La sangre extraña

Lo que tú tienes se llama obsesión

978849261525

No, no es amor / Lo que tú sientes se llama obsesión / Una ilusión que te hace hacer cosas / Así funciona el corazón. Lo cantaba el grupo Aventura en 2002 en su bachata Obsesión, en la que un muchacho trata de enamorar, mediante el acoso, a una chica comprometida con otro. La historia de la obsesión amorosa en la literatura se remonta al menos hasta la Odisea, pasa por El cuervo de Edgar Allan Poe y llega a la era contemporánea con El coleccionista de John Fowles, donde un hombre, claramente perturbado, secuestra a la mujer objeto de su deseo y la encierra en el sótano de su casa con la esperanza de ganarse su amor. Ese era también, a grandes rasgos y en parte, el argumento de Cárcel de amor, la primera novela gráfica de Sergi Puyol (Barcelona, 1980). Ocho años después, tras varios fanzines más que interesantes —Una blanda oscuridad (2014), El diamante (2015) y Mundo diamante (2017)—, parece que Puyol continúa obsesionado con la obsesión, tal y como demuestra La sangre extraña.

No es raro. La mayor parte de los grandes artistas —pintores, cineastas, literatos, autores de cómic… Elijan la disciplina que más les guste— vertebran su obra en torno a uno o unos pocos conceptos que espolean su creatividad. Es su preocupación, su trauma, su ideario, su tema, su obsesión. En La sangre extraña Sergi Puyol da un paso más allá y hace a su protagonista víctima de una fijación malsana prácticamente abstracta: no es el amor, ni la venganza, ni el deseo sexual, ni la política, ni la muerte. Ni siquiera los insectos, los sellos o la comida. La cosa es como sigue: Arnaldo es un joven bastante misántropo pero «normal» (en un momento del libro, una de sus pocas amistades le espeta: «¡Vuelves a ser tú! El Arnaldo de siempre… El enemigo de la madurez y el compromiso… Sin grandes preocupaciones, en eterna duda…») que un día presencia un acontecimiento curioso en una tienda: un hombre pronuncia una extraña frase y a continuación sufre un colapso nervioso. Arnaldo se obsesiona con la frase (que pertenece al cuento La sangre extraña de Shólojov) y a partir de ese momento pierde la cabeza, incapaz de pensar en otra cosa, y su capacidad de comunicarse con sus semejantes merma aún más, perdido en su propia obsesión.

Aunque el dibujo caricaturesco y expresivo de Puyol parecería en principio propicio para la comedia, las escenas que se plantean en el desarrollo del libro se acercan mucho más al drama inquietante y perturbador: un coche en una carretera de montaña remite al comienzo de El resplandor de Kubrick, las historias —imaginadas o no— dentro de otras historias recuerdan a La ciudad de cristal de Paul Auster, los paseos alienados por una ciudad llena de conciudadanos hostiles enlazan con muchas de las historias de Daniel Clowes —otro gran dibujante de la obsesión y la misantropía—, un autor con el que Puyol comparte ciertas similitudes gráficas, al menos en lo tocante a escenarios y paleta de color. La sangre extraña también recuerda formalmente a aquellos antiguos cómics de terror de la década de los 50, con sus omnipresentes textos de apoyo que en este caso narra en primera persona el protagonista, un protagonista con una mirada trastornada y, por lo tanto, no fiable, como sucedía en el David Boring de Clowes, y tanto en Ada o el ardor como en Lolita (aquí enlazamos de nuevo con Cárcel de amor), de Nabókov.

Pero ¿es realmente la historia que cuenta Puyol la historia de una obsesión malsana que desemboca en tragedia, un Taxi Driver, un callejón sin salida, una llamada de alerta? La respuesta está en el propio título (y en el cuento de Shólojov): «la sangre extraña», según el propio Puyol, es «esa sangre ajena, la del otro, que puede acabar siendo alguien tan próximo». Y así, la historia de una obsesión que podía haber resultado catastrófica sirve para que Arnaldo (recordemos, «enemigo de la madurez» y «sin grandes preocupaciones»), tenga conciencia de sus propios demonios: el origen de su misantropía nacía de la necesidad de diferenciarse de los demás, de la sangre extraña, hasta que descubre finalmente que la sangre extraña también está dentro de él.

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