Más allá del centro, de los barrios gentrificados por hipsters y turistas, más allá de las afueras residenciales de los unicornios de clase media, allí en lo que conocemos como el extrarradio de nuestras ciudades, zona muchas veces olvidada y que solo suele aparecer en los medios como fuente de conflictos pero en realidad está llena de vida, justo allí es el escenario por el que se mueven los protagonistas de las historias de Carne de cañón. Aventuras de personas humildes que intentan sobrevivir y soñar, como el Kilian, la Yanira, y el Jose, tres hermanos que juegan a películas tan intensamente que uno de ellos se abre la cabeza con una mesa y tienen que acudir al hospital sin que se entere su madre en el trabajo. Así que hay que tirar de los vecinos heavies del segundo, que en Urgencias se lían un poco con las pastillas. O salen con los colegas por el descampado y acaban entrando en una fábrica abandonada y huyendo de un yonki colgado. En fin, la vida en el barrio siempre está llena de sorpresas y aventuras. Y Aroha Travé las sabe contar como nadie, sacándoles todo el jugo desde un punto de vista de la infancia con el que reírse de muchos de los absurdos de la cotidianidad de los barrios obreros de verdad. Travé ha llevado el espíritu de El pequeño Nicolás o de Manolito gafotas a la realidad social de nuestro días, y para ello se ha inspirado en el underground más beligerante de los ochentas. Todo un homenaje al gamberrismo y a la crítica social que llenaba las revistas de aquellos años, como El Víbora, a las que Travé hace homenaje directo en este tebeo.
Un retorno al underground, a la sátira directa que resuena otros tiempos pero que Travé sabe destilar para adecuarla a nuestros días, lejos de ser un ejercicio de nostalgia. Y es que aunque la situación en el extrarradio tiene muchas similitudes entre aquellos 80 y nuestros días, ahora el extrarradio esté quizás más lejos del centro de la ciudad, y la sociedad ha cambiado tanto como la tecnología, y todo eso se ve reflejado en el tebeo de Travé. Contra la demonización de la clase obrera, que ya denunciaba el escritor Owen Jones hace unos años, la autora presenta una historia protagonizada precisamente por esa clase popular demonizada, y consigue hacernos reír con ellos, pero no de ellos, porque en todo momento la autora está defendiendo la dignidad del extrarradio, empoderando a la clase obrera, a sus hijos, verdaderos supervivientes en una época de crisis que ha hecho más ricos a los ricos, y más pobres a los pobres. Pero también hay empoderamiento feminista en la figura de la madre, soltera, trabajadora y capaz de llevar a tres críos ella sola, una fuerza de la naturaleza. Y es que el feminismo también se defiende desde abajo. Se añade la denuncia a los abusos sexuales, de cualquier época, o a la defensa de las diferentes identidades sexuales, a cualquier edad. Como quien no quiere la cosa, entre chistes y aventuras, el trasfondo de denuncia social que transmite Travé en Carne de cañón es patente y potente. Utilizando el humor como una de las mejores herramientas para transmitir ese mensaje: primero reír para luego reflexionar.
Todo ello con un formato que también sorprende, optando por una tamaño de libro pequeño, que recuerda al habitual de los tomos de manga. En cada página solo aparecen dos viñetas prácticamente cuadradas, y con ello controla el ritmo de las historias, de forma que el lector queda atrapado entre gag y gag. Con un dibujo en estricto blanco y negro lleno de detalles; los trajes de los heavies, las pintadas de las calles, la alfombra de carreteras del Ikea, o esa bolsa de plástico agujereada para que el Jose no se manche cuando le cortan el pelo. Detalles de una realidad popular que también están presentes en los textos, en los que los personajes se expresan con errores, con acentos diversos, con sus propias palabras, con su propio idioma, el del barrio. Travé construye un tebeo atento a todos los elementos que transmite autenticidad por los cuatro costados, y esa realidad es capaz de llevarla de forma natural hacia el absurdo y la sátira. Toda una joya y una grata sorpresa esta primera obra larga de la joven autora, un divertido alegato a la clase obrera, que se añade con honores a las que han contribuido a la gran tradición por ese género que existe por estos lares.