En 2004, con la revista de historietas viviendo prácticamente sus últimos días, el semanario de humor El Jueves realizó una ambiciosa apuesta por el cómic infantil. Bajo la cabecera Mister K, autores como José Luis Agreda, Josep Busquet, Luis Bustos, Bernardo Vergara, Kiko Da Silva o Albert Monteys retomaron lo mejor de la escuela Bruguera incorporando elementos del manga que había irrumpido con fuerza en los años 90. A pesar de la calidad de la nueva revista, su ritmo de publicación fue irregular y no superó los sesenta números. Entre las series más celebradas destacaba con luz propia Carlitos Fax, de Albert Monteys.
Monteys, que ya había publicado Mondo Lirondo formando parte del colectivo La Penya, era uno de los mejores valores de El Jueves. En su trazo cabían influencias tan diversas como Jan o Robert Crumb, la BD de humor de los años sesenta, la frescura de los dibujos animados de la primera Cartoon Network o el descaro del primer Toriyama. Además atesoraba un talento innato para el gag visual y un ojo crítico para retratar la sociedad, que ya venía desarrollando con éxito en la serie Tato de El Jueves.
Carlitos Fax, como bien explica el propio Monteys en este volumen recopilatorio que publica Caramba, fue un reto no solo por el público al que iba dirigido, sino por la trayectoria de la propia revista Mister K, cuya periodicidad pasó de semanal a mensual con el correspondiente cambio de número de páginas. En dos, tres o cuatro planchas, se nos cuentan las desventuras futuristas de un robot que ejerce de máquina de fax en la redacción de un periódico, La Voz de Andrómeda. Carlitos, cuya función telemática es irrelevante incluso para el propio autor, es un periodista frustrado que intenta por todos los medios que su jefe le dé una oportunidad a pesar de su innata torpeza. Como si se tratara de un Antonio García Ferreras robótico o una versión posmoderna del repórter Tribulete, Carlitos Fax ejerce un periodismo compulsivo y animoso que es el principal desencadenante de gran parte de las historias. Su rivalidad con el periodista estrella Flash Norton, un claro homenaje a Cowboy Henk, precipita las tramas al desastre cuando los dos personajes compiten por hacerse con la mejor noticia. Como epílogo, la historia suele cerrarse con el titular sensacionalista de la noticia en cuestión. No obstante, dependiendo de la extensión de la historieta, la estructura se vuelve más flexible y Carlitos abandona muy puntualmente el ámbito del diario para el que trabaja y viaja a otros planetas o simplemente vive peripecias más cotidianas.
Al tratarse de una serie que transcurre en un universo de retrofuturismo interplanetario, Monteys vuelca todo tipo de referentes pop en cada una de las historietas. Kaijus, robots gigantes, invasiones alienígenas, mad doctors, gorilas parlantes, videojuegos o hasta Furbys sirven para que Albert Monteys reflexione sobre la sociedad en la que vivimos, como en todo buen relato de ciencia-ficción. Si bien el tono es amable y ligero, la lectura esconde continuas dobles lecturas sobre conflictos generacionales, la moda, la política, el consumismo, los memes de Internet o el propio periodismo actual, que recibe más de un merecido palo. Es Carlitos Fax el antecedente directo del Monteys actual, un creador que con su cómic digital ¡Universo! o, el todavía inédito en España, Solid State (junto a Matt Fraction), representa lo mejor de la ciencia-ficción distópica contemporánea.
Carlitos Fax supone no solo un buen reflejo del final de una época del cómic nacional, sino también una excelente punto de partida para que todo tipo de lector conozca a uno de nuestros mejores autores de hoy.