La importancia de la cotidianidad en las tiras de prensa

Terry y los piratas 1936 1937 pag 3

Una de las consecuencias positivas derivadas del aumento del número de cómics publicados en nuestro país en los últimos años ha sido la reedición de alguno de los clásicos de las tiras de prensa estadounidenses, de manera que, actualmente, iniciativas como la colección Sin Fronteras de Dolmen o el trabajo de Manuel Caldas, junto con la publicación de otras series importantes de una forma más puntual por parte de otras editoriales, permiten que el lector español tenga acceso a algunas de las series más importantes del cómic clásico de los Estados Unidos. De esta forma, actualmente se encuentran disponibles en las librerías ediciones de buena calidad de etapas de gran interés de series emblemáticas como Flash Gordon, Príncipe Valiente, Tarzan o Terry y los piratas junto con otras menos conocidas como Lance o Casey Ruggles. Sin embargo, pese a ese esfuerzo editor, estamos todavía muy lejos de disponer de ediciones que nos permitan conocer toda la riqueza de las tiras de prensa publicadas en los Estados Unidos durante algo más de la primera mitad del siglo XX, que fue el periodo dorado de este tipo de cómic.

Para entender la importancia de las tiras de prensa debemos retroceder un poco en el tiempo. Nos situamos en octubre de 1989, cuando expertos de varios países se reunieron en el Salón Internacional de Lucca para determinar el origen del cómic. Prácticamente por unanimidad dicho origen se dató el 25 de octubre de 1896 con una página de The Yellow Kid de Richard F. Outcault en la que se introducen dos aspectos que se consideraron fundamentales: una cierta narrativa secuencial y el uso del bocadillo como elemento que aportaba un significado adicional a las imágenes. Hoy en día ya sabemos que esta decisión es claramente discutible, ya que obvia el trabajo que muchos otros autores llevaban haciendo en Europa en la primera mitad del siglo XIX, encabezados por Rodolphe Topffer que parece que, actualmente, ofrece un consenso mayor si fuera necesario (¿lo es realmente?) poner origen a un medio que se basa en la narración por medio de imágenes, algo que el hombre lleva haciendo durante siglos de una u otra manera. Por otro lado, ni siquiera en los Estados Unidos se puede considerar que la primera página de cómic publicada sea esa página de The Yellow Kid ya mencionada y algunos autores consideran que el trabajo de dibujantes como James Swinnerton o E. M. Howarth anteceden a la obra de Outcault en el uso de la narrativa secuencial.

Sin embargo, la elección de The Yellow Kid tiene un significado, además del obvio que era encontrar una fecha para poder celebrar el primer centenario del cómic, y es que durante mucho tiempo se consideraba que el origen del cómic estaba en la prensa de los Estados Unidos. Y una de las explicaciones que tiene este fenómeno, además del posible desconocimiento, es que si volvemos a retroceder en el tiempo, en este caso hasta la fecha de 1896 ya mencionada, podríamos ver que The Yellow Kid sí que tuvo un carácter pionero, si consideramos que su enorme éxito fue la causa del comienzo de una industria que llevaría a que, en pocos años, en todos los periódicos de los Estados Unidos (a excepción de The New York Times) se publicaran, con gran éxito, diferentes series de cómic tanto en forma de tira diaria en blanco y negro como de página semanal publicada en el suplemento dominical a todo color, de manera que el cómic de prensa se convierte en el formato donde se produce un desarrollo más continuado del cómic durante muchos años. Un desarrollo que, desde muy pronto, tiene una gran repercusión en el lector como prueba que, ya en el año 1916, Julio Camba, corresponsal del diario ABC en Nueva York, muestra en una de sus crónicas diarias su asombro ante la fascinación de los estadounidenses por las tiras de cómics.

Otra prueba muy importante de esta repercusión, realizando un nuevo salto en el tiempo esta vez hacia adelante, es el hecho de que cuando en el año 1946 se publica el libro While you were gone para mostrar a los soldados que regresaban de la guerra cómo habían sido estos años en el país que habían dejado atrás, se encargó a Milton Caniff, uno de los autores más importantes de la época gracias al éxito de su serie Terry y los piratas, que escribiera un capítulo dedicado a los cómics. Hay que tener en cuenta que en este libro se recogían todos los aspectos que se consideraban relevantes para la sociedad de la época, incluyendo la política, la economía, el arte y el entretenimiento. En este último apartado, el cómic (y esencialmente el cómic de prensa) tenía la misma consideración que otros medios artísticos, como el cine, el teatro o la literatura.

En el capítulo dedicado a los cómics en While you were gone se muestra una lista de los diez cómics de prensa con un número mayor de lectores durante los años 1944 y 1945. La lista es la siguiente:

  1. Joe Palooka de Ham Fisher 40 mill. de lectores
  2. Blondie de Chic Young 35 mill. de lectores
  3. Li’l Abner de Al Capp 32 mill. de lectores
  4. Little Orphan Annie de Harold Gray 32 mill. de lectores
  5. Terry y los piratas de Milton Caniff 31 mill. de lectores
  6. Dick Tracy de Chester Gould 30 mill. de lectores
  7. Moon Mullins de Frank Willard 28 mill. de lectores
  8. Gasoline Alley de Frank King 27 mill. de lectores
  9. Bringing Up Father de George McManus 26 mill. de lectores
  10. The Gumps de Gus Edson 26 mill. de lectores

Varias cosas nos pueden llamar la atención de este listado. En primer lugar, el número de lectores diarios que tenían estas series demuestra su enorme popularidad, ya que están al nivel o incluso superan a las audiencias de las principales series de TV actuales, siendo el cómic, por tanto, en este periodo un verdadero medio de comunicación de masas, lo que explica su consideración como elemento importante de la sociedad de los Estados Unidos de entonces. En segundo lugar, es interesante reseñar que la mayoría de las series que consideramos más importantes hoy en día, protagonizadas por los héroes aventureros de King Features Syndicate (como Phantom, Flash Gordon o Príncipe Valiente) no aparecen en la lista. Eso no quiere decir que no tuvieran varios millones de seguidores, que los tenían, pero estaban por debajo de las series más populares del momento. De hecho, en esta lista solo aparecen tres series que podemos definir como de aventuras, que son Joe Palooka (y con ciertas reservas), Dick Tracy y Terry y los piratas.

Si atendemos a la división que en muchas de las historias del cómic posteriores se ha realizado de las tiras de prensa en series de humor o series de aventuras, podemos caer en el error de pensar que el resto de las series son humorísticas, cuando realmente solo se pueden considerar que, de la lista, tienen un carácter cómico Blondie o Bringing Up Father. Por tanto, lo que tienen en común las series que, de entre las más leídas, no son de aventuras, no es su carácter cómico, sino un aspecto fundamental de las tiras de prensa que ha sido obviado en estudios posteriores. Este aspecto es que el desarrollo diario de estas series estaba basado en la representación de la cotidianidad, en la narración de la vida diaria en diferentes ámbitos de los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX. Una cotidianidad que nos permite reconstruir los modos y costumbres de la sociedad de aquel país durante esos años y a la que ayudaba la publicación seriada de forma diaria en los periódicos añadiendo una componente temporal que reforzaba ese sentimiento de pedazo de vida que desprendían estas series.

Así, los lectores sentían que los personajes principales de los cómics publicados en la prensa formaban parte de su vida, porque en el fondo así era, gracias a que cada día de la vida del lector, durante el momento de la lectura, accedía a un pedazo de la vida de esos personajes. Esta situación tenía como consecuencia que sintieran esas vidas ficticias como propias. En series tan maravillosas como Gasoline Alley, cuando Skeezix es llamado al frente durante la Segunda Guerra Mundial, hay una conmoción nacional porque los lectores sentían como si fuera a la guerra alguien de su familia, ya que habían crecido con el personaje (hay que recordar que en Gasoline Alley el tiempo de la serie transcurría al mismo ritmo que el tiempo del lector). O en The Gumps la muerte de un personaje como Mary Gold causó un luto nacional que se repetirá con la muerte de Raven Sherman en Terry y los piratas, serie que, por otro lado, pese a ser catalogada como de aventuras, muchos lectores seguían a modo de crónica cotidiana de los soldados en la Segunda Guerra Mundial, como la correspondencia recibida por Milton Caniff atestigua.

Se trata de series que, en cierta medida, por su carácter de narraciones de la vida diaria, se pueden considerar las predecesoras de la novela gráfica o, más bien, novelas gráficas publicadas por entregas. Series que además muchas de ellas, como las ya mencionadas Gasoline Alley o The Gumps u otras como Little Orphan Annie o Moon Mullins, mantienen un alto nivel artístico durante la mayor parte de su trayectoria y que han influido a muchos autores actuales como Seth o Chris Ware. Por ese motivo, la recuperación de las series de prensa de aventura con la que se iniciaba este artículo es fundamental para que el lector tenga a su disposición una parte muy importante de la historia del cómic, en general, y de los Estados Unidos, en particular. Pero no debe quedarse ahí, sino que debe ser el inicio de una recuperación del patrimonio del cómic de prensa que contemple uno de sus aspectos más importantes y menos recordados por los lectores actuales: esa cotidianidad que hizo que fueran seguidos, día tras día, por millones de lectores durante décadas.

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