En el amplio abanico de las obras para el público infantil y juvenil (ya sea películas, series, libros o cómics) un género parece destinado a atraer a los lectores desde hace mucho tiempo. Aunque los superhéroes parecen estar filtrándose en todos los públicos y los estilos, los detectives —¿quizás los primeros «superhéroes»?— nos seducen desde antaño con misterios intrigantes, investigaciones entretenidas y resoluciones sorprendentes. Pero también nos llaman la atención por sus personajes interesantes, icónicos, con personalidades extravagantes o rocambolescas, y con sus intervenciones ingeniosas. En los cómics dirigidos al público infantil y juvenil el género se ha explorado en muchas formas distintas, destacando recientemente la incursión de protagonistas femeninas. Se ha explorado en la dirección de la inspiración de tradición literaria, caso de los cómics de Las aventuras de Enola Holmes, adaptaciones de las novelas de la escritora Nancy Springer, ilustradas por Serena Blasco; pero también hacia el mestizaje con el género fantástico con trasfondo de institución escolar muy a lo Harry Potter, caso de los cómics de Magalina, de Sylvia Douye y Paola Antista.
Otro camino recorrido —en mi opinión, valiente, por no recurrir a las tradiciones históricamente consolidadas ni a las corrientes más modernas y comerciales— son los de inspiración más costumbrista. Cómics que difuminan los lugares comunes del género empleando como protagonistas a niños y niñas de la edad del posible lector. En ellos, el impulso detectivesco de enfrentarse a un misterio se da la mano con la curiosidad inherente a los más jóvenes, así como con su ferviente imaginación. En esta línea tenemos Los diarios de Cereza, una serie de cinco álbumes que se han convertido en todo un fenómeno tanto en su país de procedencia, Francia, donde se llevó el Prix Jeunesse en el Festival de Angoulême en 2014, como en el resto de países donde ha aterrizado. Sus autores son Joris Chamblain, guionista especializado en cómic juvenil, y Aurelie Neyret, dibujante que saltó de trabajos en obras colectivas a esta serie que ha cosechado un gran éxito entre el público.
La propuesta de Chamblain y Neyret fue contar pequeños misterios cotidianos cuya protagonista, Cereza, una niña de diez años muy avispada, imaginativa y con vocación de escritora, buscaría resolver. Cereza vive con su madre en una pequeña ciudad, juega con sus amigas Lina y Erika en una casita en un árbol y recibe consejos de la señora Anabella Jardines, una escritora a la que admira y que vive en su misma población. El rasgo más destacado de Cereza es su curiosidad infinita, lo que causa que cualquier extrañeza en su vida cotidiana se convierta en todo un misterio que investigar. En el caso del primer álbum, El zoo petrificado, un señor mayor que aparece y desaparece en el bosque donde se reúne con sus amigas es el detonante para descubrir una historia asombrosa oculta a ojos de todos.
En estos álbumes dibujados con un estilo de caricatura toon candorosa, y en los que destacan las bellas paletas de colores estacionales, hay una incursión en muchos campos temáticos. Por un lado, podríamos encuadrarlo dentro de la herstory o de la bildungsroman —o «novela de aprendizaje»—. La historia que cuenta cada álbum no es solamente un misterio detectivesco a desvelar, sino que también supone un relato personal e íntimo de la protagonista femenina tanto como un relato de las experiencias nuevas que le hacen aprender sobre el mundo y sobre sí misma. Aplicado al cómic infantil y juvenil, es muy interesante, porque desde el segundo álbum los autores exploran el comportamiento infantil y algunas pautas detectadas en niños y niñas como una posible hiperactividad o falta de empatía. Al representarlas en el libro, arrojan visibilidad sobre estas cuestiones a la vez que aportan realismo al desarrollo psicológico de los personajes. Igualmente podríamos encuadrar estos álbumes dentro de la corriente del cómic social, un emparentamiento que sucede en muchos cómics para el público infantil y juvenil. En Los diarios de Cereza hay un expreso amor por la cultura y la naturaleza, y también para los colectivos más olvidados, como es el caso de la gente mayor. En los dos primeros álbumes Cereza ayuda a dos personajes ancianos a conectar con su pasado, resolviendo los traumas de una vida e integrando a esas personas, previamente aisladas, en la sociedad. Por otra parte, el amplio elenco femenino impulsa los valores de sororidad entre las mujeres, tanto entre amigas coetáneas como con mujeres de distinto rango de edad.
Otro aspecto relevante es el diseño de la narrativa: mixta, principalmente visual —cómic—, complementada con la textual en tanto refuerza la voz narrativa típica de una herstory, llevada al campo infantil y juvenil. Este es el de las páginas del álbum que recrean las páginas del diario de la protagonista. En ellas, se cuentan las experiencias que se enseñan a través de las viñetas, desde la primera persona. La protagonista se presenta al lector, así como a la gente de su entorno o a la que va conociendo cuando investiga sobre sus casos. Los autores se inventan la caligrafía de Cereza y el estilo de dibujo con el que acompaña los textos —no podemos dejar de recordar que un mecanismo narrativo similar se empleaba en Lo que más me gusta son los monstruos de Emil Ferris, si bien en este caso, ya como cómic para adultos— así como «fotos» y otros elementos asociados a la intimidad y al registro de las experiencias cotidianas. Todo esto ayuda a crear profundidad en el desarrollo del personaje y de paso aporta transversalidad a la hora de hacer crecer su pequeño universo.
Los diarios de Cereza cierran su recorrido con cinco álbumes impecables. Sin embargo, sus andaduras, investigaciones y aprendizajes parecen no haber terminado, ya que una nueva serie de álbumes de spin off —Los diarios de Cereza y Valentín— han empezado a publicarse con nuevas historias de Cereza, esta vez en compañía de su hermano pequeño, Valentín.