«[…] Si toda esta loca odisea… y el psicoanálisis regular… me han enseñado algo, es que ciertos patrones en mi vida se repiten, sobre todo que… o persigo la rareza… o la rareza me persigue a mí». Esa es la historia de su vida, y el bueno de Jimmy Olsen lo sabe (lo explica, textualmente, en uno de los últimos números de la nueva mini- serie que protagoniza). Un día igual se convierte en tortuga gigante antropomórfica (en una más parecida a Gamera que a Raphael o Michelangelo), que se hace pasar por mujer, se cambia de nombre o de ciudad, incluso hasta obtiene los poderes de Metaformo. Todo puede pasarle al pelirrojo fotógrafo del Daily Planet, siempre «armado» con su cámara y vestido con su chaqueta verdosa (o su chaleco, también verdoso, en su defecto) y su pajarita rojiza.
Ciudad Gorila, Gotham, la nave de los Scrubb o el pueblo de Elmond… además de Metrópolis, claro… Jimmy puede saber donde se levanta, pero no dónde se va a acostar. Y allá donde va, el caos le acompaña, aunque también aprovechará su encanto Olsen para hacer amigos. Pero entonces, si suele caer bien a la gente, a pesar de todos los líos que monta, ¿quién le querría ver muerto? Bajo esta premisa, intentando responder a esta pregunta, Matt Fraction y Steve Lieber montan una historieta brillantemente fragmentada, con idas y venidas por toda la historia familiar del protagonista (desde las de sus antepasados, en los albores de la ciudad del mañana, donde Lex Luthor y Superman medirán sus fuerzas una y otra vez), algo confusa, por momentos (sobre todo al principio), pero de un carisma tremendo gracias a los guiones del primero y, sobre todo al buen hacer de los dibujos del segundo, con un estilo caricaturesco, slapstick a ratos, muy superheroico y, a la vez, costumbrista (algo que ya había aprovechado en The Fix, con la que este cómic está unido, al menos, en espíritu).
Un cómic de superhéroes, sin superhéroes… o bueno, sí que hay; pero pocos. Con extraterrestres, gorilas, naves espaciales, misterios, tortugas gigantes, púas, pajaritas y gatos; también hay gatos
Jimmy Olsen, el amigo de Superman no es la primera serie protagonizada por el pecoso reportero. James Bartholomew Olsen ya tuvo cabecera propia de corte humorístico (Superman’s Pal Jimmy Olsen) entre 1954 y 1974 (con un total de 163 números), además de ser uno de los secundarios más carismáticos de las colecciones del Hombre de Acero.
Ahora, Fraction (Sex Criminals, El Inmortal Puño de Hierro, Ojo de Halcón) y Lieber (Whiteout, The Fix) se unen para preparar la nueva y disparatada versión de aquella, en forma de miniserie de doce números (en España la ha publicado ECC en seis números dobles), manteniendo la esencia de entonces (y multitud de guiños, por supuesto), con las más absurdas des- venturas del joven fotoperiodista en forma de historias cortas dentro de cada número, «jugando» con los géneros y las expectativas de los lectores y en las que se nota que tanto el guionista como el dibujante han disfrutado muchísimo. Esto se nota en las múltiples referencias a otras obras del noveno arte que se cuelan en estas páginas, siendo especialmente destacable la versión de Jimmy y sus hermanos, Julie y Julian, de niños, al más puro estilo Charlie Brown, de Charles M. Schulz.
«Eh, tengo una historia disparatada que contaros…», asegura el propio Jimmy en la portada del primer número, tumbado, mirando al lector (y de alguna forma rompiendo la cuarta pared) en una mesa que alberga un plano de una ciudad, con sus edificios, sus zonas verdes y sus masas de agua. En las paredes, cortadas y enfrentadas entre sí, en dos hileras, cuatro cabezas extrañas de cada lado, todas de versiones diferentes de él mismo. Ese es el tono en una cabecera en la que la sorpresa lucha (y gana) contra las expectativas.
Este fotógrafo de prensa desvergonzado y amigo íntimo de Superman (o eso cree él) no para de recorrer el Universo DC haciendo de las suyas, dejándolo todo destruido y con algunas muertes por el camino. Una vorágine incontrolable, con romance, drama, aventura y mucha diversión en la que, al final, su vida puede correr peligro (o quizá no; o puede que sí; no, seguro que no; o sí… ¿quién sabe?).
Se trata de una serie de culto instantánea, permeable y simpática, completamente inesperada, que conjuga muy bien con la otra nueva cabecera del universo de Superman, la dedicada a Lois Lane, que es más seria y con un toque noir. Caracteres opuestos, pero complementarios, ca- paces de demostrar que hay vida más allá de los superhéroes principales, sobre todo en aquellos casos donde sus compañeros de vida en papel son tan redondos como los del último hijo de Krypton. Para eso están los amigos, ¿no? Para acompañar, escuchar, contar anécdotas, vivir aventuras con ellos y hacernos sonreír. Entonces, Jimmy Olsen es buen amigo y, además, él también tiene los mejores.