Cuando te conocí no pensé que pudieras resultar tan … «extraña» Casi al final: ¿Cómo se dice?
Lydia Davis
Aidan Koch (Seattle, 1988) se encuadra en esa cada vez más abundante lista de artistas plásticos que optan por la narración gráfica como lenguaje con el que desarrollar parte de su carrera. Koch combina con naturalidad el cómic con la escultura, la cerámica, la animación, la pintura, la danza o la estampación en tela. Su carrera en el mundo del cómic la ha desarrollado en el mundo de la auto y la microedición. Algunos de sus fanzines fueron seleccionados por la autora y Bill Kartalopoulos, editor de los Best American Comics, para recopilarlos en After Nothing Comes (Koyama Press, 2016). Es por ello lógico, aunque sorprendente, que su último trabajo en cómic vea la luz en nuestro idioma, gracias al buen trabajo de dos sellos minúsculos, AIA Ediciones, el proyecto de Garazi Pascual y Arnau Sanz, y Ediciones Valientes, de Martín López Lam. La espiral es su trabajo más largo y ambicioso hasta la fecha.
Obra capaz de invocar una miríada de emociones con un estilo difícil de encasillar por voz y forma
Poco se puede escribir acerca de la trama de lo que explica Aidan Koch en este cómic. Se nos cuenta un desencuentro amoroso, una huida al campo y la vida en un entorno rural; nos habla del arte, de la impermanencia y de la pérdida, sin duda. Pero más allá de lo que nos cuenta, el interés está en cómo lo cuenta la autora. Hay que leer a Koch como quien observa una pieza de arte. Hay que mirar, ver y pensar. Sumergirse en la obra, reflexionar acerca de ella, dejarse cautivar por su imaginario, sus paisajes y su color.
Aidan Koch entra en contacto con el mundo del cómic durante sus estudios de Bellas Artes en Portland. En las clases coincidió con muchos compañeros que autoeditaban sus propios trabajos. Ver aquello y estar en contacto constantemente con esos autores fue una puerta abierta a intentar publicar sus propios fanzines. Aunque su hermana era lectora de cómics y leía lo que tenía en sus manos, Koch se interesó ante todo por el fanzine artístico, compuesto básicamente por imágenes, con muy poco texto y casi ninguna trama. Portland, por su rica escena indie, fue una ciudad propicia para adentrarse en este mundo abstracto y poético.
En la recensión del libro que hacía en su blog, Rubén Varillas recuperaba el término «cómic infranarrativo», acuñado por el teórico Thierry Groensteen en su obra Bande dessinée et narration, para referirse al trabajo de Koch. El cómic infranarrativo sería aquel que combina elementos figurativos junto a cierto grado de abstracción narrativa o estilística. Como escribe Varillas, la obra de esta autora «se mueve en gran medida en un plano de secuenciación simbólica y solidaridad visual más que de narratividad lineal o causal. Recae en el lector la responsabilidad de construir significados y establecer una lógica secuencial (no siempre narrativa)».
¿Esta decisión personal inserta su obra en la corriente del cómic poético o abstracto? Como respondía la propia autora a Nicole Rudick para una entrevista publicada en la web de The Paris Review, el 20 de agosto de 2015, «mi trabajo se ha comparado con la poesía, y cuando empezaba, así era como lo sentía; mi manera de escribir era más poética, pero no tengo una afinidad profunda con la poesía; por ello, su trabajo [se refiere al de la escritora Lydia Davis] me resultó al instante mucho más interesante. Sus historias pueden ser dos versos, pero no son poesía, son historias. Y esta diferencia es importante para mí, porque no tengo la sensación de escribir poemas. Me encanta la narrativa y la creación de personajes, aunque solo sea por un minuto».
Como Begoña García-Alén, María Medem, Marta Cartu o Mayte Alvarado, Aidan Koch construye sus historias a partir tanto de la narración como de la abstracción. Sus historias y su dibujo se componen de esbozos y aguadas, líneas que representan volúmenes, trazos y manchas de color en los márgenes, imperfecciones y texturas que se adhieren al significado de lo relatado. Los cómics de Koch son ricos en sinécdoques, elipsis, narrativas fragmentadas e interpretaciones abiertas. Sus páginas demandan lectores exigentes, ávidos de nuevas experiencias. La espiral ha servido desde la antigüedad para representar el Universo y su creación. En tiempos modernos representa la secuencia del ADN. El último trabajo de la estadounidense es un festín repleto de hallazgos. Imprescindible.