¿Pueden los superhéroes cambiar el mundo? Luchan mensualmente con armadas alienígenas, se enfrentan a mafias comandadas por villanos grotescos y se dejan los supernudillos en refriegas contra sus némesis y gemelos malvados. Pero ¿qué pasaría si un superhéroe se enfrentara a problemas globales reales? ¿Y si decidiera que no basta con la lucha contra el crimen, sino que el sistema, en sí, no funciona y/o está corrupto? Algunas obras encumbradas entre las grandes del cómic, se plantearon la respuesta a estas preguntas. A mediados de los ochenta, cómics como Batman: El regreso del caballero oscuro y Watchmen colocaban a justicieros enmascarados en un mundo decididamente real, donde las instituciones gobernantes se desvelaban como un problema a considerar y afrontar. Pero pese a que estas obras fueron inspiradoras para la siguiente generación de autores, poco o nada quedó de esto en el mainstream del género. Y pese a que en ocasiones, aparecían destellos de estas problemáticas reales, de actualidad contemporánea, pocas veces solían ser un tema que definiera el paradigma de las aventuras de un personaje a priori o el espíritu de la formación de un grupo. El mundo seguía siendo el mismo cuando todos los supervillanos quedaban vencidos; esto es, hasta la llegada de The Authority.
Antes de entrar en el ajo, vale la pena echarle un ojo a sus prolegómenos. Porque primero fue Stormwatch, serie creada por Jim Lee en la que sus protagonistas eran una especie de cascos azules de la ONU, con poderes y unas tramas escasamente destacables. Sin embargo, cuando entregaron la serie a Warren Ellis —que ya había bregado en el género superheroico en títulos como Excalibur o Doom 2099— este decidió darle un giro en el tono usando la desaprovechada temática policial-militar que permitía jugar muchas cartas interesantes. Ellis trató a sus personajes como personas, como «superhumanos» sin dar por sentado el aspecto heroico. Tenían actitudes más o menos difíciles de lidiar con las que el lector no siempre se identificaba. También tenían opiniones bastante divergentes respecto a su trabajo de «supermaderos»… Podría decirse que se inspiró en el paradigma de la edad de plata que trajo Stan Lee humanizando a los personajes; pero también les dio puntos del realismo crudo que es firma del británico.
Change or Die fue la historia que colocó los cimientos de The Authority. En ella Stormwatch debía enfrentarse a un grupo de superhumanos que creen que atrapar a atracadores de bancos y ayudar a ancianas a recuperar sus gatos no resuelve los problemas mayores del mundo, por lo que deciden usar todo su poder para combatir problemas sistémicos: deciden acabar con gobiernos corruptos, deponer dictadores, destruir mafias institucionalizadas, acabar con el hambre en el mundo y darle a la gente tecnología gratis. Los poderes fácticos deciden que Stormwatch debe ir a pararles los pies. Y los protagonistas deben enfrentarse al dilema moral de hacerlo o no: de plantearse quien es «el malo» realmente en este asunto. El caso es que Stormwatch fue un poco el laboratorio de pruebas para lo que vendría después y allí es donde Ellis iría introduciendo personajes creados por él mismo que en 1999 formarían parte de la alineación del grupo que nos ocupa.
Algunos de esos siete protagonistas pasaban por ser trasuntos de otros superhéroes por todos conocidos, pero todos ellos tenían particularidades que les hacen muy carismáticos. Ellis incluso se saltaba a la torera las convenciones de vestir de mallas a algunos de estos personajes, que salían a la batalla con ropa de calle y respondiendo a sus nombres de pila. Jack Hawksmoor, por ejemplo, recordaba a Spiderman, por sus cabriolas y escaladas callejeras, pero su poder provenía de los grandes núcleos de población (las grandes ciudades) con los que podía ponerse en contacto como si estos fueran entidades vivas. También estaba la célebre Jenny Sparks, el espíritu del siglo XX, un eco de John Constantine en femenino, con poderes eléctricos y respuestas cáusticas. Engineer era una mujer con nanomáquinas en su sangre que le permitía construir tecnología al instante. El Doctor, una especie de chamán, medio yonqui, medio hippie, medio espíritu de la tierra, con capacidad para transformarlo absolutamente todo. Swift, una pistolera tibetana alada, destacaba por ser uno de los pocos personajes femeninos asiáticos del género que no cumplía con el trilladísimo estereotipo de ninja en bikini; era además, uno de los personajes más antiguos de Stormwatch que llegó a esta formación. Y por fin teníamos a Apollo y Midnighter, versiones poco escondidaas de Superman y Batman, que el autor, dando un golpe en la mesa del mainstream superheroico, revelaría como pareja gay. Algo que solo rara vez había sucedido, y solo en series que no eran cabeceras de las editoriales y con personajes no excesivamente populares.
Así, estos siete se enfrentaban a invasiones de otras dimensiones, alienígenas y supervillanos al uso; pero en numerosas ocasiones también se enfrentaban con el gobierno de los Estados Unidos e incluso acabaron con la ocupación china del Tíbet. Jenny Sparks es conocida por ir siempre vestida con una camiseta con un Union Jack, pero en su primera aparición en batalla con The Authority llevaba en su camiseta un símbolo que recordaba al célebre grafiti de V de Vendetta: toda una declaración de intenciones. El grupo no respondía a otra autoridad que la propia, con la peliaguda cuestión ética de instalarse como autoridad última. El autor nos planteaba, a aquellas alturas, lo que el anquilosado género necesitaba: una renovación del concepto de superhéroe. Para Ellis, sus personajes son ante todo gente normal: follan, beben y tienen opiniones sobre el mundo que esquivan lo políticamente correcto y evitan maniqueísmos. No son juguetes ni arquetipos. Y como personas, se plantean lo que éticamente debería hacer un humano con superpoderes, sin perder de vista la realidad del mundo en el que viven: es decir, Ellis deconstruye el concepto de superhéroe, construye el concepto del superhumano y aplicándole un posicionamiento ético en un contexto realista vuelve al concepto de superhéroe, refundándolo. Y el resultado es The Authority: la búsqueda de lo utópico en un mundo que no lo es.
Por supuesto, esta renovación necesitaba de un dibujo espectacular y llamativo, y ahí es donde entra Bryan Hitch y su estilo «widescreen», es decir, muy cinemático, deslumbrando al lector como si estuviera viendo una película. Hitch juega con panorámicas espectaculares, capturas a un milisegundo de la acción; viñetas enormes de acción pura y dura con fondos absorbentes, peleas dinámicas que mantienen la elegancia y fluidez del combate… Vamos, que los que busquen un mero recreo gráfico también encontrarán solaz y divertimento en sus páginas.
Por si fuera poco, a la etapa de doce números de estos dos autores, les siguió otra igualmente excelente con Mark Millar a los guiones y Frank Quitely a los lápices siguiendo el camino iniciado por sus predecesores. Como broche de oro, me queda recomendar los varios especiales guionizados por Garth Ennis (sello indiscutible de calidad) que no deberíais perderos: Apollo y Midnighter comparten protagonismo con Kev, un soldado inglés de las fuerzas especiales, muy homófobo y bastante torpón, que termina sobreviviendo siempre de pura casualidad. La legendaria habilidad para crear diálogos delirantes del irlandés, repletos de pullas entre Midnighter y Kev (al que nuestro superhéroe vestido de cuero quiere retorcer el pescuezo) os harán reír hasta llorar.