Blacksad 6. Todo cae. Primera parte

Todo está en Shakespeare

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Lo que antes fueron castillos, guerras y reyes ahora son obras públicas, corrupción y altos cargos empresariales y políticos. Resulta innegable reconocer la anticipación de los temas, recursos y tramas del género negro en las tragedias clásicas de Shakespeare. Asesinatos llevados a cabo por celos, venganza u oscuros intereses. Tramas de poder y ambición. Traiciones a tutiplén. Same shit, different century, si me permiten el parafraseo de la popular expresión. Tal vez por eso mismo, que el sexto álbum de Blacksad, la primera parte de Todo cae, arranque con su protagonista disfrutando junto con Weekly, su fiel escudero, de una puesta en escena del Shakespeare in the Park es toda una declaración de intenciones.

Será durante (y tras) la representación de esa Tempestad cuando John conocerá a Iris Allen, y Weekly a Rachel Zucco, realizándose los dos primeros movimientos de una partida aparentemente trivial que, sin embargo, llevarán a terribles consecuencias que harán bajar a la tragedia desde el artificio del escenario a la verdad del asfalto neoyorquino. Por un lado, John será contratado por Kenneth Clarke, presidente del sindicato de trabajadores del metro, para encontrar a un sicario de la mafia de las comadrejas. Por el otro, Weekly se verá impelido a realizar un reportaje sobre la figura de Solomon, poderoso «servidor público» (sic) interesado en que los coches inunden la ciudad y desaparezca el transporte público. Teniendo el dos más dos, ustedes mismos podrán hacer el cuatro resultante en esta Nueva York en construcción.

Sí, Nueva York. Porque tras un periplo por distintos y variados escenarios a lo largo de los últimos álbumes, John Blacksad vuelve a las calles que le vieron nacer. A sus calles. Una vuelta a los orígenes no solo geográfica, sino también, como apreciará el lector a medida que devore las páginas, en el propio tono de la historia. Blacksad recupera así su esencia más chandleriana en la Gran Manzana, el ambiente urbano por antonomasia, llevándonos por lujosos rascacielos, animadas calles, puentes en construcción, peligrosos túneles y clásicos bajos fondos en una trama que hará las delicias de los amantes de novelas como El sueño eterno o películas como Chinatown, pero también de las tragedias del Bardo.

Porque son dos obras de Shakespeare las que acompañan a Blacksad al inicio y final de esta primera parte de Todo cae. Dos piezas, La Tempestad y Macbeth, que gracias al buen oficio de Juan Díaz Canales no quedan en meros telones de fondo de la historia principal. El lector interesado podrá reconstruir en segunda lectura un concienzudo juego de espejos entre lo que se cuenta sobre el escenario y lo que acontece fuera de él, recurso llevado a la excelencia en el desenlace de este cómic con un juego de alternancia entre la tragedia shakesperiana y la blacksadiana. Contrapuntos que, más allá de dotar de gran dramatismo a lo que sucede con los destinos de John, Weekly o Iris, apuntalan lo que promete ser una segunda parte cargada de intensidad emocional.

¿Segunda parte? El lector habitual de los casos de nuestro detective felino tal vez se sorprenda ante la primera ocasión en que, al pasar la última página de su Blacksad, no conozca el desenlace de la historia. Sin embargo, la solidez del guión a manos de Canales no da pie a ningún decaimiento en la trama ni, por supuesto, a fórmulas baratas para estirar el chicle más de lo necesario. Todo cae, como cualquier otro álbum de la serie, serviría perfectamente como modelo de guion que estudiar en cualquier clase de narrativa. Su manera de introducir los nuevos personajes es sutil y nada forzada, las tramas fluyen con la elegancia habitual (se agradece esa profundización en los intereses e inquietudes de Weekly) y los giros, revelaciones y sorpresas están justo don- de tienen que estar. Ni una viñeta antes ni una después: justo en su lugar.

Y qué decir del reconocible estilo de un artista de la talla de Juanjo Guarnido. Cada página es un pequeño homenaje al dibujo y el uso del color a la hora de plasmar un documentadísimo mapa del Nueva York de la época. Cada página, por qué no decirlo, vuelve a ser por sí sola un auténtico objeto de coleccionista para el aficionado al virtuosismo, sin que por ello desencaje con la historia a la que acompaña, convirtiendo la lectura de esta obra en un auténtico goce sensorial. No cuesta nada entender que Blacksad sea una de esas obras que convierten a los nuevos lectores en lectores habituales de cómic. El rey está muy vivo. Larga vida al rey.

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