Celestia

Venecia inmortal

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Mi nombre es «niño», pero en el futuro me llamarán «hombre». Y luego tendré otros nombres, alguno de los cuales aún no se han inventado.

Cuenta Manuele Fior que la Venecia real fue soñada. Es una ciudad diseñada, no una isla de verdad, como podría ser Capri. Venecia es el sueño de un hombre de construir una ciudad donde no había nada más que agua. Con Celestia, la cuarta novela gráfica que se publica en nuestro país de este artista de Cesena nacido en 1975, Fior vuelve a la ciudad que le vio crecer como graduado en arquitectura, profesión que abandonaría por la de fumettista tras practicarla una temporada en Berlín. Aunque su Celestia es una Venecia onírica. Como él mismo reconoce para la revista Minima & Moralia: «Una vez que me he apropiado de la gramática visual y arquitectónica de Venecia, cuanto más se avanza, más me invento completamente el paisaje, que no se corresponde con la Venecia real. Los imaginé por cómo me interesaban, por cómo me servían. A fin de cuentas, todos los elementos que usamos para crear una historia son intuiciones o cosas reales que luego reorganizamos por completo. Así que al final me gustaría decir que casi nada de la Venecia original permanece en Celestia».

Celestia, como La entrevista (Salamandra Graphic, 2021) o algunas historias de Blackbirddays (Fantagraphics, 2018) suceden en el futuro. Pero no se trata de un futuro de ciencia ficción repleto de viajes interestelares, sino de un futuro más introspectivo, filosófico y onírico, el mismo que podemos encontrar en obras como Stalker (1974), de Andrei Tarkovsky, o La fuga de Logan (1976), de Michael Anderson. Con la primera comparte esa fijación por un nuevo estadio de la humanidad. Los protagonistas de Celestia, Dora y Pierrot, comparten un nexo telepático, aunque ella le tiene miedo y se siente como una víctima, mientras que el nihilista Pierrot decide renunciar libremente a él. Los dos personajes son como la dos caras de una misma moneda que irán comprendiendo su lugar en el mundo al salir de los muros de Celestia para enfrentarse a la realidad de un nuevo mundo postapocalíptico. Aquí entra la comparativa con el film de Anderson con el excelente guion de David Zelag Goodman, donde una pareja con sus traumas del pasado se enfrenta a un mundo exterior que apenas comprenden, donde los adultos intentan conservar la historia antigua y los niños están a punto de reinventar la idea de humanidad.

Celestia se publicó en Italia en dos tomos entre 2019 y 2020, y nació, como muchas historias de este fumettista italiano, sin saber muy bien hasta dónde llevaría la trama. Fior parte de un am- biente, de una atmósfera y una paleta de colores con un claro panorama climático (frío, calor, húmedo) y narrativo. En esto se parece mucho a su compatriota Lorenzo Mattotti, aunque Fior no es tan impresionista como el autor lombardo. Celestia puede recordarnos a Fellini en su uso de la narrativa onírica: «Me siento muy cómodo reproduciendo estos mecanismos oníricos en mis cómics. En casi todos mis relatos hay una parte que pertenece a esta esfera, que se hunde en el magma del subconsciente y saca a la superficie cosas que no conocemos ni solemos saber de nosotros». Con Celestia fue un paso más allá, dejando que la naturaleza de la historia le guiase, como solía hacer Fellini u otro gigante de la historia del cómic, Moebius. Hay mucho del Jean Giraud más psicodélico en las páginas de la última novela gráfica de Manuele Fior. El mismo autor reconoce el libro Venecia celeste del francés como una de sus máximas influencias, aunque también se ha colado en su ciudad inventada

las ilustraciones de Las piedras de Venecia (1851), del crítico inglés John Ruskin, donde comentaba piedra por piedra los principales monumentos de Venecia, Torcello y Murano. Fior, fiel a su educación arquitectónica, ha reinventado el futuro de la ciudad de los canales, pero también de una humanidad que se niega a cambiar enceEsrrándose en su pasado sin posibilidad ni atisbo de futuro.

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