En Un tipo serio (2009), Joel y Ethan Coen abrían la película con un escabroso cuento popular yiddish de su propia cosecha. Un viejo judío de un shtetl de Europa Oriental llega a casa y le pide a su esposa que sirva sopa a su invitado, Reb Groshkover, después de que este lo haya ayudado a llegar hasta casa y lo haya salvado de la muerte. La esposa le responde que ese no puede ser Groshkover, ya que está muerto, y que debe de ser un dybbuk, el alma en pena del muerto que se adhiere al cuerpo y lo habita. En ese momento llega Groshkover. El marido insiste en la necesidad de ser hospitalarios. La mujer está segura de que el recién llegado es un muerto y de que el marido es un lerdo que no se entera de nada. La tensión crece, el invitado se ríe ante las acusaciones de la mujer y esta decide poner fin al absurdo clavando un punzón de hielo en el pecho del anciano. Sangrando, Groshkover sale de casa y se adentra en la nevada noche.
Los hermanos Coen declararon que el germen de la historia se encontraba en las charlas privadas que mantenían de adolescentes con el rabino que se encargaba de su educación religiosa y les contaba viejas historias. Boris Viktorovich Shergin (Arkhangelsk, 1896 – Moscú, 1973), hijo de pescadores de esa villa costera con el Mar Blanco, es conocido en su Rusia natal como uno de los escritores de folclore más originales y mejor conocedor de las más antiguas epopeyas, cuentos y hagiografías del norte del país. Con la llegada de la Unión Soviética, Shergin se trasladó a Moscú para trabajar en el Instituto de Lectura Infantil, bajo el comisariado para la Educación. A partir de 1924 empezó a publicar libros que recopilaban textos y baladas populares del norte, ilustrados por él mismo. Los escritos de Shergin encontraron su lugar en la tradición literaria rusa, a pesar de sufrir todo tipo de acusaciones por su querencia a las tradiciones populares y su tarea por preservar los dialectos pomor, propios de su tierra natal.
Después de su muerte, encontraría el éxito gracias a que muchos de sus cuentos fueron adaptados a películas de animación. El anillo mágico (1979), Sonrisas y duelo por el Mar Blanco (1987), Martynko (1987) o Mister Pronka (1991) triunfaron entre varias generaciones de chavales, entre ellos, George Mager, joven autor y animador ruso afincado en Moscú que se define a sí mismo como artista popular, por su interés por la cultura tradicional y el folclore de distintas tradiciones. Ahora, gracias a la tarea editorial de Lorenzo Montatore a través de su sello, Mortal y Rosa, llega a nosotros esta peculiar adaptación del cuento de Shergin.
¿Qué cuenta Proñco Melenas? Pues cuenta básicamente la historia de una disparatada apuesta entre un ciudadano estadounidense y un fulano ruso a quien el primero le promete una fortuna, siempre que el segundo se abstenga de asearse, raparse o cambiarse de ropa durante los siguientes tres lustros. Una fábula sobre la codicia, la idiocia y nuestra condición de majaderos sin remedio como especie animal, que viene a ser algo similar a lo que filman los hermanos Coen. Y como ellos, Mager lo cuenta de manera divertidísima, con una gráfica muy atractiva y especialmente cuidada en el color, las texturas y la rotulación.
Se nota que ha trabajado en distintas adaptaciones al cómic de series de dibujos animados como Uncle Grandpa, Gumball y Over the Garden Wall (buscad el tercer tomo de la serie que publica Norma Editorial, que contiene dos notables historietas suyas). Y si uno recorre sus cuentas en Instagram y Tumblr, podrá leer un buen puñado de historias basadas en las más variadas obras clásicas o tradiciones populares del planeta, escritas en otros tantos idiomas. Porque hay que advertir que Mager es capaz de escribir en finlandés, japonés, coreano, chino, ruso, inglés, alemán, francés o castellano, como es el caso en este Proñco Melenas.
El resultado es un castellano marciano, ligeramente desviado, que dispara hacia la estratosfera la hilaridad del cuento y la sensación de extrañeza, como tan bien lograba Camille Vannier en Poulou y el resto de mi familia (Sapristi, 2018). «Mis temas favoritos son los históricoétnicos. Soy feliz al pensar que mi trabajo puede aportar alguna cosa nueva y fresca a la poderosa corriente histórica de la cultura popular. Me encanta adaptar leyendas y cuentos clásicos con elementos mitológicos. Soy como un antiguo trovador o como un alfarero que trabaja la arcilla con sus propias manos». Así respondía en septiembre de 2019 a las preguntas que le lanzaban desde la web de The Verge a propósito de su trabajo.
Eso es Mager, un grandísimo bardo al que merece la pena seguir los pasos porque tiene un don único para la oralidad mordiente, y el estilo de dibujo necesario, redondeado y amoroso, reconocible al instante, que encandila la mirada y le singulariza. Dejen espacio en la biblioteca para Proñco Melenas, una muy agradable sorpresa en este sobresaturado panorama editorial.