Quetzalcóatl

Pidiendo serie de cinco temporadas a la HBO

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La clasificación de los feminismos ha llegado a puntos insospechados y hay tantos como ciudadanos, así en masculino genérico, pues el feminismo —palabra ya tan vacía como fascismo— ya no entiende de sexos ni de barcos. Si usted quiere tener uno basta con que le encuentre un buen nombre y añada una serie de clichés recurrentes y reivindicaciones personales, cualquier obsesión producto del resentimiento enfermizo puede ser válida. A partir de ahí solo tendrá que adherirse a una serie de preceptos religiosos, asumiendo como dogmas las informaciones sensacionalistas de los medios de comunicación relacionadas con cuestiones como violencia doméstica, asesinatos de pareja, diferencias de cualquier tipo en el trabajo, discriminaciones variadas y demás desigualdades habituales, y por supuesto ha de estar dispuesto a linchar y perseguir por las redes sociales las desviaciones de la Palabra Feminista. Aquella persona anónima que sea considerada hereje será vilipendiada convenientemente.

Aquella persona famosa que sea considerada hereje… será vilipendiada convenientemente. Una vez cumplidos estos requisitos forma usted parte de este nuevo culto y tiene bulo para apropiarse de cualquier suceso, actividad, obra de arte o lo que sea que considere que puede mostrar un panorama apocalíptico donde los malvados varones han sometido y machacado a las benévolas hembras, una especie de modernización de los arcaicos cultos maniqueos, solo que se sustituyen las grandes batallas cósmicas por los duelos entre el institutodelamujerdeturno y sus propios fantasmas. Pero hay un culto superior que no consentirá apropiación de ningún tipo, el culto a Quetzalcóatl.

Y no nos referimos al dios prehispánico, sino al cómic de Jean-Yves Mitton. Este cómic narra las peripecias, una auténtica odisea, de uno de los mejores personajes femeninos que se pueden encontrar en cualquier tipo de ficción, ya sea en el mundo del tebeo, el cine, la literatura o las series de televisión. Tal cual. Sin exageración. Las hazañas y penurias de la bella adolescente Dos Flores de Maíz, también conocida como Maiana Xochitla, La Malinche o Mariana de Oaxaca, Grande de España, tiene todos los requisitos para ser «confiscada» por los feministas-para-sí-mismos y empleada para los perniciosos fines de mostrar una guerra constante entre sexos, donde uno lleva la señal del diablo y el otro la del ángel redentor. Ambos ángeles con espadas flamígeras muy chulas que ríase usted de las de La guerra de las galaxias.

Desde luego una joven mujer esclavizada y violada por guerreros aztecas, que ve morir a sus seres queridos de formas atroces y que se ve sometida a las mayores penurias como víctima de hombres no especialmente delicados puede convertirse en bandera que se enarbole para enaltecer la Causa. Pero los que profesamos desde su lectura el culto a la serpiente alada no lo permitiremos…

Y no lo permitiremos porque Quetzalcóatl es mucho más que ese extraordinario personaje y desde luego está muy alejado de cualquier convencionalismo. Se puede considerar como un verdadero monumento al género de aventuras. En tan solo siete tomos de poco más de cuarenta páginas, Mitton consigue reflejar las características principales de la caída del imperio Azteca a manos de los españoles, mostrando el carácter de una y otra civilización, sus motivaciones y los principales rasgos de ambas culturas. También, y esto resulta básico, el peso de la religión en unos y otros, y cómo su intransigencia y superchería se convierte en hilo conductor para todo tipo de ambiciones faltas de escrúpulos. En esencia, este cómic es un tratado sobre pasiones humanas en un contexto de epopeya, también sobre el poder y su utilización, sobre el amor, el sexo y acerca del instinto de supervivencia.

Por encima de todo brilla Dos Flores de Maíz, La Malinche, legendario personaje aquí humanizado hasta puntos dolorosos. Raptada y sometida a impresionantes suplicios, brilla sin embargo con una mezcla de voluntad, resistencia, ingenuidad y extraña sabiduría que la convierten en un ejemplo de superación y heroísmo sin necesidad de combatir dragón alguno o lograr completar misiones mitológicas. Representa la «triunfal derrota» de la inocencia, la lucha constante, la valentía y la honradez en un mundo donde hay demasiados depredadores. Su perfil es tan certero que se le puede echar el gran piropo de hoy día: tiene serie de la HBO de cinco temporadas.

Tristemente, la labor editorial preserva a tan sensacional personaje de la apropiación que comentábamos al principio. Se publicaron y tradujeron solo seis de los siete tomos. El otro hay que buscarlo por la red traducido por buenos samaritanos o leerlo en francés (con o sin el diccionario al lado). Dos Flores de Maíz se libra de momento de ser dibujada entre los pechos de las chicas de Femen o de aparecer como ejemplo de horrible discriminación del patriarcado opresor en el discurso de un político de Diputación Provincial. A cambio, no llega a tanto público como merecería por la asombrosa calidad del cómic y por la composición de su personaje. No le desmerecen, por cierto, los secundarios, que aun estando a la sombra de la fuerza de La Malinche logran brillar en sus papeles.

Cabe desear una futura mejor edición de este maravilloso trabajo aun a riesgo de las posibles malas interpretaciones que pudiera generar. Sería un mal menor en comparación con la posibilidad de que muchos más lectores lograran llegar a un cómic como Quetzalcóatl, que —insisto de nuevo en que no hay exageración— se hará inolvidable desde el primer momento. Y podría, eso sí, servir para una empresa más difícil, intentar combatir al término despectivo mexicano «malinchismo» (quienes se inclinan por lo extranjero siendo mexicanos, ya que fue amante de Hernán Cortés). Sin duda otro malinchismo es posible.

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