Los nuevos locos años veinte

Sara Jotabé y Álvaro Ortiz

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Sara Jotabé (Zaragoza, 1993), graduada en Bellas Artes y con un máster en educación, lleva dedicándose al mundo de la viñeta desde que finalizó la carrera en 2015. Su trabajo de fin de grado presentó Pajas Mentales al mundo, un primer paso en el mundo editorial que le ha servido como catapulta para trabajar en antologías nacionales de cómic o campañas publicitarias europeas con un tono que a mí me gusta llamar costumbrismo milenial. Actualmente publica de forma semanal Tupper para tres. Y lo que nos queda por delante.

Álvaro Ortiz (Zaragoza, 1983), diseñador gráfico e ilustrador con varios premios a sus espaldas, cumple la mayoría de edad dentro del mundo del cómic en 2021. Ha trabajado en proyectos internacionales y en casi todos los registros imaginables, desde el cuaderno de viajes hasta las tiras de humor, pasando por los road trips y llegando a entrar en los museos. Aún así, no deja de sorprendernos con una curiosa visión del mundo superheroico en lo que podríamos catalogar como el fenómeno comiquero del año: El Murciélago sale a por birras.

Hemos quedado con ellos en la rehabilitada Harinera de Zaragoza, un centro creativo de cultura comunitaria que ha conseguido hermanar a la ciudad con el panorama artístico local. Llegamos antes que los entrevistados: Sara, metódica, unos minutos antes junto a Daniel, nuestro fotógrafo; Álvaro, en su papel de artista clásico, unos minutos más tarde por unos correos traspapelados. Se respira un ambiente de confianza desde el primer minuto; en esta ciudad nos conocemos todos.

Yo, si queréis, os presento, pero casi prefiero que lo hagáis vosotros, así que empezamos con una pregunta de rigor: ¿Cuáles son vuestros orígenes secretos? ¿Quiénes son Sara Jotabé y Álvaro Ortiz?

Sara Jotabé: Sara Jotabé es Sara Jornet Blasco, hija única de una familia amante del arte a la que, después de leer muchos cómics con su padre y de ver muchas catedrales con su madre, le nace la inquietud de estudiar Bellas Artes. Salió a partir de un fanzine que empezó a mover y, un poco por hobby y por diversión, lo terminó convirtiendo en su trabajo. Y ahora estoy aquí, intentando posicionarme en el mundo del cómic.

Álvaro Ortiz: [Se ríe]. Yo pretendía ser más escueto. Iba a decir que soy Álvaro Ortiz y soy autor de cómics, pero también ilustrador freelance cuando toca. Empecé a hacer fanzines a finales de los noventa con amigos y también pasé muchos años por separado autoeditando mis primeras obras.

Teniendo en cuenta vuestros inicios, ¿la autoedición y el fanzine son rings obligatorios para curtirse en el mundo de la viñeta?

AO: Necesario no, pero cuando empecé no había otra cosa. Yo creo que ahora, teniendo internet, el que hace fanzine lo hace más por amor al arte, al papel y a autoeditarse que por necesidad. La proyección que te puede dar estar en internet es mil veces mayor y mucho más alcanzable.

SJ: Sí, aunque también es necesario. Está muy bien crear contenido para redes sociales pero de ahí al papel hay un salto. Hay una parte de la población que no termina de ver el cómic como algo serio si solo es contenido digital, entonces ya no es por dar el paso hacia una publicación física sino que, como autores, deberíamos experimentar el trabajar en papel. Los colores no funcionan igual, el sentir el material, el ver el acabado de tu trabajo… Es como exploración personal.

AO: Y también implica tener fechas para entregar en plazo, de cara a preparativos, a la impresión… Al final es una forma de aprender a organizarse.

La pandemia ha cambiado mucho el panorama, la forma de convivir entre editoriales, lectores, salones… ¿Creéis que 2020 ha cambiado el cómic para las nuevas generaciones de autores?

SJ: Sí que ha hecho un impás un poco forzado, pero tenía que llegar. El mundo digital lleva aquí desde hace muchísimo tiempo y parece que todavía lo tenemos como algo extraño y ajeno a nosotros. Yo creo que ha servido para darnos cuenta de que los creadores tienen la misma calidad en papel que en digital. Evidentemente, hay que hacer mucha criba, porque no todo lo que se publica en digital puede ser de tu agrado o de la calidad que uno busca, pero es algo necesario y que seguirá explotándose. Quizá sea algo más lento después de la pandemia, porque estamos todos necesitados de ir a una librería, relacionarnos y comprar cómics a mansalva, pero yo creo que esta tendencia va a seguir con nosotros.

AO: Era algo que se sabía que tenía que llegar. Estamos todos consumiendo contenidos digitales de todo tipo y constantemente, así que lo suyo era que le tocara también al cómic. La pandemia y toda esta mierda le ha dado un empujón enorme y ahora nos queda ver qué es lo que pasa. Yo imagino que sí que seguiremos con el rollo digital, pero seguramente este boom tan grande recule un poco con el tiempo.

Vosotros ya os habíais dedicado al digital anteriormente, pero en 2020 hemos visto cómo lo habéis trabajado más en exclusiva. ¿Este año ha supuesto algún cambio para vosotros a nivel profesional?

AO: En mi caso sí, porque no había hecho cómic exclusivamente digital y ha sido un cambio en cuanto a formato y estilo bastante notable respecto a lo que estaba haciendo. Todo 2020 he estado con un cómic muy pensado para consumir en… [se ríe]. Odio la palabra consumir, pero para leer en el móvil, con un dibujo totalmente esquemático, letra mucho más gorda de lo habitual, tramas muy sencillas para leer en el teléfono en cinco minutos y a otra cosa. Que tampoco es una cosa que haya hecho pensando, sino que, cuando me planteé hacer la primera viñeta para Instagram, lo primero que me salió fue crear algo que se entendiera muy fácil.

SJ: Hombre, sí que ha afectado. No es lo mismo preparar un cómic con tiempo, bajo cierto «secreto» y sacarlo a la venta y que el feedback que recibes venga después de comprarlo y leerlo que preparar una publicación mensual o semanal o cada cierto tiempo con la que ir subiendo páginas. Lo que más me ha cambiado a la hora de trabajar es ese aspecto, porque, al final, el proceso de preparar una historia es más o menos el mismo, pero el tipo de relación que tienes con el público sí que ha cambiado, y a mí me gusta. Con Tupper para tres subimos página los lunes y miércoles, y los propios lectores te comentan y te van escribiendo. Me parece divertido, es una forma de estar en contacto mucho más directa. En cuanto a fechas de trabajo no tanto, pero bueno, yo soy muy cuadriculada, ya lo he dicho muchas veces. Es lo único que noto de diferente. Eso y las ansias de tenerlo en papel, de firmar, de dibujar, de ver a la gente…

Hay una parte de la población que no termina de ver el cómic como algo serio si solo es contenido digital

Sobre este mismo tema, cada vez estáis más expuestos en redes sociales y recibís más feedback, tanto positivo como negativo. ¿Hacéis caso a la crítica? ¿Cómo os afecta?

SJ: Yo sí que he notado que el público está buscando algo distinto. La pandemia la hemos sufrido todos y yo hacía un tipo de humor que creo que mantengo, pero sobre unos temas que llegaron incluso a estresar. Si no puedes salir de casa no puedes hacer humor sobre este tema porque llega un punto en que la gente se satura. Y ahí sí que noté algunos altibajos, pero es cuestión de adaptarse, no tanto al público, sino a lo que te pasa a ti. Y el feedback ha sido positivo, aunque tampoco puedes gustarle a todo el mundo. Además, con las redes sociales y el anonimato es muy fácil desprender odio, pero una capa de aceite y que resbale.

AO: Yo he notado un cambio bastante importante, porque si no hubiera sido por los lectores igual al quinto día lo hubiera mandado a la mierda. Claro, yo lo empecé como una gracia, dibujando al Murciélago por la mañana mientras me tomaba el café antes de ponerme a dibujar el cómic que estaba haciendo «de verdad», pero conforme la gente empezó a leerlo y a compartirlo, se mostraron muy entusiastas y yo pensé «joder, ya que me he pegado la fantasmada de decir que iba a publicar veinte días seguidos, tengo que mantener el nivel». Ahí me tocó empezar a trabajar en serio y a darle vueltas para que cada capítulo siguiera teniendo gracia. Si no hubiera sido por el feedback de la gente, el día que en lugar de una hora me hubiera costado cuatro dibujarlo, lo hubiera mandado a la mierda y hubiera seguido con el cómic que tenía que hacer. Fue una experiencia muy chula el recibir comentarios de gente agradecida por tener algo de humor que le sacase de la rutina, aunque fueran capítulos tan cortos. Incluso hay algunos basados en comentarios de los propios lectores.

¿Y os habéis encontrado con algún momento de bloqueo creativo? Sé que previamente sí y que habéis salido adelante, pero ¿os ha afectado esta ruptura de vuestro día a día?

AO: En mi caso no había otra cosa que hacer [se ríe]. He vivido con un bloqueo creativo seis años, así que por un poco más… Lo que sí que hice fue cambiar el tipo de historias que contar. Mi bloqueo con el tipo de cómic que quería hacer hace unos años sigue estando ahí, pero ahora me dedico al humor y al cómic infantil. Me centro en cosas distintas.

SJ: Yo sí que tuve uno, pero también te tengo que decir que mis bloqueos creativos suelen ser breves. Soy una persona a la que cada tres meses le toca tener una crisis personal y me planteo si la siguiente será estética o narrativa, así que me ha venido bien el bloqueo pandémico para ver qué otros temas me quedan por explorar y para trabajar en otras campañas.

¿Y la forma de consumir cómic? Porque actualmente os tenemos a los dos en el mundo del webcómic, cada uno a su manera. ¿Ha cambiado vuestra forma de entender el medio?

SJ: El medio como tal no ha cambiado, pero el tener paralizado el mundo de los salones, el encontrarte cara a cara con los lectores, el dibujar algo más clásico… Se han abierto muchas mentes a la hora de percibir que se puede hacer mucho más y que se puede ir mucho más allá con el cómic, independientemente de si a uno le leen en una pantalla o en una página. Además se ha visto cómo se ha saturado la red con directos de autores, de entrevistas, de contenido… Se ha acercado la figura de esa persona a la que admiras tanto, pero que está en su casa, igual que tú. Y seguramente en pantuflas.

AO: Y también está habiendo un sentimiento muy grande de gratitud por parte de los lectores por seguir dinamizando, dibujando, mostrando cosas… Se ha conseguido tener una relación mucho más cercana. Yo en redes sociales intento contestar a todo el mundo que me escribe, que para algo se han tomado la molestia de decirme qué les ha parecido el cómic, y terminas creando lazos con gente que ni conoces pero que después de un año hablando terminas viendo en un salón.

Seguimos con el tema presencia online y lo mezclamos con el mundo artístico. Sé que sois grandes amantes de figuras como Yoko Ono, Basquiat, Keith Haring… ¿También hay algo de personaje en vuestras RRSS?

AO: En mi caso no hay personaje. Lo que sí hago es decidir qué cuento y qué no. Llevo bastante tiempo dándole vueltas a temas de autoficción, entonces no es que esté exagerando en… [se ríe]. Bueno, hay veces que sí. Pero yo pongo el foco en lo que quiero contar. Hay gente que dice que me expongo mogollón en redes sociales, pero expongo lo que me apetece y, claro, cuando estás decidiendo contar una cosa sí y otra no, calculas si va en tu línea y vas forzando por ahí la historia. Al final nadie sabe quién es mi padre, por ejemplo.

SJ: Me gusta mucho hablar, conocer gente, moverme y demás, pero soy bastante tímida y lo que es mostrarme a mí como persona detrás de todo ese humor me cuesta. De hecho, en mis redes sociales no suelo aparecer mucho, y cuando lo hago es para promocionar algo, comentar cualquier cosa estando en el estudio o si estoy trabajando en tal o en cual proyecto. Es algo que me gustaría hacer y que admiro mucho de Álvaro, que muestra lo que quiere y, aunque lo separa muy bien, no se diluye la línea entre él y lo que narra. En mi caso no hay separación porque nunca sé qué contar de mí. A veces subo una foto y pongo «Aquí estoy, dibujando» [se ríe]. Pues claro que estoy dibujando. Es mi trabajo.

Me ha venido bien el bloqueo pandémico para ver qué otros temas me quedan por explorar

Y retomando la persona, ¿cuáles son vuestros referentes artísticos?

AO: Es algo muy amplio, porque procuro consumir de todo, incluso cosas que no tienen nada que ver con lo que yo hago. Trabajo en un medio como el cómic y puedo tener cierto gusto por un tipo de historias, pero intento leer cosas de superhéroes o manga aunque no se refleje en mi trabajo. De todo vas sacando algo y cuando me piden nombres concretos nunca sé qué decir. Te acaban influyendo cosas muy dispares y terminan teniendo importancia cosas como los viajes, el arte y los museos, y me puede influir antes un cuadro que veo de casualidad que los últimos quince cómics que he leído.

SJ: Incluso sensaciones. Hay ideas que se me han ocurrido por comer un plato, porque pruebas algo que te recuerda a otra cosa y empiezas por A y terminas por X. No hay que aferrarse a algo, o por lo menos a mí no me funciona. Hay que probar de todo, leer de todo, ver de todo, escuchar de todo… Yo me esfuerzo por escuchar los 40 y todo lo que hay nuevo aunque no me gusta prácticamente nada [se ríe]. Me debo de estar haciendo vieja. Yo tengo referentes del arte pop, que me encanta por los colores y la frescura, me gusta el ukiyo-e, el Bosco y El jardín de las delicias, aunque luego no se aprecian en absoluto en mi discurso. Hay que estar abierto a las sensaciones y saberlas trabajar para llevarlas a tu terreno. Igual una canción te suena a verde lima y es justo el color que necesitas para una página. Hay que hacer de catalizador. Eso sí, en referentes te podría decir que, de pequeña, los cómics de Asterix y Obelix, Goscinny y Uderzo a tope. De algo más mayor, W.I.T.C.H., de Barbucci. Y algo que viera, me molara y dijera «quiero ir por aquí», Maitena.

Porque, en cuanto a cuestión académica, ¿creéis que hace falta una formación artística o algún background en específico para dedicarse a este mundillo? ¿El autor nace o se hace?

SJ: Yo creo que nace de la inquietud pero se tiene que trabajar. Sobre todo si buscas tener un discurso propio y una calidad técnica, aunque eso depende del gusto y de la evolución del trabajo, porque uno puede empezar muy académico y terminar dibujando cuatro garabatos sin perder calidad. Pero yo valoro mucho tener carácter, ya no solo en el dibujo, sino en cómo lo cuentas, en el tipo de historias, en cómo las trabajas… Independientemente de que una sea para niños y otra para adultos; me gusta ver cómo funciona y cómo fluye todo.

AO: Yo creo que no hace falta. Los cómics consisten en contar cosas. Alguien puede no tener una formación artística pero sí algo que contar y sabe cómo lo quiere hacer y acaba llegando a hacer curros mucho más interesantes y más espontáneos que otra gente que tiene demasiados conocimientos. Ayuda mucho, eso sí, pero te puede acabar creando manierismos y tics que te impiden salir de ahí.

SJ: La formación está bien como punto de partida, pero el autor se forma con experiencias y hay que tomarla como una experiencia más. Te puede abrir los ojos y la mente, pero no implica un nivel de calidad. Y, como dice Álvaro, a veces se exige tanta perfección y clasicismo que al final no se sabe hacia dónde ir. Yo he vivido en la carrera el discurso desfasado que dice que el cómic no es arte. Implica narrativa, fotografía, dibujo, uso del color… Simplemente cambia la forma de presentarlo. Así que sí, tiene su utilidad, pero uno se termina educando a sí mismo.

Ha habido algunas polémicas sobre la situación del cómic en los museos de arte tradicional, pero también se ha reforzado el apoyo institucional y académico. ¿Hacia dónde creéis que nos está llevando esta relación?

SJ: Hace un rato han pasado unos camiones de bomberos y yo creo que era por este tema [se ríen].

AO: Está muy bien que los museos empiecen a hacerle caso al cómic, pero no es estrictamente necesario. El cómic no se valida ni más ni menos porque ahora empiece a estar en los museos. El cómic está para que la gente lo lea y, si llega a través de los museos, está guay, pero no deja de ser elevado porque haya o deje de haber una exposición o porque un museo tenga una colección sobre cómic. Cualquier forma de difusión y de hacerlo llegar a la gente es bienvenida, y si viene de medios respetados y a la gente le sirve para darse cuenta, más. SJ: Que alguien no entienda el cómic como arte no hace que sea menos arte. Habrá obras más trabajadas y menos trabajadas, igual que hay distintos tipos de cómic y de cine. ¿Que se valida de forma externa? Estupendo, pero no cambia la sensación que tenemos nosotros y la sensación que tiene el público. Lo importante es que siga habiendo movimiento y gente que lo siga. El único problema que le veo a que se introduzca tanto en el museo es que se empiece a valorar como forma de mover dinero, como especulación dentro del mercado artístico. Parece que, cuanto más elevas algo, menos accesible se hace al público, y el cómic, si algo tiene de bueno, es que genera una relación entre autor y lector muy directa, completamente horizontal, y es algo que valoro y admiro y uno de los motivos por los que tiré por este camino.

AO: Tampoco creo que meter el cómic en el museo vaya a hacerle llegar a ese extremo. Sigue habiendo subastas y se venden portadas a precios de millonario, pero al público general y al medio no creo que le afecte tanto.

Y, tal y como sucede con el arte tradicional, ¿creéis que el cómic debe tener compromiso ideológico, social, político…?

SJ: Es una buena herramienta para todo lo que quieras contar y todo lo que quieras transmitir. El cómic te da la libertad como autor de contar lo que te dé la gana, como te dé la gana y cuando te dé la gana. Al final eres una persona independiente, así que el compromiso dependerá de lo comprometido que estés tú. Creo que es lo bonito del arte.

Mencionabais también a los lectores. Hay una sensación creciente de saturación en el número de publicaciones del mercado del cómic por parte del consumidor. ¿Creéis que hay suficiente público?

AO: No [se ríe]. El problema es que faltan lectores. El otro día por Twitter leí un titular, sin criticar a la persona que lo puso, que decía que no hay cultura del vino porque no se enseña en los colegios. A todos nos parece muy importante lo nuestro y queremos que se enseñe sobre ello y nos gustaría mucho que el comic se enseñara en los colegios, que se leyera, que se educara sobre ello… Pero tengo la sensación de que hay mucha gente que no tiene presente que también hay quien se dedica a la danza, a la costura, hay gente que quiere hacer la Torre Eiffel con palillos… Y está muy guay, pero es que igual hay cosas que no interesan a un público masivo. A nosotros nos parece el medio ideal para contar cosas, pero si la gente prefiere ver una serie en Netflix tampoco vamos a montar tanto drama. La putada es que hay mucho autor, mucha editorial y mucha edición de calidad pero no hay tanta gente para consumir todo y nos encontramos con tiradas diminutas, menos apuestas por nuevos títulos, problemas de royalties

Hay mucho autor, mucha editorial y mucha edición de calidad pero no hay tanta gente para consumir todo

SJ: Yo creo que sí que hay más lectores, pero no es un aumento significativo. Las redes sociales hacen que haya gente que vea un perfil de Twitter o Instagram y eso le lleve a acercarse a una sección de cómics por ver qué ha sacado esa persona en papel y puede que, de rebote, vean a otros autores y se interesen por el medio. Obviamente, habrá mucha más gente que se quede con lo que ha visto y siga leyendo la parte gratuita, pero sí que hay aumento, aunque sea de forma pausada. Y, en cuanto al tema que ha sacado Álvaro de llevar el cómic a las aulas, es importante para que conozcan el medio, que sepan que está ahí, que funciona y que hay muchísimo más. Que se explique que se puede hacer algo más que pintar y colorear o esculpir en mármol.

Y ya vamos a terminar, así que únicamente me queda una pregunta: ¿Qué nos queda de vosotros por delante?

AO: Yo tengo a la vuelta de la esquina Prdro y Maili, el último cómic que hice para redes, aunque cuando se publique la entrevista ya habrá salido. También tenía entre manos un cómic para niños con el que me pilló la cuarentena. Lo terminé apartando una temporada con unas treinta páginas ya hechas, lo retomé, no me gustaron algunas cosas, lo repetí entero… La idea es acabarlo en los próximos meses, a lo largo del año, y publicarlo con el sello infantil de Astiberri.

SJ: A mí me quedan un par de exposiciones de las que todavía no puedo decir nada y también estoy trabajando con Amanixer, la Asociación Aragonesa de Mujeres con Discapacidad. Estamos visibilizando las situaciones cotidianas que les ocurren a ellas con mucho humor y un poco de caradura. Y en el mundo del cómic estoy publicando Tupper para tres con Fandogamia, un cómic de humor y convivencia, muy de pandemia, aunque la exclusiva es que voy a sacar un cómic para 2022 con Panini que se titula Quiero ser como tú. Es la historia de Paula, una treintañera influencer con una vida perfectamente organizada hasta que lo deja con su novio, vuelve a sus orígenes y se encuentra con un perro al que solo ella oye hablar. Estoy muy ilusionada con este proyecto porque es el más largo hasta la fecha, con unas ciento setenta páginas, y todo a color. Ahora me queda enclaustrarme y terminar el tomo como una loca.

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