Algunas historias son difíciles de contar. No porque involucren demasiados detalles, personas o acontecimientos, sino porque tocan temas particularmente delicados. Cosas que pueden resonar de forma especial con determinadas personas y que, de hacerse mal, no solo no lograrán caracterizar los acontecimientos, sino que además resultarán ofensivos. Para quienes conocen la situación o han vivido algo similar, quizás incluso dañino.
Por eso es tan delicado y difícil contar historias sobre sucesos como el duelo, el suicidio o el maltrato. Un traspiés no hará solo que la historia sea inverosímil, poco sensible o mala, sino que puede ser directamente ofensiva. Hacer daño no solo a personas que han sufrido o están sufriendo una situación terrible, sino además crear en la mente de otros una imagen distorsionada y falsa de lo que esas personas sufren. De ahí que esta clase de temas no sean los que más se prodigan en la ficción: son difíciles, nunca agradables, e incluso, si se cuentan bien, mucha gente puede pasar un mal rato leyéndolos. Algo que Waka Hirako acepta al dibujar My Broken Mariko.
La historia comienza lanzando una bomba: Mariko, una chica de 26 años, ha muerto cayéndose desde un balcón en un cuarto piso. Shiino, la protagonista de la historia, es su mejor amiga. Y lo que es peor, Mariko fue víctima toda su vida de mal- trato físico, psicológico y sexual por parte de su padre.
A partir de ahí, toda la historia gira alrededor de Shiino, recapitulando todos los sucesos que ocurrieron mientras intenta entender qué ha sucedido y qué pudo haber hecho para haber evitado su suicidio. Repleto de flashbacks, con numerosas elipsis, y enfatizando los sentimientos de Shiino, Waka Hirako consigue transmitirnos, al mismo tiempo, cómo se sienten ambas chicas. Mariko siempre pareció fuerte, resiliente, por encima de la situación que le ocurría, y eso hace que Shiino se hunda cada vez más y más, incapaz de comprender qué pasaba por su cabeza, o por qué no supo ver las señales que, solo a posteriori, parecían evidentes de lo que realmente estaba intentando decirle. Reflejando así todos los demás temas a través del duelo por su mejor amiga.
Por fortuna, eso no significa que el manga se enfangue en el drama y no salga nunca de ahí. Con ciertos momentos cómicos, especialmente en el estilo del dibujo, con expresiones tremendamente exageradas, los momentos más relaja- dos nos permiten respirar en una historia, por lo demás, extremadamente dura.
Esos cambios de tonos funcionan, también, gracias al estilo visual de la obra. Dándole poco peso a los fondos, dejándolos a menudo directamente en blanco, centra su atención en los personajes combinando un estilo más realista —dentro de lo que es el realismo en el manga, al menos— con una exageración muy bien llevada en los momentos de acción y éxtasis, incidiendo de forma particular en una línea suelta que nunca llega a ser sucia, pero que ayuda a añadir dinamismo y detalle al conjunto.
Gracias a ese dejar más sueltas las viñetas, la atención se la llevan siempre los detalles. Los rostros, los gestos, las miradas, las reacciones. Eso, sumado a un excelente ojo para la composición, hacen que sea posible leer este manga incluso sin siquiera leer una sola línea de diálogo; funciona visualmente por sí solo, transmitiéndonos a la perfección los sentimientos, pero también el drama, que se desarrolla, lenta, pero inexorablemente, a lo largo de sus páginas. Como una especie de Inio Asano que caiga menos en el exceso dramático y el preciosismo del dibujo en favor de lo que realmente necesita su narrativa.
Al final, My Broken Mariko funciona precisamente porque esquiva elegantemente el melodrama. No pretende convertir al padre de Mariko en un monstruo, a Mariko en una víctima y a Shiino en una mártir. Todos tienen matices, una vida más allá de la relación con los otros, demostrando así que el problema del maltrato, el duelo y el suicidio es, precisamente, que nunca son acontecimientos unidimensionales. Que incluso si sería más fácil reducir todo al monstruo, la víctima y la mártir, al no hacerlo, al mostrarnos cómo lo ven los otros personajes y cómo de confusos se muestran ante la situación, nos demuestra que, nos guste o no, lo trágico de estos temas es que siempre son demasiado complejos como para pretender entenderlos en su totalidad.
Por eso My Broken Mariko funciona donde muchas otras obras fracasan. Porque es autoconsciente de la delicadeza de los temas que trata y la facilidad con la que podría caricaturizarlos sin querer como un melodrama barato. Porque, al final del día, la complejidad de un suicidio no se puede resumir en una serie de razones para hacerlo. Al igual que el proceso de un duelo no se explica ni se termina solo con un gran acto para darle sentido.