Holms y Piorot. El caso de los cadáveres exquisitos

Folletín Brugueriano

Holms y piorot portada gigapixel art scale

Nada queda tan grabado en nuestras mentes como las primeras lecturas, así que, cuando posteriormente nos encontramos con obras que nos despiertan esos recuerdos de la infancia tan gratos, las recibimos con un poso de nostalgia que, a veces, nos puede llevar a sobrevalorarlas o infravalorarlas de manera injusta. Ese es el peligro al que se enfrentaba Jali (Pamplona, 1977) con El caso de los cadáveres exquisitos, la primera aventura de Holms y Piorot, puesto que se trata de una obra que, además de a los dos famosos detectives de Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, nos trae de vuelta las mismas sensaciones que teníamos al leer por primera vez el Sir Tim O’Theo de Raf, el Mortadelo y Filemón de Ibáñez o el Tintin de Hergé. Tres obras junto a muchas más de la escuela de Bruguera que se homenajean en esta obra. Sin embargo, el resultado es mucho más satisfactorio que el del mero homenaje, o la simple parodia de las historias de detectives, gracias a que a los mandos se encuentra uno de los autores más personales y talentosos que ha dado el cómic español en las últimas décadas.

A lo largo de su trayectoria, Jali, seudónimo artístico de José Ángel Labari Ilundain, se ha convertido en un autor de culto, un creador de mundos muy personales que devienen bocados gourmet para los paladares más delicados, que podemos degustar muy de vez en cuando. Desde la aparición de Billete de ida al espacio, su primera historia larga como autor completo, apareci- da en 1999, hemos podido visitar sus universos poéticos, surrealistas, oscuros y tiernos, tanto en sus primeros trabajos, como «Igor Mortis, El niño miope» o «A Berta le atormenta la tormenta», recopiladas en 2012 por Astiberri dentro del cómic No despertéis al ser que duerme, como en sus trabajos más maduros como Pl*xi*gls, El último gran viaje de Olivier Duveau o Malaria. Una trayectoria muy sólida en la que Holms y Piorot supone un aparen- te cambio de sentido en el que el humor y la aventura tienen una presencia más directa, pero del todo coherente porque todas las características de sus trabajos previos siguen presentes.

La obra nos traslada a las calles de Londres, donde un policía descubre el cadáver de un hombre en el banco de un parque en su ronda habitual. Algo que aparentemente no debería suponer ningún problema para los miembros de Scotland Yard de no ser porque el cadáver se encuentra partido en tres trozos, lo que logra despertar el interés de los dos afamados detectives.

La trama de los asesinatos funciona como argamasa de la historia y sirve como detonante para que los dos trasuntos de los detectives se unan para resolver el misterio, pero la gracia del tebeo no reside en el caso, sino en la convivencia entre ambos y los choques provocados por sus personalidades, que están caricaturizadas con mucha gracia a partir de las de los personajes originales. Jali juega muy bien con los marcados contras- tes que se producen entre ambos en todos los sentidos, incluido el aspecto físico, que recuerda bastante a los primeros diseños de Ibáñez para Mortadelo y Filemón, aunque con el estilo característico del navarro. Los personajes chocan en su enfoque para resolver los casos, puesto que Holms tiene un método totalmente basado en las evidencias físicas y el minucioso análisis de las pruebas, que contrasta con el de Piorot, más intuitivo y que prioriza desentrañar los motivos psicológicos detrás de cada crimen. Lo mismo sucede con sus personalidades y caracteres; así, donde Holms es caos y flema inglesa, Piorot es excentricidad y obsesión por el orden y la simetría. Una curiosa mezcla que nos regala momentos de lo más divertidos, que nos dejan con ganas de conocer nuevas aventuras de los personajes.

El caso de los cadáveres exquisitos es un tebeo trepidante que no da un respiro al lector, ya que en sus páginas se entremezclan con exquisito equilibro el misterio, la acción y el humor de todo tipo, desde el puramente físico hasta uno algo más negro en la tradición de Raf. Aunque el misterio de la obra no acaba siendo especial- mente relevante ni complejo, ni tampoco lo busca, sí que permite a Jali introducir un delicioso e irónico giro que pone un perfecto broche final.

Si en la parte argumental de la obra se pueden ras- trear las lecturas de Jali, en la gráfica sucede algo similar, aunque con algunas influencias de otros medios, como los primeros cortos de Mickey Mouse de los años treinta, a los que recuerda es- téticamente por tener los fondos a lápiz con gris y con tramas, y con los personajes entintados en blanco. La coreografía de las escenas de acción parece extraída de las películas de cine mudo de los policías de la Keystone, sobre todo la escena de la persecución por el Támesis.

Holms y Piorot es una obra con todo el encanto de los folletines de detectives y la gracia de los tebeos de Bruguera, una mezcla que Jali consigue hacer novedosa y refrescante gracias a su pericia y talento. Ojalá sirva para que podamos disfrutar de sus trabajos con más regularidad.

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