La publicación de Universo Sandman: El Sueño permite constatar que el tránsito del sello Vertigo a su supuesto heredero espiritual, DC Black Label, ha sido más complejo de lo que podían pensar los ejecutivos de la editorial DC. Universo Sandman: El Sueño nace como serie regular en 2018, cuando aún quedaban dos años para que cerrase Vertigo, y forma parte del relanzamiento del universo Sandman de Neil Gaiman emprendido, con la excusa del veinticinco aniversario del nacimiento del personaje y del propio Vertigo, en Sandman: Obertura (2013).
Como prólogo a dicho relanzamiento, Sandman: Obertura (2013) supuso un homenaje a las esencias clásicas del personaje célebre por su publicación inicial en Vertigo entre 1993 y 1996 y, al mismo tiempo, una declaración de intenciones de cara a su futuro editorial. Un futuro que definió Universo Sandman (2018), one-shot, en el que Gaiman y los cuatro guionistas encargados de recoger su testigo creativo —Dan Watters, Kat Howard, Nalo Hopkinson y Simon Spurrier— planteaban una misteriosa amenaza contra los dominios de Sueño, el gran protagonista de Sand- man, que legitimaba la vuelta a escena de viejos conocidos, como Tim Hunter o Lucifer.
Universo Sandman abrió el camino a la salida al mercado en 2018 de cuatro series regulares: Universo Sandman: Los libros de la magia, Universo Sandman: Lucifer, Universo Sandman: La casa de los susurros y la que nos ocupa, Universo Sandman: El Sueño. A lo largo de los veinte números que han llegado a ver la luz entre 2018 y 2021, Universo Sandman: El Sueño relata la desaparición de Sueño y los esfuerzos de sus emanaciones, los habitantes creados por el Señor de las Pesadillas, para que el lugar no se desmorone en su ausencia; entre ellos, Matthew, el cuervo mensajero, Mervyn, el Hombre Calabaza, los hermanos Caín y Abel, o el bibliotecario Lucien.
A ellos hay que sumar un nuevo personaje: la descreída e inestable Dora, inteligente recurso narrativo con el que el guionista Simon Spurrier pretende conectar con toda una nueva generación y arrojar una mirada hasta cierto punto crítica a la mitología ideada por Neil Gaiman. «Con Dora —ha explicado Spurrier— he pretendido crear un personaje de mujer agradable y, a la vez, fuerte y ruda, con una cantidad considerable de misterio folclórico a su alrededor. Creo que eso encaja perfectamente en el contexto de El Sueño, pero, por otra parte, aporta matices nuevos y diferentes». La mención de Spurrier a lo nuevo y lo diferente nos parece muy pertinente por cuanto Universo Sandman: El Sueño se debate entre su condición de encargo derivativo y el intento honesto de llevarlo en direcciones inéditas.
Más aún, Spurrier somete su propio trabajo a una suerte de autocrítica, puesto que su cómic es una reflexión sobre la posibilidad de ser innovador y creativo a fecha de hoy en el contexto de una indus- tria cultural de masas sumisa a las propiedades in- telectuales o marcas exitosas en el pasado; recorde- mos que Spurrier acertó a reinventar en el periodo de entre siglos uno de los títulos clave del universo Sandman, Los libros de la magia (1990-2000), con Los libros de la magia: La vida en tiempos de guerra (2004-05). Resulta significativo que la gran amenaza en Universo Sandman: El Sueño sea Max, una inteligencia artificial con el potencial de arrasar con el Reino de Sueño, es decir, con el lugar donde Gaiman imaginó en su momento que nacen todas las historias. Que el villano sea una inteligencia artificial hace inevitable pensar en cómo el eterno retorno de los mismos signos de la cultura popular está provocando una eficacia máxima de las IAs.
Spurrier ve un lado positivo y otro negativo en Max, aunque en última instancia lo sacrifique en nombre del arquetipo canónico de Sandman, el de la invocación de la magia mediante el regreso a la fuente de sus relatos. La vuelta final de Sueño a su Reino se convierte así en una excusa para que todo siga igual, es decir, para rendir pleitesía a una marca que solo puede permitirse mínimas variaciones. Existe una leve reconfiguración o adaptación a los tiempos personalizada, sin ir más lejos, en Dora o en Lucien, cuya relación con Sueño es más igualitaria que antaño. Por lo demás, Universo Sandman: El Sueño traslada, lo quiera o no, la misma idea que The Matrix Resurrections (2021), la película con la que Lana Wachowski ha tratado de renovar el legado de Matrix (1999) y sus secuelas: solo la ficción puede salvarnos de lo establecido, pero la supervivencia de la marca acaba por imponerse a cualquier otra consideración, lo que refuerza las inercias caníbales de la industria cultural.
Es algo que ponen de manifiesto con claridad las dobles páginas de la dibujante Bilquis Evely, cuyas ambiciones experimentales son deudoras, en gran medida, del trabajo realizado por J. H. Williams para Promethea (1999-2005) y Sandman: Obertura. Evely es una artista eficiente, pero, tanto en su labor como en la de Simon Spurrier, resuena el eco de lo que fue revolucionario en las épocas doradas del sello Vertigo. Como tantas otras muestras de la cultura popular contemporánea, este cómic es una resu- rrección, sí, pero no a lo sublime, como la de Jesucristo, sino al modo perturbador de Lázaro.