejercerá un papel importante en el destino de todos ellos. Hasta este momento, todo transcurre con normalidad según las convenciones habituales de la fantasía. La trama se ha limitado a seguir los puntos con eficiencia y a colocar cada una de las fichas en su lugar correspondiente. Y entonces acontece la sorpresa.
En realidad, todo lo que rodea a la saga Taxus, publicada en tres tomos y recopilada en una edición integral en 2019 titulada Taxus. La historia completa, se caracteriza por la sorpresa. Para empezar, por su propia naturaleza como obra de un autor, Isaac Sánchez, que en lugar de aprovechar para publicar un cómic fácil en torno a su fama actual como youtuber (el hombre habitó Internet bajo la batamanta que le proporcionó el alias Loulogio), ha optado por retomar una carrera como dibujante elaborando una epopeya fantástica propia desde cero. Una que no tiene nada que envidiar a similares aventuras contemporáneas. Para continuar, por lo ducho que se demuestra el artista a los lápices, las tintas, las acuarelas y el retoque digital, pese a poseer tan solo una obra previa en el terreno del cómic. Un álbum titulado El regreso del hombre pez, publicado hace una década y que vendió, según el propio Sánchez, «unos diez ejemplares». Y para rematar, por la inteligente y agradecida decisión de utilizar, como base, la mitología norteña de nuestro país. Concretamente, aquellas leyendas sobre los seres extraordinarios que habitan los bosques cántabros, fábulas protagonizadas por núberos, culebres, ojáncanos, hadas, musgosus, trentis, cuelges o guajonas que se deslizan hasta las páginas de Taxus. Un colorido bestiario de duendes, dragones y brujas tan rico y fabuloso que resulta sorprendente que no se haya aprovechado con más asiduidad en otras narraciones.
Pero lo más excepcional de Taxus es la sorpresa que contiene la propia historia. Porque Sánchez comete la estupenda osadía de plantear una aventura que parece clásica para, a continuación, dinamitar todas las convenciones preestablecidas y desintegrar cualquier idea que el lector haya dado por sentada. Aquí el concepto típico de «elegido», la naturaleza de las criaturas quiméricas o la percepción del bien y el mal, no solo son tópicos que se difuminan, sino que además revientan en pedazos salpicando al lector. A partir del brutal desenlace con el que se cierra el primer tomo («El último en llegar») la trama se embala regateando todos los estereotipos de su género: ni los verdaderos villanos son evidentes, ni el romance que contiene es el clásico en estos casos, y ni siquiera todos los personajes serán capaces de llegar enteros al epílogo.
Taxus resulta elogiable por la tremenda valentía de sus plot twist y por un apartado artístico más que competente que es capaz de evolucionar según avanzan las páginas. Pero también porque se trata de una fábula regada con una sanísima mala leche que no tiene piedad alguna con los miembros de su reparto. Una aventura aderezada con divertidos anacronismos que se cuelan en el mundo de fantasía en forma de menciones a Marvel, La chaqueta metálica, el Tang, el mismísimo Fary o frikadas similares. Y la sensación de que la verdadera sorpresa no es que este cuento sea una buena historia, sino que esta historia no es el cuento que esperabas.