Monstruos

Viaje al origen del mal

Monstruos portada

En 1991 Marvel publicaba Arma X, una miniserie que venía a desvelar parte del por aquel entonces oscuro pasado de su mutante estrella, Lobezno, y que se convertiría pronto en una de las historias de referencia del personaje. Barry WindsorSmith orquestaba un refinado espectáculo visual a partir del martirio tecnológico del mutante canadiense, desvelando que detrás de su transformación en una máquina de matar (es decir, en un monstruo) estaba el Gobierno de su país. No es difícil establecer vínculos entre aquel cómic y el más reciente y muy esperado trabajo del dibujante británico, Monstruos, en el que Bobby Bailey, un joven extraño sin vínculos familiares ni sociales, decide alistarse en el ejército de los Estados Unidos sin saber que será desviado a un proyecto experimental que terminará transformándolo en una criatura deforme.

Bobby Bailey será el primero de los monstruos que veremos en este cómic, y probablemente el que menos merezca ese nombre. Para comprender cómo ha terminado siendo víctima del proyecto Prometeo la acción se traslada a la infancia del personaje, en el año 1949. Su padre regresa a casa tras haber participado en la Segunda Guerra Mundial convertido en un ser hermético, alucinado y violento. Windsor- Smith pone a prueba la resistencia del lector, recreándose en la exposición pormenorizada de las torturas que Tom Bailey inflige a su mujer y a su hijo mientras su propia personalidad se desmorona. Y, de nuevo, cuando la historia parece llegar a su desenlace, se produce un nuevo salto temporal que nos muestra la experiencia vivir por Tom Bailey en la guerra. Monstruos avanza retrospectivamente intentando descifrar dónde está el origen del mal cuyos efectos se despliegan a lo largo del relato. Cuando lo alcanza, la maldad se nos muestra como natural e inmotivada, quizá incluso como una señal de inteligencia.

Windsor-Smith comenzó a trabajar para Marvel a principios de los años setenta. En apenas una década su dibujo fue evolucionando desde el patrón Kirby, imperante en aquella época, hacia un estilo más personal, caracterizado por su dominio de la figura humana, la minuciosidad en los detalles y unas influencias pictóricas que han sido ya certeramente identificadas. Pese a alcanzar gran popularidad en los años ochenta, su grafismo se hallaba cada vez más alejado de los estándares del mainstream norteamericano, por lo que no resulta extraño que hacia el final de la década aprovechara el impulso de los sellos independientes para continuar su carrera sin someterse a restricciones editoriales. En su obra más representativa de esta etapa, la revista Barry Windsor- Smith: Storyteller, el autor británico desarrollaba historias de géneros populares (fantasía y ciencia ficción) llevando al extremo las claves que hasta ese momento habían caracterizado su dibujo. Es probable que las planchas más exuberantes de su carrera se encuentren en este trabajo. Su producción posterior ha sido escasa y dispersa, de ahí la expectación generada por este nuevo título, en el que el autor reconoce haber trabajado durante más de una década y cuyos orígenes remotos se encuentran en un proyecto frustrado para Hulk presentado a Marvel hace casi cuarenta años.

Uno de los aspectos más interesantes de Monstruos es que se aleja de las que hasta ahora habían sido las claves creativas de su autor. Frente a los escenarios fantásticos, los paisajes de espada y brujería o los entornos de ciencia ficción que habían predominado en su obra, Windsor-Smith se mueve ahora en un entorno realista. La mayor parte de la trama transcurre entre dos escenarios icónicos cuyas connotaciones van a ser subvertidas: el primero, la California de los años sesenta, inevitablemente vinculada al movimiento hippie, al antimilitarismo y el pacifismo; el segundo, un pueblo de Ohio en la década anterior, representativo de la Norteamérica rural que los pintores regionalistas (explícitamente homenajeados en el cómic) retrataron como refugio de los valores estadounidenses tradicionales, de la armonía familiar y la buena vecindad. Este cambio de escenario, unido al tono siniestro de la historia, da lugar a un planteamiento gráfico también diferente al habitual. Monstruos es, ante todo, un relato sobre la maldad, lo cual conduce a Windsor-Smith a adoptar un registro crudo y sombrío. Frente al preciosismo de sus planchas, la espectacularidad de los grandes planos y su inconfundible uso del color, el británico opta ahora por un blanco y negro áspero y una planificación mucho más sobria. Su trazo se endurece y se vuelve más funcional, a pesar de lo cual no faltan soluciones narrativas brillantes, un sobrecogedor uso de la iluminación y un elegante diseño de personajes.

Barry Windsor-Smith construye un relato complejo trenzando historias, haciendo recaer el protagonismo de forma sucesiva en diferentes personajes y combinando géneros (bélico, terror, fantástico, drama familiar), a veces con más atrevimiento que coherencia. Desde unas coordenadas artísticas poco habituales en su obra, somete al lector a un intenso viaje emocional en el que desarrollar empatía hacia los personajes conduce a pocas recompensas. A pesar de su mensaje pesimista, no estamos ante una obra desesperanzada ni mucho menos cínica. En sus páginas encontramos también comportamientos honestos y personajes que asumen un alto coste personal por hacer lo correcto. Monstruos se revela como una obra tremendamente ambiciosa, probable- mente el mayor acto de afirmación creativa por parte de su autor en su ya extensa carrera.

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