Es raro encontrar a alguien que no la conozca. Mejor dicho: a alguien que no reconozca su característica voz. Siri es la inteligencia artificial de esa gran empresa informática con nombre de fruta prohibida; algo así como un asistente virtual cuyo objetivo es facilitar las tareas de nuestro día a día para hacerlo todo más rápido. Siempre dispuesta y amable, atenta a todas las preguntas que deseemos realizarle; incluidas las más incómodas. La invocamos a través de su nombre cada vez que la necesitamos, dialogamos con ella, pero nunca la hemos pensado. Apenas nos hemos parado a fantasear qué vida podría haber a ese otro lado de la pantalla. ¿Quién es Siri?
En Hola Siri, su primera obra larga, Marta Cartu sí le ha imaginado una vida en la que, no por casualidad, hay quienes nos podemos reconocer. En la virtualidad de su mundo, Siri vive en el marco de una precariedad laboral para la que no hace falta gran explicación. A punto de cumplir los treinta, forma parte de esa generación que ha aprendido a convivir con la inseguridad y la angustia de no poder enfrentar un cambio inesperado en su vida. Aquello que el economista Guy Standing conceptualizó como una nueva clase social a la que denominó «precariado». Siri es, además, una mujer. Eso añade una nueva capa de complejidad: a la precariedad laboral y psicológica se suman el miedo a la maternidad no deseada y la humillación de responder con amabilidad a situaciones laborales de claro contenido sexual. Es comprensible, por tanto, que Siri viva en un estado permanente de abatimiento, de desidia. Solo sonríe cuando el trabajo la obliga a hacerlo; el resto del tiempo, somos testigos de su tristeza vital a través de su mirada y del monólogo interior que mantiene gracias a su fascinación por las orcas. Pero si algo ha aprendido también la gene- ración de Siri es a tejer una red de amistades que la mantengan cuerda y a flote. Sin conversaciones trascendentales ni demostraciones de amor interpares: sus colegas comprenden la situación que vive porque, a su manera, también la comparten.
Todo este discurso de reflexión en torno a lo cotidiano, la crisis generacional y el ser mujer, así como la sutil lectura política que se desprende (y que cruza de manera transversal casi toda la obra de la autora catalana), tiene también una traslación directa en la experimentación formal. De hecho, en los fanzines previos de Marta Cartu, y en Hola Siri de manera muy evidente, no se entiende el discurso sin el ensayo con el lenguaje, con los materiales, desde la más pura práctica artística. El contenido y el conti- nente se adaptan y se influyen mutuamente. Por esa razón, para el mundo virtual de Siri, Cartu ha diseñado la lectura de las páginas desde los conceptos de hipertexto e hiperconectividad. Es decir, no hay una línea o un orden de lectura específicos, sino que las viñetas surgen y se conectan en el marco de un espacio concreto: a veces, una retícula de corte informático, que es al mismo tiempo espacio virtual y espacio físico (funciona como dormitorio de Siri); en otras ocasiones, un espacio abierto a colores y formas indefinidas, donde la protagonista piensa, sueña o queda físicamente con sus colegas. Esos espacios habitados e imaginados se llenan, al mismo tiempo, con una paleta de colores inspirada en los tonos corporativos de Siri, que se complementa de forma sensorial con la aparente frialdad de las formas geométricas. Hola Siri se convierte así en un ejercicio de innovación en el que las viñetas devienen en un sistema de ventanas superpuestas que conectan directamente con el imaginario laboral de Siri, al mismo tiempo que nos recuerdan nuestra cotidianidad con los dispositivos móviles. De este modo, Cartu ha conseguido trasladar a la secuencialidad del cómic la relación visual y espacial que establecemos con las pantallas, las redes sociales y los chats de mensajería de una forma que recuerda a la que Richard McGuire estableció con la visualidad temporal en la inspiradora Aquí (Salamandra Graphic, 2021, traducido por Esther Cruz Santaella), obra muy influida, no en vano, por ese «software de las ventanas» que fue creado pocos años antes de su publicación en 1989.
El interés de Marta Cartu por la experimentación ha sido desarrollado ampliamente en una trayectoria forjada en el mundo de la autoedición. La catalana forma parte de esos autores, y especialmente autoras, que han abrazado la libertad que ofrece el fanzine para expandir los límites del cómic o para viajar al mismo centro de su lenguaje. Esa generación no solo comparte una efervescencia creativa, sino que se ve irremediablemente unida por experiencias vitales marcadas por las crisis económicas, acaecidas justo en el momento de entrar al mercado la- boral y asentar su camino. El pesimismo vital, la melancolía o la crítica desde la cotidianidad se dan la mano con grafismos rupturistas y lenguajes hibridados, sobre todo en obras de auto- ras como Nadia Hafid, María Medem o Marta Altieri. Siri representa, de algún modo, a esa generación. Un detalle que convierte a la obra de Marta Cartu, llevada a cabo gracias al programa de Ayudas Injuve para la Creación Joven, en un cómic con cierto toque autoficcional, lo que añade una capa más a su lectura. Una nueva ventana.