Son muchos los creadores que han querido ver en el fútbol un pequeño teatro en el que se representan algunos de los trances que marcan la vida de las personas: la ansiedad por el triunfo, la oportunidad, la toma de decisiones; la gloria de la victoria, la indiscutible belleza de la derrota; también el apego irracional a lo que uno siente como propio. Todo ello explica que Las edades de la rata de Martín López Lam (Lima, 1981) empiece y finalice con un partido de fútbol. Isidoro, uno de los protagonistas, asiste en un bar a una nueva derrota de la selección peruana que, un año más, se queda fuera del campeonato mundial. En unos días, a Isidoro le ofrecerán un trabajo en un banco, eso que se conoce como «un buen trabajo», de los que permiten construir a su alrededor un proyecto de vida. El joven pasará unos días deambulando por Lima: la ansiedad por el triunfo, la oportunidad, la toma de decisiones. Finalmente reunirá algo de dinero y se marchará a Europa. Como en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, novela de sabor muy semejante al de este cómic, conoceremos su historia a través de los testimonios de quienes coinciden con él. Vivirá en Barcelona primero y en Roma después, subsistirá con trabajos de poca monta llevando una vida quizás demasiado gris para que podamos considerarla bohemia. Regresará transformado, irreconocible.
En paralelo, López Lam dirige nuestra mirada hacia la situación de los emigrantes de origen asiático que se asentaron en Perú a partir de finales del siglo XIX y cuyo esfuerzo por encajar en la sociedad que los acogió es casi una imagen invertida del extrañamiento en tierra propia que siente Isidoro. A través de las vivencias de un grupo de inmigrantes procedentes de China y de las de las familias autóctonas con las que establecen vínculos, el autor va dando testimonio de algunos de los momentos más complicados por los que atravesó el país andino durante la primera mitad del siglo XX, una época de plagas y lenta superación del subdesarrollo que desembocó en la guerra con Ecuador en 1941. De nuevo, se dejan sentir las influencias literarias de López Lam, que adopta los tics narrativos del realismo mágico pero lo hace con un manierismo en el que se intuyen intenciones irónicas.
López Lam llega a Las edades de la rata tras una trayectoria marcada por la diversidad. Tanto sus monografías (Parte de todo esto, Sirio) como su producción breve dispersa en una variedad de volúmenes autoeditados, revelan el deseo de buscar asociaciones entre la narratividad de la historieta y la fuerza expresiva de la ilustración. Puesto que la obra de un editor es el catálogo de títulos que ha publicado, no parece inapropiado mencionar también su trayectoria como fundador de Ediciones Valientes, modesto proyecto editorial consagrado a dar visibilidad y permanencia a algunas de las voces más destacadas del actual panorama del fanzine y la autoedición. En su sello han publicado Andrés Magán, Silvia Rocchi, Roberto Massó, Andrea Ganuza, Berliac y otros muchos autores que, como él mismo, crean desde la tranquilidad de los márgenes y con una visión transformadora del cómic.
El desafío al lector y la pulsión innovadora están también presentes en su nuevo trabajo, donde no faltan imágenes abstractas y un acabado formal coriáceo en el que no es fácil penetrar. El dibujo es grueso y arisco, los colores antinaturales y no excesivamente armoniosos. Incluso un trabajo argumentalmente esquivo como Sirio contenía una propuesta gráfica mucho más acogedora. Y sin embargo, el relato se acoge también a una narratividad más convencional, a una linealidad perfectamente inteligible a pesar de la coexistencia de dos líneas temporales. No solo eso. Frente a la ironía y el afán iconoclasta que suelen predominar en las ficciones contemporáneas, especialmente las de vocación más rupturista, el autor se atreve a abordar cuestiones relacionadas con la naturaleza humana y lo hace con sinceridad, sin imposturas. Las edades de la rata se nos revela así como un trabajo complejo y ambicioso, con el que López Lam sigue afinando su discurso creativo y dando forma a una de las obras más personales y poliédricas de la historieta actual.