Es increíble la cantidad y calidad de mangas que se publican en nuestro país. También lo es la variedad temática que podemos encontrar. Sin embargo, hay una demografía que hasta el momento había brillado por su ausencia: las historias de mujeres mayores de treinta años. Un grupo poblacional que en la sociedad japonesa está condenado, a nivel social, si a esas alturas no se ha casado. Y precisamente de eso habla Akiko Higashimura, con mucho humor ácido, en esta obra.
En 2013 el Comité Olímpico Internacional decidió que Tokyo sería la sede de los juegos en 2020. Aunque en aquel momento nadie imaginaba lo que terminaría ocurriendo respecto a la pandemia, lo que sí ocurrió en Japón fue un estallido social entre las mujeres jóvenes. Quienes vieron la celebración de los juegos como una fecha límite para conseguir todo lo que se espera de ellas socialmente: estar casadas, ser buenas esposas y, si fuera posible, ser también madres. Higashimura, que a nivel personal se ha casado dos veces y ha sido madre soltera durante una época muy complicada de su vida, solo puede ver con horror cómo sus amigas se lanzan a cumplir con todos los estereotipos en los que han sido educadas. Y es ahí donde nace la trama principal de Tokyo Girls.
Este manga está protagonizado por Rinko y sus dos mejores amigas, tres treintañeras que no han tenido nada de suerte en el amor. Con la selección de Tokyo como sede olímpica, y tras una de sus tantas borracheras épicas, Rinko decide que va a encontrar pareja y casarse antes de que se celebren los juegos. Y sus amigas no se quedan atrás. Tras mucho tiempo sin lanzarse al mercado del amor, pronto se dan cuenta de lo difícil que resulta todo cuando parece que se te ha pasado el arroz.
Higashimura plantea una crítica directa a las actitudes tóxicas de sus amigas a través de las protagonistas de este manga. Para ello utiliza a tres personajes en la obra: un joven y guapísimo modelo, que coincidirá con las protagonistas en la tasca a la que van siempre, y a quienes criticará de forma abierta. Y dos tapas: el hígado y la lecha de bacalao. Tapas que las protagonistas siempre piden junto a sus cervezas, y que a partir de cierto punto de embriaguez se convierten en personajes que les darán ciertas dosis de conciencia sobre lo que están viviendo. La autora mezcla en las tramas los estereotipos del amor romántico que suelen leerse en los mangas con la situación realista en la que se encuentran sus personajes. A partir de esa dicotomía, presentada en situaciones algo forzadas, pero extremadamente cómicas en su representación, expone todos y cada uno de los condicionantes a los que están sometidas las mujeres japonesas de esa edad. Y cómo el estrés de lo que se espera de ellas afecta a sus vidas. Precisamente, el modelo las tilda de ser mujeres y si, que en lugar de vivir el momento se dejan arrastrar mentalmente por lo que les gustaría que fuera.
En el apartado gráfico destaca la facilidad que tiene la autora para pasar de un dibujo preciosista, con línea clara y diseños limpios, a una caricaturización extrema cuando la situación (y el alcohol) desborda a los personajes. Higashimura utiliza metáforas visuales muy sencillas, y a la vez divertidas. Si Rinko y sus amigas están teniendo una revelación y se sienten golpeadas por la conclusión a la que han llegado, junto a sus caras de horror se observa una representación clara de sus sentimientos. Golpeadas como si fueran sacos de boxeo, o perdidas en un mar de dudas, literalmente. Lo que potencia tanto la comicidad como el mensaje. Los diseños de personaje, amplios en su variedad, juegan a su vez con los prototipos que suelen aparecer en los mangas de historias románticas, para enfatizar el apartado de condicionamiento a través de la cultura de masas, haciéndolos fácilmente reconocibles no solo por el público objetivo original, sino también por lectores de todo el mundo. La narrativa de este cómic navega entre la comedia absurda y las reflexiones más dramáticas, sin que ello suponga un problema. Ya que a través del humor va quedando un poso crítico sobre los temas tratados.
Higashimura «maltrata» a sus protagonistas poniéndolas en todo tipo de situaciones incómodas socialmente. Sin embargo, gran parte de estas ocurren por la mentalidad con la que se enfrentan a la vida. Mentalidad que viene dada en parte por su educación y por la sociedad en la que viven. De ahí que el mensaje que destila esta obra sea de advertencia para las lectoras japonesas: no es obligatorio vivir así, ni tampoco martirizarse si no se cumplen los designios sociales. De igual forma, les lectores que se acerquen a esta obra descubrirán una parte de la sociedad japonesa que no suele representarse en otros cómics. Si bien esto puede hacer que algunos lectores no sean capaces de empatizar con los personajes, los apuntes personales de la autora al final de cada tomo, así como la amistad entre las tres protagonistas, exponen un punto de vista esperanzador sobre lo ocurrido en el manga. Ya que Higashimura solo quiere dejar una cosa clara, si se nos pasa el arroz, a cualquiera y a cualquier nivel… no pasa absolutamente nada.