Andy. Una fábula real

Viaje alrededor de Andy Warhol

Andy

Hay proyectos en los que la forma, la intención y, sobre todo, la ambición suponen factores casi tan importantes a la hora de valorar su éxito como las habituales consideraciones estilísticas, el rigor documental o la capacidad para enlazar diálogos acertados y escenas memorables.

No es demasiado atrevido asegurar que una obra con componentes gráficos que pretenda abordar la vida y milagros de un personaje como Andy Warhol carecería casi completamente de sentido si no incorpora calidades de artefacto, voluntad de juguetona subversión y un decidido espíritu de imprevisible experimentación.

Typex, que es el seudónimo bajo el que publica el talentoso dibujante holandés Raymond Koot, demuestra haber entendido todo esto y, por ello, su interpretación de la aventura vital de Andy Warhol se presenta como algo estimulante a varios niveles.

El primer y más evidente es la propia calidad del tocho que es el volumen que recoge la totalidad de la obra. El exterior busca emular de manera warholiana el packaging de una caja de detergente. Los contornos plateados y la plétora de extras interiores, entre los que destaca la colección ficticia de cromos de los personajes que van apareciendo, empapan desde un principio la obra del mythos de Warhol: cultura popular y objetos de consumo masivo sublimados a la categoría de arte.

Si el continente busca la integración con el mago de las sopas Campbell, el contenido va un paso más allá. Andy es uno de esos cómics que saben explotar las calidades metalingüísticas del medio y trasciende sobradamente el simple relato hagiográfico en formato secuencial para convertir al aspecto gráfico en un elemento más con peso específico.

Que Typex someta su trazo a mutaciones sostenidas, que modifique su estilo a lo largo de los distintos capítulos y épocas de la vida, que varíe las tonalidades y enfatice colores como manera de marcar momentos o emociones es una decisión creativa inteligente y, además, una útil herramienta para marcar ambientes. Las zonas grises, las explosiones de color, las etapas azules… son sutiles (y no tan sutiles) marcadores de momentos de ánimo, atractivas demostraciones de buen gusto y justificados alardes de composición.

No nos engañemos: contar la vida de Andy Warhol es un caramelo envenenado. Será ingenuo quien se quede tan solo con el potencial de sus innumerables anécdotas y su excéntrico modo de vida, y se quedará corto quien confíe en la genialidad del icono norteamericano para sacar adelante su obra. Por sus códigos y su idiosincrasia, por su propio estatus de arte popular, un cómic TIENE que tener una mayor complicidad y entendimiento con Warhol que una película o una novela.

Y quizás por eso Typex tutea al artista en su título. Porque, de principio a fin, este Andy demuestra una comprensión y afinidad con su protagonista que hace que vaya más allá de la competente cronología o la acertada semblanza. Andy es un buen cómic sobre Andy Warhol, sí, porque sabe diseccionar las motivaciones y hechos más importantes en la vida del artista pero, sobre todo, porque es una obra que es puro Warhol. Excesiva a ratos, juguetona otros, acelerada si quiere, melodramática cuando menos se espera y premeditadamente avasalladora como norma general. Y esto, en el manual warholiano para la vida, equivale a los quince minutos de fama que este cómic y su autor se han ganado con creces.

Andy es, además, un cómic-objeto de gran atractivo, un ejemplo perfecto de cómo ejecutar una biografía, un esmerado catálogo de hallazgos gráficos y un manual de estilo para dibujantes de cómic. Si no viviéramos tan pendientes de descubrir the next big thing, de encumbrar la próxima gran novedad, también sería una obra a la que volver repetidamente para descubrir nuevos matices.

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