Los sentimientos de Miyoko en Asagaya

Entre la apatía y la autodestrucción

978841652978

Descubriendo el watakushi manga: decadencia y alienación de un dibujante en Tokio

Los relatos breves que componen Los sentimientos de Miyoko en Asagaya conforman un extraño collage autobiográfico. Lo cierto es que Abe es ya en sí mismo un autor extraño, diferente. Junto a Ōji Suzuki, Seiichi Hayashi y Kuniko Tsurita, pertenece a ese grupo escogido de mangakas que se encuadraron bajo el influyente magisterio de Yoshiharu Tsuge y su watakushi manga («cómics del yo»). Como hicieron Yoshiharu Tsuge y su hermano Tadao en su día, y como también hace Abe en las historias cortas de este volumen, casi todos ellos recurrieron a episodios de sus propias biografías para proyectar una mirada extrañada de la realidad. Y también como ellos, Abe, Suzuki, Hayashi y Kurita desarrollaron buena parte de su producción en publicaciones alternativas, como la emblemática revista Garo, con unos mangas que discurrían entre la experimentación narrativa y cierto simbolismo poético.

Los sentimientos de Miyoko en Asagaya está presidido por un tono decadente y sombrío, por una suerte de pesimismo existencial que empuja a los protagonistas de sus historias a dejarse ir cuesta abajo y malvivir precarias vidas bohemias. Son los hijos de la postguerra, una generación castigada por la desesperanza y los estigmas de una derrota traumática. Las imágenes poéticas de paisajes nocturnos conviven con un diseño de personajes deliberadamente descuidado; un estilo caricaturesco que deforma cuerpos y rostros con la intención de transmitir las emociones particulares de cada instante y situación. El dibujo antirrealista de Abe y su renuncia a una narración convencional en términos de fluidez narrativa consiguen dotar a sus relatos de un lirismo intimista que termina por atrapar al lector dentro de su red de significados e insinuaciones.

Sus historias breves, fragmentarias y profundamente crípticas en su subjetividad, se basan en una contigüidad acumulativa de viñetas, escenas o secuencias más que en una linealidad temporal estricta o vínculos tradicionales de causalidad. «Los sentimientos de Miyoko en Asagaya», el relato que abre el volumen y que le da título, es un buen ejemplo de este «tiempo suspendido» que caracteriza a la narrativa de Abe. Se publicó por primera vez en marzo de 1971 en la revista Garo y se trata de una de sus historias más populares (en 2009 fue incluso llevada al cine). Su protagonista es Miyoko Hatanaka, que terminaría por convertirse en su mujer y será un personaje recurrente en sus mangas posteriores (muchos de sus personajes femeninos están directamente inspirados en ella). La historia, planteada desde el punto de vista de la joven, se acerca más al perfil psicológico expresionista que a la narración de sucesos propiamente dicha. Como si se tratara de un monólogo interior, el relato describe el aburrimiento existencial de la protagonista durante una mañana cualquiera en la que espera sola en casa el regreso del novio ausente.

Miyoko será también la protagonista de «Doble suicidio en Asagaya» y de «Paracaídas», dos historias muy explícitas sexualmente. «Paracaídas» (al igual que otros relatos de esta recopilación, como «Amor» o «Una persona correcta») podría incluso leerse como el reverso de «Los sentimientos de Miyoko en Asagaya»: en él se relatan las andanzas nocturnas y las conversaciones etílicas de Abe con sus amigos, mientras su pareja espera sola en casa los violentos y esporádicos reencuentros sexuales con su novio borracho. No hay autoindulgencia ni autocomplacencia en los mangas autobiográficos de Abe, al revés, su honestidad descarnada proyecta una mirada escasamente amable de sus protagonistas. En relatos como «Pistola» o «Río», por ejemplo, las confesiones sexuales de su autor revelan una naturaleza impúdica, cuando no misantrópica, dentro de un tono profundamente melancólico y decadente.

Así, a base de episodios rutinarios, encuentros ocasionales y revelaciones obscenas de su propia vida sexual, Abe dibuja el perfil de su juventud al mismo tiempo que va modelando su peculiar estética como dibujante de manga gekiga (recordemos que fue Yoshihiro Tatsumi quien introdujo el término a finales de los cincuenta para describir un nuevo tipo de manga adulto). El estilo de Abe se mueve entre el crudo realismo introspectivo de base fotográfica con el que experimentó en algunas de sus primeras historias, como «La espada del ejército» o «Las huellas de un pícaro» (ambas presentes en esta recopilación), y el trazo más esquemático y expresionista de relatos como «Río», «Paracaídas», «Amor» o «Una historia correcta», en los que, apoyándose en una línea nerviosa y gran profusión de manchas y tramas, el dibujo adquiere una deformación grotesca que dota a los personajes de una naturaleza inestable y produce un profundo desasosiego en el lector.

En 1978, Shin’ichi Abe se enroló en una secta (la Asociación del Derecho Verdadero) y, como también le había sucedió a su «maestro» Tsuge, vivió episodios de depresión y experimentó serios problemas mentales (en 1982 le fue diagnosticada esquizofrenia paranoide); trastornos que, agravados por su alcoholismo, afectaron decisivamente a su creatividad. Durante esos años, Abe sufrió un apagón creativo y vivió un ostracismo que le tuvo casi una década apartado del dibujo. Reapareció tímidamente en los años noventa, aunque fue con el nuevo siglo cuando editores, dibujantes y aficionados finalmente reivindicaron su figura.

La edición española de Gallo Nero incluye diversos apéndices que incluyen una breve biografía de Abe, un listado comentado de sus mangas más populares y un interesante análisis del personaje y su obra a cargo de Mitsuhiro Asakawa. Materiales que, sin duda, ayudarán al lector a acercarse a la personalidad y la obra de un autor fascinante, pero lleno de sombras.

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