En camino

La importancia de hacer el camino

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El cómic nacional siempre ha mostrado en sus páginas una cierta tendencia a la crítica y desmitificación de las tradiciones y costumbres propias de la cultura española. Especialmente aquellas ligadas a espectáculos taurinos y encierros que se han quedado anclados en el pasado y ya espíritu y mentalidad de la sociedad actual. Pero también ocurre esto con algunas ceremonias y festividades religiosas que por su carácter conservador son vistas por muchos autores desde un prisma laico y con una sentida desconfianza, como la Semana Santa y las procesiones que tienen lugar en esas fechas.

En una entrevista a El Español a raíz de la publicación de Regreso al Edén, Paco Roca aseguraba que la religión siempre se ha utilizado como un arma y «una forma de colocar a cada uno en su sitio». Magius, el último Premio Nacional de Cómic por Primavera para Madrid, acostumbra a relacionar en sus historias la corrupción y el poder político con la influencia eclesiástica. Esta es una idea que nuestros autores incluso han exportado en sus trabajos para el mercado francobelga. El mejor ejemplo reciente de ello lo tenemos en el éxito de Contrapaso. Los hijos de los otros, de Teresa Valero. Una obra que pone especial hincapié en los desmanes y crímenes de la institución cristiana durante la dictadura franquista.

En ese sentido, En camino, el último trabajo del tándem formado por el guionista catalán Paco Hernández y el dibujante bilbaíno José Ángel Ares, es una perspectiva muy diferente a la que podemos encontrar en la mayoría de obras nacionales. Esta nos muestra un camino alternativo —nunca mejor dicho— a la manera en la que entendemos la espiritualidad y los valores morales heredados de la tradición judeocristiana. Hernández y Ares plantean un fascinante viaje iniciático aunque acotado a una realidad muy nuestra, la del Camino de Santiago, que cada año realizan cientos de miles de personas de todo tipo, condición y procedencia.

Esta ancestral peregrinación ad limine Iacobi —hasta la tumba del apóstol Santiago de Zebedeo, situada en la catedral de Santiago de Compostela— tiene sus raíces en la baja Edad Media y surgió de espaldas a la voluntad eclesiástica. De hecho, la Iglesia no se implicó en ella hasta bien entrado el siglo XI. El origen de esta tradición no deja de ser significativo de cara a entender cómo el seminal fervor y espiritualidad cristiana del Camino de Santiago ha desembocado en una práctica casi secularizada. Un camino al que cada año se apuntan más peregrinos por motivos deportivos, turísticos y de autorrealización, más allá de cualquier creencia.

Este último podría ser el caso de Emma, la entrañable, cándida y proactiva protagonista de En camino. Una treintañera dibujante de cómics con diversos problemas en su vida personal y con una aguda crisis creativa. Todo ello le lleva de manera impulsiva a acometer el reto de completar el Camino de Santiago en su primera toma de contacto con el mismo. Es junto a ella que nosotros también nos ponemos en marcha, paso a paso desde Roncesvalles y con la vista al frente, perpetuamente puesta en Santiago de Compostela.

Hernández y Ares vuelven a conectar de manera íntima palabra e imagen, como ya hicieron en Rosa y Javier, y nos ofrecen una historia que nos traslada con fidedigna emotividad la experiencia real de esta peregrinación. Una obra de autodescubrimiento en la que su protagonista mantiene un sincero y valiente discurso consigo misma a lo largo de todo su camino. Para acabar comprendiendo que «el camino es el que hace las preguntas y el camino es el que da las respuestas». Esa es la clave de una historia que irradia una pura y ancestral espiritualidad, a la par que personal e intransferible. Cada cual tiene un camino que seguir, uno que nadie más puede recorrer pese a que compañeros, amigos y familia lo hagan en paralelo, a nuestro lado.

En camino establece un compromiso con nosotros y nos hace compartir las alegrías y fatigas de unos personajes a los que sentimos cercanos y con los que compartimos metas a lo largo del camino. Ellos nos trasladan sensaciones y reflexiones en cada jornada de viaje, y nosotros les animamos desde la barrera delimitada por las viñetas. Esas incomodidades de los albergues al pie del camino, las agujetas propias de la caminata, los momentos que se pasan entre iguales disfrutando de una buena conversación y un pincho de tortilla y la tristeza al dejar atrás a aquellos que han dejado de ser meros compañeros para convertirse en amigos… Todo ello son vivencias que compartimos.

El guion de Hernández es solvente y sentido, porque pone mucho de sí mismo y nos remite a su propia experiencia recorriendo el Camino de Santiago. No podría tener mejor cómplice a su vera que un Ares que logra hacer verosímil y humana la hazaña, llevándonos por lugares y enclaves míticos de esta ruta, como La Cruz de Ferro de León —el punto más alto del Camino de Santiago—, el Monumento al Peregrino de Pamplona y la propia Catedral de Santiago de Compostela. Así, viñeta a viñeta, vamos haciendo nuestro el peso en la espalda de los personajes, sus ampollas en los pies y la comunión que experimentan al encontrarse a sí mismos. ¡Buen camino y mejor lectura!

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