Ha llegado la Navidad al bullicioso bosque de El lobo en calzoncillos, pero este año no hay nieve. Así da inicio este sexto álbum de la serie, que en esta ocasión se trata del casi obligado tomo navideño que toda serie infantil parece necesitar. Pero, sin perder el tono que ha tenido en todos sus números, ese inicio con segundas sobre el cambio climático ya sirve de aviso de lo que viene a continuación. Tomando como base el clásico cuento de El cascanueces, este se transforma en El cascaavellanas, en referencia al que es uno de los alimentos más apreciados del bosque, y dándole ese giro social que se espera en las aventuras de El lobo en calzoncillos.
Así los habitantes del bosque están ocupados en sus compras navideñas, especialmente de avellanas, de las que hay grandes, baratas y muchas, o hay de las tradicionales, que son más pequeñas, caras y escasas. El lobo en calzoncillos recibe como regalo un cascaavellanas que en sueños le hará llegar al bosque prohibido para descubrir que esas avellanas más baratas son producidas en masa por unos baobabs injertados y dopados y recogidas por animales del bosque explotados. Algo que obviamente no va a permitir nuestro héroe en calzoncillos.
Un héroe que tiene mucho de antihéroe, con un nuevo giro a esa tendencia en las historias infantiles contemporáneas en la que los tradicionales malvados son convertidos en los protagonistas, simpáticos y adorables. Aquí El lobo también deja de ser feroz para ser un peral dibujo, y con la colaboración artística siempre acreditada de Paul Cauuet (Toulouse, 1980) —con el que Lupano realiza la también irreverente y exitosa serie de Los viejos hornos— no ha dejado en ningún tomo de tocar algún tema social de forma directa y muy posicionada. Desde el uso del miedo a lo desconocido para el control social, el tratamiento de las dis- capacidades, el consumismo y las modas, o la protección de los más débiles y la gestión de las desigualdades. Siempre desde un punto de vista crítico, que algunos pueden llegar a considerar anticapitalista y revolucionario. Pero que en realidad no dejan de ser planteamientos de puro sentido común —de comunidad—, que ya eran el centro de tesis socialdemócratas más centradas y nórdicas tampoco hace tanto tiempo.
Sin intención de causar una revolución infantil, lo que está claro es que los argumentos de los tebeos de Lupano e Itoïz sirven para concienciar sobre los problemas del capitalismo neoliberal y, sobre todo, para poder explicarlos a los más peques, a los que a veces argumentar ante sus preguntas lo que oyen o ven en telediarios puede ser complicado, y es una ayuda poder utilizar como referencia las aventuras de El lobo en calzoncillos. Porque, sobre todo, son tebeos pensados para un público infantil, que se van a divertir mucho con sus aventuras sin tener que entender todas las referencias que aparecen en el tebeo, como el chiste de la rabia contra la máquina que aparece en este volumen, que hará reír más a los mayores que a los niños. Y es que es importante resaltar que El lobo en calzoncillos es de esos libros que vale mucho la pena leer juntos y disfrutar de sus múltiples niveles de lectura.
También los niveles gráficos son múltiples, el dibujo de Itoïz ha creado unos animales antropomórficos, dinámicos, que recuerdan a los personajes de los cartoon más clásicos mezclados con las ilustraciones de cuento infantil. La forma en que los mueve por las páginas también es un catálogo de registros, desde páginas enteras con un escenario fijo en los que la secuencia la marca la repetición de los personajes en distintas posiciones, las páginas de ilustración completas o las páginas con múltiples viñetas, aunque siempre sin bordes. Todo una lista de recursos que hacen que la lectura sea muy dinámica, muy a gusto de los pequeños.
Juntando todos estos ingredientes y unas cuantas avellanas, está claro que esta serie no podía ser otra cosa que un éxito. Los dos primeros álbumes ya tienen acumuladas más de cien mil copias vendidas y existe también un cuaderno de actividades. El lobo en calzoncillos es bonito, divertido para lectores de todas las edades y tiene mucho mensaje, directo y positivo. De los que no sobran en estos tiempos.