Invencible

La esencia del superhéroe

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Durante más de quince años Robert Kirkman nos ha tenido enganchados a la vida de Mark Grayson, también conocido como Invencible. Desde luego, ese es el mayor elogio que se le puede hacer a un cómic de superhéroes, ya que se trata de un género fuertemente centrado en su componente serial, donde una de las claves del éxito de una colección es su capacidad de crear, en el lector, un apego por los personajes que desemboque en el deseo de leer una nueva entrega de una determinada serie. En ese aspecto, en el de la construcción de la serialidad, Kirkman es un auténtico maestro, ya que tiene la capacidad de extender sus historias a lo largo de los años sin perder el interés y, sobre todo, sin que su capacidad para sorprender al lector se vea afectada por el paso del tiempo. Si a este magisterio narrativo le unimos un amor incondicional por los superhéroes, estamos ante una obra que cualquier lector de este género no se debe perder y que, por otro lado, es ideal para que los no habituales en esto de los personajes con poderes puedan comprobar que, dentro de los superhéroes, se pueden realizar grandes historias manteniendo todos los componentes esenciales del género.

Porque Invencible tiene todos los ingredientes que se le pueden pedir a un cómic de superhéroes: grandes batallas con supervillanos, multiversos, invasiones extraterrestres, conflictos a nivel cósmico e, incluso, algo tan inherente al género hoy en día como son las conspiraciones gubernamentales. Pero, sobre todo, lo que podemos encontrar en Invencible son grandes personajes, no solo por la magnificencia de sus poderes, sino por la solidez con la que están construidos. Personajes con grandes poderes, pero con debilidades, cuya vida se va desarrollando delante de los ojos del lector. Porque este es otro de los elementos claves del género desde la revolución que supuso la aparición de los cómics Marvel allá por la década de 1960: los cómics de superhéroes deben com- binar los relatos más grandes que la vida con los pequeños detalles cotidianos. Y en este aspecto, Kirkman también es un maestro. Durante estos quince años hemos asistido a todo tipo de batallas espectaculares dentro y fuera de la Tierra, pero, sobre todo, hemos vis- to crecer y madurar al personaje de Mark Grayson y al resto del elenco de protagonistas. Porque, no hay que engañarse, lo que nos lleva a lanzarnos a la librería especializada a la búsqueda de una nueva entrega de nuestro superhéroe favorito no es solo la trama superheroica espectacular de turno, sino, incluso en mayor medida, el conocer lo que sucede en su vida, una vida que, si está bien construida, como es el caso, sentimos como próxima con el paso del tiempo.

En realidad, en todo esto, Kirkman no inventa nada. Se podría decir perfectamente que Invencible, al menos en sus inicios, es una mezcla de la juventud e inocencia del primer Spiderman con los poderes y algunos otros elementos, como el origen extraterrestre de Superman. Incluso tenemos en los comienzos ese evento traumático, tan típicamente superheroico, la traición de alguien cercano, que lo desencadena todo. Sin embargo, la maestría del guionista permite siempre dar un giro a todos los elementos ya conocidos. Un ejemplo válido es, precisamente, ese evento traumático, que no deja de mostrar el efecto de la gran responsabilidad que supone un gran poder, pero que, en este caso, no es la muerte física de un ser querido, sino la espiritual, en forma de traición. Esto le da, si es posible, un peso traumático mayor, porque permite que la sombra del padre sea una presencia constante en los inicios de la serie, pero, además, que esa figura paternal también tenga su propia evolución y su posibilidad de redención. Esta relación paternofilial ejemplifica lo que es la base de la narrativa de Kirkman: tomar elementos tradicionales del género de los superhéroes y dar- les una vuelta con el fin de sorprender al lector. Lo que no es sencillo es mantener fresca esta fórmula durante tanto tiempo y en el logro de este objetivo es donde está la clave del éxito de Invencible.

Aunque lo comentado anteriormente tiene que ver con la construcción narrativa de la historia y muestra el papel primordial que juega la figura de su guionista en su éxito, es importante reseñar como elemento significativo la coherencia gráfica que mantiene la serie a lo largo de estos quince años. En este tiempo, solo dos dibujantes han participado en la misma: por un lado, su creador, Cory Walker, y, por otro, Ryan Ottley, quien se encarga de la mayor parte de los 144 números originales de los que consta la colección. Dos dibujantes que sin ser grandes superestrellas han sabido captar perfectamente la esencia de la historia propuesta por Kirkman y cuya fidelidad a la misma han sido claves para mantener la lealtad del lector, en un género en el que uno de sus problemas actuales es la rapidez con la que se produce la rotación de sus equipos creativos. Con su dedicación constante, Kirkman, Ottley y Walker han conseguido lo que debería ser el objetivo de todos los cómics de superhéroes: construir una historia serial coherente que permita al lector crecer con sus personajes. Esa es la esencia de lo que debería ser una buena serie de superhéroes y eso es, sencillamente, lo que es Invencible. Que no es poco.

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