The Shaolin Cowboy 3. ¿Quién pondrá fin al reinado?

Budismo, violencia y cerdos volando

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No es muy habitual que un dibujante norteamericano comience su andadura profesional en el mercado francófono. Sin embargo, ese fue el caso de Geof Darrow, que publicó sus primeros cómics en Francia de la mano de Moebius, al que había conocido unos años antes cuando trabajaba para una empresa de animación. Cómics de aquella etapa, como los recopilados en el volumen Bourbon Thret, traslucen la indiscutible deuda de Darrow con los grandes nombres del cómic europeo: colores antinaturales que remiten al propio Giraud/ Moebius, un sentido del espacio que recuerda a un estilista de la línea clara como Joost Swarte e incluso referencias directas a artistas como Yves Chaland o Peyo.

Darrow ha ido creciendo a partir de este cúmulo de influencias, incorporando a un inconfundible estilo propio lo que hasta entonces había ido tomando de aquí y de allá, pero lo cierto es que en estos casi cuarenta años apenas se ha desviado del camino trazado en sus inicios. En aquellas primeras páginas estaba ya su concepción del cómic como artefacto lúdico en el que premisas argumentales minúsculas desencadenan exuberantes espectáculos visuales. Algo parecido le pasa a su dibujo, hoy más personal y sofisticado que entonces, pero fácilmente identificable con el de sus orígenes. No sorprende, por tanto, que el protagonista de Bourbon Thret fuera una especie de versión preliminar de la que a día de hoy consideramos la creación por excelencia de Darrow, Shaolin Cowboy, un personaje que parece haber surgido del impulso infantil de juntar dos categorías que por separado molan (un maestro en artes marciales y un pistolero del salvaje Oeste) y del que apenas sabemos que es parco en palabras, que tiene buen apetito y que es una máquina de matar imparable. Si personajes como Hellboy o Savage Dragon encarnan la personalidad artística de Mike Mignola y Erik Larsen, las aventuras de Shaolin Cowboy representan fielmente el programa creativo de Darrow. En su primera aparición en 2004 quedaron establecidas las premisas narrativas alrededor de las que se construye la serie: sinsentido, humor y violencia. A partir de ahí, Darrow ha ido subiendo la apuesta con cada nueva entrega.

¿Quién pondrá fin al reinado?, tercer tomo recopilatorio de la cabecera, recoge los lugares comunes de las entregas anteriores y los lleva un paso más allá. El vaquero shaolin despierta malherido en algún lugar del desierto norteamericano rodeado de cadáveres eviscerados, los zombis que exterminó en su aventura anterior. Antes de que pueda recuperarse de sus heridas, tendrá que enfrentarse a un hatajo de rednecks, a un cerdo del tamaño de un camión y a su archinémesis, el Rey Cangrejo, ahora con poderes de control mental. Una vez más, el lector se verá inmerso en un carrusel de muertes estilizadas y artes marciales imposibles con sangre fluyendo a borbotones hasta alcanzar un final que bien puede ser la casilla de salida de la próxima entrega. Como en un videojuego, la serie avanza en línea recta sin apenas sensación de progreso.

Es frecuente relacionar el fenómeno de la estetización de la violencia en los medios audiovisuales con el avance tecnológico, como si la capacidad técnica para reflejar con mayor exactitud y realismo la violencia y sus efectos generara la necesidad de hacerlo. En el caso de Darrow, su indiscutible talento para llenar las viñetas de detalles desempeña un papel semejante al de la imagen hiperrealista, lo que explicaría que haya encontrado en la violencia coreografiada el cliché narrativo más adecuado para su estilo. Conviene recordar además que ¿Quién pondrá fin al reinado? vio la luz en Estados Unidos en 2017, cuando la era Trump daba sus primeros pasos. La Norteamérica real empezaba a parecerse sospechosamente al retrato distorsionado que Darrow había ofrecido en entregas previas y el autor no pudo resistirse a enviar en su nuevo cómic algunos recados maliciosos al nuevo presidente y sus votantes.

No obstante, sería engañoso entender The Shaolin Cowboy como un simple ejercicio de humor cafre. Más allá de la violencia estilizada y de la sátira corrosiva, los principales hallazgos de Darrow en el conjunto de su obra y, muy especialmente, en sus trabajos como autor completo tienen que ver con su técnica narrativa, sobre todo con la tensión entre la escasez de texto, que invita a una lectura rápida, y el exhaustivo detallismo del dibujo, que obliga a una minuciosa decodificación de la enorme cantidad de información que encierra cada viñeta. La narración de momentos fugaces mediante secuencias largas recuerda al uso de la cámara lenta en el medio audiovisual, de nuevo un tópico de la hiperviolencia cinematográfica. Los estudiosos de la compleja relación entre el ritmo narrativo y el ritmo de lectura en el cómic tienen en la obra de Darrow un material de análisis privilegiado.

Geof Darrow ocupa una posición peculiar en el contexto estadounidense, en el que es percibido como un autor con una sensibilidad próxima al cómic europeo. Con los años ha conseguido imprimir un sello personal a su obra, que avanza en paralelo a la corriente mayoritaria en el mercado norteamericano y ocasionalmente se cruza con ella. The Shaolin Cowboy ofrece una oportunidad inmejorable para adentrarse en su extravagante universo creativo y apreciar su exuberante talento gráfico.

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