Annemarie

Viñetas mutantes

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Si hay algo que vale la pena destacar de este cómic es la variedad de registros gráficos que recorre sus ciento sesenta páginas: narración secuencial, inclusión de epístolas, mapas, fotografías y árboles genealógicos, la desintegración incluso del dibujo en algunas páginas… Son estrategias que pretenden hacer honor a los múltiples aspectos que definieron la vida de su protagonista, Annemarie Schwarzenbach (1908-1942), filósofa, periodista, fotógrafa y novelista suiza conocida por la libertad y el inconformismo con que encaró su vida y que materializaron numerosos viajes a lo largo de Europa, América, Oriente Medio y África. Esta constante actividad, que requería de ella una gran fortaleza, tiene aún más mérito si se considera que Schwarzenbach arrastró consigo desde la juventud desequilibrios psiquiátricos y una adicción a la morfina. La paradoja mayor de su existencia radica quizás en el hecho de que, a pesar de intentar suicidarse en varias ocasiones, falleció cuando tan solo tenía treinta y cuatro años a consecuencia de un accidente en bicicleta.

De la literatura de Schwarzenbach ya teníamos noticia en nuestro país gracias a la labor de la editorial Minúscula, que lleva publicando desde 2004 obras suyas, como Muerte en Persia, Con esta lluvia y Todos los caminos están abiertos. Además, en 2006 la editorial Anagrama publicaba la premiada novela de Melania G. Mazzucco Ella, tan amada, que ficciona su vida. Con todo, la diversidad expresiva de la que hace gala Annemarie nos confirma que la historieta tiene una capacidad única para hacer justicia a un legado vital y artístico tan ecléctico como el de Schwarzenbach. Esto no quiere decir que la obra no contenga un núcleo argumental muy reconocible, más allá del relato de vivencias y de su vínculo con la experiencia creadora. Dicho núcleo no es otro que la mirada queer que las autoras, María Castrejón y Susanna Martín, depositan sobre la persona/el personaje, de modo que sus arrebatos y sus crisis toman un giro político radical. Por otro lado, la mezcla de formatos y hasta de géneros —en la estela de la obra plural de Schwarzenbach— tiene el propósito de imbricar la herstory, es decir, la(s) historia(s) olvidadas de las mujeres, recuperadas desde la vindicación, en los modos y maneras de producción con que tuvieron lugar. Existe una dialéctica entre la recuperación de las experiencias de Schwarzenbach y el recurso narrativo, documental o subjetivo según el momento.

Annemarie nos ofrece así un valor añadido, fijar su atención en periodos históricos —los años veinte y treinta del siglo pasado— en los que el feminismo descubría, más allá de los esfuerzos de su primera ola por institucionalizar los derechos de las mujeres, un océano de posibilidades para el crecimiento intelectual, emocional y sexual fuera de los límites de lo normativo. En este aspecto, la obra de Castrejón y Martín está lejos de ser una isla, contribuyendo a profundizar en la concepción de ciertos paradigmas subversivos —en especial, como avanzábamos, lo queer— que hoy por hoy, justo un siglo después, constituyen uno de los caballos de batalla más debatidos del feminismo de cuarta ola.

A nivel estrictamente biográfico, cabe destacar cómo se retrata el entorno social y familiar de Schwarzenbach, de modo que cuanto interpretamos en un primer momento como privilegio de clase, pasa a ser de inmediato una jaula dorada contra la que rebelarse exige un gran esfuerzo de voluntad; para ser, o para no ser, dado que en el viaje, en la irresolución, en el vuelo sin complejos de la escritura acaba por sustanciarse precisamente la identidad mutante de Annemarie.

En este sentido, la misma Schwarzenbach declara que «es cuando ha tenido lugar la unión entre lo que había en mí y lo que me rodea, cuando me ha invadido un sentimiento de unidad feliz (…) Al viajar vuelvo a ser capaz de ver, entender, sentir y sufrir con la profunda emoción del amor, y el sentido de escribir se ha vuelto claro». De la misma manera, es de justicia señalar que Annemarie gana enteros cuando está menos pendiente de la literalidad descriptiva y sus viñetas se abandonan a la visceralidad.

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