Si tenemos que buscar el germen del cómic como industria artística, se encuentra en las tiras cómicas que comenzaron a alegrar la vida de los lectores a finales del siglo XIX y principios del XX. La comic strip o press strip se puede rastrear en la revista satírica británica Punch (1841), pero serían los grandes magnates norteamerica- nos de la prensa, gente como William Randolph Hearst, famoso por el personaje de Ciudadano Kane (1941) obra maestra del cine de Orson Welles, o Joseph Pulitzer, quienes apostarían por el formato en diarios dominicales repletos de humor. Autores como Richard Felton Outcault (The Yellow Kid), George Herriman (Krazy Kat), James Swinnerton (Little Bear), Frederick Burr Opper (Happy Hooligan), Rudolph Dirks (The Katzenjammer Kids) o Rube Goldberg (Bobb McNutt) crearon funnies o tiras cómicas que se repartieron en cientos de periódicos norteamericanos con sus derechos protegidos por las diversas agencias de representación llamadas syndicates. Muchos autores querían trabajar en esos syndicates, pues se trataba de dinero fijo que entraba cada mes.
Aunque en el periodo de entreguerras había también héroes, superhéroes y aventuras espaciales en los diarios, el humor nunca desapareció, con personajes como Li’l Abner, de Al Capp, o La Pequeña Lulú, de Marjorie Henderson Buell. En la posguerra, dos tiras como Pogo (1948), de Walt Kelly, y, sobre todo, el Peanuts (1950), de Charles Schulz, se convirtieron en las funnies más influyentes del siglo XX. Con el declive de la prensa de principios del siglo XX, las tiras cómicas han encontrado otro vehículo ideal para que sus autores se den a conocer día a día: internet y las redes sociales.
«Vaya clase concentrada por la patilla de la historia del cómic nos estamos metiendo entre pecho y espalda», pensarán algunos de ustedes. Bueno, la razón es que existe una línea histórica de funnies que vincula al Sácamelo todo, de Guillermo Lizarán, con las primeras tiras de Herriman u Oucault: la irreverencia y las ganas de divertirse, aunque la naturaleza del chiste no tenga ningún sentido. En una de las primeras tiras cómicas que Guillermo Lizarán (Valencia, 1992) publicó en su serie semanal para la sección Fanternet de la página web de Fandogamia aparecía él como Bart Simpson escribiendo en la pizarra «No volveré a dibujar una tira sin escribir el final»… Al final, por supuesto, aparecía un anuncio de Maxibón sabor lagarto. El surrealismo de no acabar nunca el chiste, de terminarlo con algo inconexo, sin sentido y lo más surrealista posible es uno de los grandes aciertos de una serie que también brilla por una sobreexplotación de la cultura pop, que en manos de este valenciano se convierte en puro detritus mental de humor negrísimo. Ninguna escatología escapa a su control. Esto es cómic de pedo, culo, pis, Maxibón, lagarto, Spock llevado al máximo exponente. A ver, el autor da pistas, que por algo se titula Mr. Pro- lapso, un personaje que tiene el superpoder de revertir su ano para convertirlo en artistas como Scatman o King Africa cantando sus peores canciones. Personaje que solo sale en dos tiras, por cierto, todo muy lógico. Ningún artefacto de la cultura pop escapa al escalpelo oxidado del humor negro de Lizarán, donde cada nuevo capítulo se convierte en una metarreferencia a la historia del cómic, el cine y los videojuegos. Harry Potter, DC, Marvel, Star Wars, los personajes más infectos de la publicidad, clones de Hitler que quieren llamarse Picharraque y cualquier personaje de juego de las últimas tres décadas se arrastran por las tiras de Lizarán mostrando sus miserias al desnudo para regocijo del lector, que se divierte con tres capas de humor, como las del Cornetto sabor zurraspa.
La irreverencia y la cultura pop serían los dos primeros. El tercero no tardó en aparecer: una peculiar forma de transcribir el lenguaje que convertiría a Makinavaja en miembro de la RAE. Pongamos por ejemplo la tira de Harry Potter, donde el niño mago creado por J. K. Rowling es llamado Jarri Postre, Janfri Poker, Hat-Trick y Hungry Poderes en tan solo seis viñetas a todo color. Pero el chiste no acaba ahí: el profesor Snake es Sneik y Ron Wesley se llama Ratón Güisqui.
A finales de 2020, el propio Lizarán hizo un con- curso en sus redes sociales para votar la mejor tira cómica de Mr. Prolapso. La competición estuvo bastante reñida, pero al final ganó la obra maestra de Space Jam, donde se sustituye a Michael Jordan por el famoso futbolista argentino Diego Armando Maradona, secuestrado por Bugs Bunny, el Pato Lucas y Piolín para jugar un partido de fútbol. Al final se trataba de una sobredosis de cocaína, sustancia que dio bastantes problemas al jugador del Nápoles a lo largo de su vida. La tira cómica se proclamó ganadora un 5 de noviembre, para solaz de Guy Fawkes y Alan Moore. Veinte días después, el astro del balompié fallecía por complicaciones postoperatorias mal soluciona- das. Esto demuestra que Guillermo Lizarán, aparte de ser uno de los mejores humoristas gráficos de España es, también, el tío más gafe que vive en Valencia. Leed sus cómics, pero no le deis la mano nunca en una convención de cómics.