Mies

Construir el mundo moderno

PORTADA MIES

La vida y milagros de los arquitectos más famosos no parecen despertar el mismo interés para el gran público que las hazañas de quienes han brillado en otros terrenos profesionales. Y debido a ello, el conocimiento popular sobre las figuras más valiosas de la arquitectura nunca suele aventurarse a adentrarse más allá de la mera fachada, algo verdaderamente grave teniendo en cuenta que se trata de aquellas personas encargadas de construir nuestra sociedad, en el sentido más literal de la palabra. Este desinterés general por quienes levantaron los muros que habitamos también se ha visto reflejado en los medios narrativos: resulta fácil apilar toneladas de biografías que versen sobre los científicos, músicos, inventores, políticos o pintores más notables. Pero en el caso de los arquitectos, la audiencia acostumbra a pasar de largo ante sus desventuras o, si acaso, a imaginarlos como señores grises que estampan rúbricas en los cimientos de los grandes proyectos y nadan despreocupadamente entre billetes. Por todo ello, el repaso en viñetas a la vida de Ludwig Mies van der Rohe que propone Agustín Ferrer Casas resulta tan sorprendente como fascinante. Porque pocos se atreverían a construir un cómic que homenajea tanto como desmitifica a uno de los pilares sobre los que se edificó el mundo moderno.

Mies (1886-1969) fue una de las cabezas que, junto a pioneros como Le Corbusier, Frank Lloyd Wright o Walter Gropius, reinventaron y redefinieron la arquitectura moderna; o el ideólogo del espectacular pabellón alemán para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 y, por extensión, de la icónica silla Barcelona que lo habitaba; el responsable de imaginar una Villa Tugendhat que nació adelantada a su tiempo; el último director de la Bauhaus, la escuela alemana de arte y arquitectura cerrada por un partido nazi poco amigo de las moderneces; y aquel individuo que, entre muchos otros logros, fue capaz de instalar una plaza en medio del Park Avenue neoyorquino, un espacio público sobre el que se levantarían las treinta y ocho plantas de vidrio y bronce conocidas como el Seagram Building. Un genio cuya vida y obra fue estudiada minuciosamente por el dibujante Ferrer Casas tras fascinarse con él gracias a un artículo de la historiadora de arte Anatxu Zabalbeascoa, con el objetivo de elaborar Mies, una biografía ficcionada en forma de cómic sobre uno de los arquitectos más importantes de la historia.

Mies se estructura a partir del relato fraccionado de un anciano Mies van der Rohe que, durante un viaje en avión de regreso a su Alemania natal, desgrana en una conversación con su nieto algunos de los sucesos más importantes acontecidos a lo largo de su vida. Un paseo por la memoria que Ferrer Casas utiliza a modo de herramienta con la que saltar en el tiempo, tejiendo el retrato de un arquitecto virtuoso que proyectaba edificios extraordinarios. Pero también mostrando las sombras que habitaban en aquel sujeto que anteponía el éxito y la satisfacción personal a su relación con el mundo que lo rodeaba. Porque Mies nos descubre al hombre que alcanzó fama curtiéndose a base de superar fracasos y decenas de proyectos que nunca llegaron a tomar forma. Sin embargo la crónica no se conforma con quedarse ahí. Se atreve a dibujar la historia de quien fue capaz de erigir edificios titánicos, monumentos rotundos y casas majestuosas, pero también de derruir las vidas y los sentimientos de las parejas que atrapó en su camino. Un creador tan sincero con la dedicación a su obra como para fundirse durante un proyecto un tercio del presupuesto en un capricho personal: una pared de ónice dorado que nadie había demandado. Y al mismo tiempo, un ser tan canalla como para no lamentar abandonar al hijo de una de sus numerosas amantes. El diseñador de la Casa Farnsworth, cuya dueña creyó que él también estaba incluido en el lote junto a la vivienda. Alguien que a pesar de tratar de mantenerse al margen de la política acabó proyectando y erigiendo un monumento comunista, firmando un manifiesto a favor del Führer y finalmente huyendo de Alemania cuando comprendió que allí no podría volver a construir su obra. Un visionario, un genio, un mezquino, un pionero, un ególatra y un artista. Un ser humano detrás del mito.

Esta biografía ilustrada se beneficia de manera notable del dibujo extraordinario y minucioso que siempre ha definido a Ferrer Casas, trazos capaces de convertir el relato en un detallado catálogo visual de la obra del arquitecto germano-americano. Y su narración se presenta siendo respetuosa con la historia real: el propio dibujante asegura que a la hora de elaborar Mies decidió ceñirse a los hechos, limitándose a dramatizarlos levemente tan solo cuando la fluidez de la trama lo requiriese.

Mies es un cómic inesperado y estupendo, como lo es adentrarse en la vida íntima de uno de los arquitectos más celebrados de la historia y descubrir en ella todo un espectro de tonalidades sobre las que se ha forjado la leyenda. En una de las dobles páginas que habitan en su interior, Casas dibuja el imponente Seagram Building sobre Park Avenue y coloca en la misma estampa un cameo delicioso: el personaje de Holly Golightly, interpretado por Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. Dos mitos monumentales inmortalizados en una misma imagen, o la obra de Mies aupada al lugar que le corresponde: aquel en donde se acomoda entre las grandes estrellas de la función.

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