El miedo a la soledad es algo innato en el ser humano. Somos seres semigregarios, y por mucho que en ocasiones queramos aislarnos y que nos dejen en paz, no sobreviviríamos sin nadie a nuestro alrededor. La necesidad de ser aceptados por el grupo, de sentirnos incluidos, hace que en ocasiones nos mintamos a nosotros mismos para engañar a los demás. Para encajar. Y eso solo provoca dolor. Si a esto le sumamos una sociedad como la japonesa, donde salirse de la norma no está penado, pero tampoco reconocido, se hace indispensable una obra como Sombras sobre Shimanami.
Hay que entender que en Japón la homosexualidad no es delito. Simplemente se ignora bajo el gran paraguas de la privacidad: lo que ocurre de puertas hacia dentro incumbe solo a quien lo vive. Con esta actitud se esconden infinidad de problemas para aquellos miembros de la sociedad que no nacen en el espectro cis heterosexual. Es decir, todo individuo que no se identifique con el género que se le adjudica al nacer y/o con las relaciones afectivo-sexuales heterosexuales, deberá acallar su realidad cuando sale de casa, ya que se espera de todos ellos que sean responsables como parte del engranaje social. La escasa visibilidad de estas realidades hace que la lucha a favor de los derechos civiles en Japón sea lenta. Poco a poco esto está cambiando, y es gracias a obras como la de Yuhki Kamatani que podemos ver tanto esos cambios como esas carencias.
En Sombras sobre Shimanami encontramos la historia de Tasuku Kaname, un adolescente del que se burlan sus compañeros del instituto tras descubrir en el historial de su móvil pornografía homosexual. Decidido a que la situación no pase de las burlas y se convierta en acoso, Tasuku decide suicidarse. Justo en el momento en que va a hacerlo descubre a una mujer que salta desde un punto más alto que el suyo y desaparece flotando. Siguiendo un extraño brillo que esta ha dejado a su paso, descubre a la mujer, que se presenta como Nadie y que le lleva hasta un lugar llamado El Consultorio. Un espacio donde Tasuku puede descansar, y donde todo el mundo puede decir y hacer lo que quiera. A partir de ese momento empezarán a aparecer el resto de personajes. Todos ellos forman parte del colectivo LGTBQ+, y esto no es solo relevante, sino que guiará toda la trama del manga.
Este manga podría parecer un boys love convencional. Su protagonista es gay y se siente atraído por un compañero del instituto, y se podría pensar que todo va a girar a partir de eso. Sin embargo, Tasuku empieza su historia en medio de una crisis de identidad sexual fuertísima. La atracción o el deseo no lo motivan en absoluto, todo lo contrario. Su estado de negación absoluta ante lo que siente opaca por completo cualquier posibilidad de encontrar una historia típica del BL. Y es que tanto él como otros personajes necesitarán conocerse unos a otros y verse desde otra perspectiva para conocerse. Esa uniformidad, o monotonía, de la sociedad nipona, lleva a algunos de ellos a negarse a sí mismos hasta tal punto que desconocen su propia identidad. No solo sexual, o de género, sino que desdibuja quiénes son. Cuando Tasuku entra por primera vez en El Consultorio, lo primero que hace es relajarse y dormirse. Sin saberlo todavía, ha encontrado un sitio donde puede ser él mismo, aun cuando ni siquiera él sabe qué significa eso.
A este respecto, los cuatro volúmenes giran en torno a personas del colectivo LGTBQ+ y cómo han tenido que enfrentarse a temas como la homofobia, el machismo, la transfobia, el acoso sexual, el acoso escolar, la ignorancia y la aceptación. El descubrimiento de la identidad sexual y de género en esta obra va más allá de lo esperado en un manga. Y es que representa gran parte del espectro sexual (tratando incluso la asexualidad) así como géneros no binarios, o fluidos, entre otros. Algo que en la actualidad está presente en cada vez más mangas.
Normalmente en un boys love, aunque a estas alturas ya ha quedado claro que este manga no lo es, podríamos encontrar únicamente situaciones relacionadas con el despertar sexual o la conquista del amor de turno.
En Sombras sobre Shimanami predomina el desarrollo de personajes a través de situaciones sociales donde se enfrentan a la imagen que tienen de ellos sus vecinos. En esas circunstancias muestran al lector sus miedos e inseguridades, que los hacen ser como lo que realmente son: personas a las que la sociedad no ha sabido comprender, ni acompañar en su desarrollo como individuos.
Además, muestra realidades que se repiten más allá de las costas de Japón. Y es que hay temas que trascienden la geografía, como es el odio a lo desconocido, y en especial a uno mismo. Tan asentada está en la sociedad nipona la heteronormatividad que cuando Tasuku tiene su primera crisis, niega su homosexualidad y hace comentarios homófobos para reafirmarse como «normal». Para acto seguido decidir suicidarse. Esta violencia, y esa incomprensión, sigue vigente en muchísimos países. Pero ¿cómo puede entender todo esto el lector si no se encuentra en ninguna de esas situaciones? Con magia. Una de las definiciones que suele acompañar a esta serie es la de «realismo mágico», concepto que hace referencia a situaciones cotidianas en las que se muestra lo irreal o extraño como algo normal. La verdad es que Kamatani utiliza ese misticismo personificado en Nadie. Tasuku la ve flotar, la ve desaparecer y sigue su rastro.
Así empieza el manga, pero lo que realmente está haciendo Kamatani es preparar al lector. Mediante esos pequeños trazos de magia en forma de brillos dibujados en torno a la figura flotante, lo que consigue es impactar al lector. Cuando lo necesita destroza psicológicamente a sus personajes, y lo muestra físicamente al dibujar descompuestos sus cuerpos. El dibujo que emplea Kamatani durante todo el manga es realista y naturalista, muy definido. Sin embargo, en las escenas clave desmiembra a los personajes a partir del punto que más le interesa: la cabeza (si es la mente), el corazón (si son los sentimientos), y crea viñetas en torno a esa partición. Así, es capaz de mostrar unos sentimientos que a priori serían difícil de entender. Y no solo mostrarlos: gracias a su narrativa, Kamatani consigue que, aunque nunca hayamos experimentado ninguna de las situaciones que viven los personajes, sea posible —e imposible evitarlo— empatizar completamente con ellos.
El trabajo de Tomodomo con esta obra ha sido excepcional. No solo ha traducido un manga en teoría arriesgado, sino que ha introducido en el mercado un tipo de obra muy necesario. Aunque gire en torno al concepto de identidad sexual y de género, lo que busca este manga es la comprensión y la empatía por parte de todos.