Persépolis

Recuerdos de la revolución y la guerra

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Cuando una niña sueña con ser, no una aburrida princesita más, sino una profeta, nada menos, entonces está claro que ahí tenemos un diamante en bruto. Si además esa niña ha nacido en una familia influyente y en un país y una época en la que presencia una dictadura, una revolución y una guerra, entonces ahí tenemos una historia que sin duda merece ser contada. Es la de Marjane Satrapi, nacida en Irán en 1969 y que en el año 2000, cuando ya residía en París, se lanzó a contar su peculiar biografía en forma de cómic. Inicialmente publicada en cuatro tomos, su acogida internacional fue espectacular, lo que animó a su autora a realizar una película animada que también tuvo una gran aceptación tanto entre el público como entre la crítica. Muchas de las narraciones que más hondo nos han llegado son aquellas que, como Casablanca o Doctor Zhivago, han contado una historia personal con el trasfondo de otra colectiva, entrelazando una y otra. En este caso esa historia colectiva es el derrocamiento del Shá por la Revolución Islámica y las terribles consecuencias que este nuevo régimen traería para millones de iraníes. Y la historia personal, la de esta niña preguntona e irreverente, aficionada a Iron Maiden y que se negaba a cubrirse con un velo.

La familia de Marjane era de clase alta, ilustrada, que apoya inicialmente la revolución creyendo que traerá democracia y libertades civiles, pero no pudo estar más equivocada. Vemos entonces cómo día tras día el nuevo régimen adopta las peores maneras represivas de aquel al que sustituyó, como tantas veces ocurre en las revoluciones. Su vínculo con la religión además lo lleva a inmiscuirse cada vez más en la vida privada de la gente, estableciendo absurdas prohibiciones y exigencias que los iraníes no tardan en encontrar maneras de sortear, como en la producción clandestina de vino en las bañeras o en el mercado negro de casetes de música pop. Pero el estallido de la guerra contra Irak agravó la situación dado que «en nombre de la guerra se eliminó al enemigo interior» y los bombardeos pasaron a convertirse en una terrible rutina. Marjane es muy pequeña pero está dotada de una enorme curiosidad por lo que le rodea, percibiendo una situación que le crea una reacción de rebeldía y angustia. Hasta tal punto que sus padres deciden enviarla a estudiar a Austria por su propio bien.

El choque contra este nuevo entorno no será menos desconcertante. En la pacífica y libre Europa puede escuchar la música que le gusta y vestir a su manera, pero también descubre nuevas costumbres y tentaciones. Esta parte de la narración es muy interesante también por la agudeza e ironía que muestra nuestra autora al retratar una sociedad un tanto frívola y opulenta, de adolescentes colmados de lujos pero que quieren jugar a la revolución. A una revolución que Marjane conoce muy bien, para su desgracia, y que implica muerte y sufrimiento. Es de este duro contacto con la realidad a una edad tan temprana de donde aflora su humanidad, sinceridad y lucidez. No hay en Persépolis poses ideológicas o sentimentales, ni falsedad, ni caprichos o ansia de venganza. Es simplemente una persona contando su historia, la de su familia y la de su país, sin querer omitir nada por incómodo que pueda resultar, y sin renunciar tampoco al humor.

Desde los atentados del 11S el islamismo ha adquirido una extraordinaria visibilidad como inagotable fuente de controversias y foco de noticias, que se ha visto aún más potenciada por las recientes revoluciones en varios países árabes. De manera que, aunque la trama comienza en 1979, todo lo que nos cuenta no puede resultarnos más actual. Pero Marjane Satrapi también habla de vivencias universales como las relaciones familiares, la madurez, el desarraigo, el ansia de libertad y la frustración de cada uno de nosotros, pequeños individuos, ante acontecimientos e injusticias que nos rebasan y escapan de nuestro control… aunque al menos podemos hablar, escribir y dibujar sobre ellas, impedir que caigan en el olvido. Este es un buen ejemplo.

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