Tanto Esto no está bien como Te has pasado (título de uno de los minicómics contenidos en la caja contenedora que actúa como primera edición de la obra) funcionan como una declaración de intenciones, como la reacción más probable ante la lectura de los mismos y como una reseña con entidad propia que convierte en innecesaria cualquier otra. Incluida esta. Largo y tendido se ha hablado, se habla y se hablará de los límites del humor, de la psicología de la ofensa, de la corrección política y de lo apropiado e inapropiado de golpear hacia arriba o hacia abajo cuando se construye un discurso humorístico. Irene Márquez forma parte de esa raza de humoristas gráficas que desconcierta golpeando en todas las direcciones, la suya propia inclusive, practicando algo que podríamos considerar como «humor negro universal»: los objetivos de sus gags son tan variados, las ofensas tan extremas y las situaciones tan grotescas e hiperbólicas que sus tiras cómicas no se limitan a coquetear con los límites del humor, poniendo a prueba su flexibilidad, sino que los dinamita por completo. La única manera de estar a salvo consiste en adentrarse en la lectura teniendo claro que este tipo de humor no es un ataque personal, sino un ataque a escala planetaria.
Esto no está bien es el equivalente adulto y secuencial a una caja de latón en la que un crío guarda un par de chucherías, un puñado de pe- tardos, una bomba fétida y un calendario por- no de un taller mecánico de hace treinta años. Es una mezcla creativa (en fondo y forma) que representa el zeitgeist desde lo grotesco. Que retrata lo popular y lo cotidiano desde el prisma de las parafilias, lo escatológico, lo secreto y lo inapropiado. Es el rechazo a la belleza normativa y la veneración por lo feísta; por los (figurados) accidentes de tráfico de la interacción humana que no deberíamos mirar pero que no podemos evitar mirar. La dualidad Eros/Tánatos elevada a los altares de lo cañí y de una modernidad que se disfraza de tecnología para ocultar su ranciedad y el hecho de que, aunque nos ocultemos detrás de redes wifi y pantallas LCD, seguimos siendo poco más que cachos de carne.
Esto no está bien es el eterno cocido español. Es un rechazo cruel hacia lo adorable y la conversión de la escena tierna y lacrimógena en algo tan asqueroso como desternillante. Los personajes de Irene Márquez son amorales, sorben vómito, repudian a sus bebés (entre los cuales hay una elevada tasa de mortalidad), realizan actos macabros que los lectores nunca podríamos explicar en voz alta sin sentir reparos o son directamente nazis literales. Representaciones extremas de una multitud de tipos de persona que vemos a diario en redes sociales, en la televisión o nos cruzamos en el ascensor mostrando actitudes o llevando a cabo actos que abarcan todo el espectro desde «asqueroso» hasta «horripilante». Y que no nos dejan huir de la sospecha de que, en cierta medida, lo terrible, cuando ficticio, puede ser muy atractivo.
Recopilatorio de tiras cómicas e historias cortas de actualidad
y vida cotidiana en clave de humor (muy, muy) negro
Autsaider Cómics ha llevado una vez más el arte de la edición a un terreno nuevo, tan lúdico como lo es el contenido de la propia obra.
Una primera edición en forma de una auténtica caja de Pandora que desata la risa incómoda e inapropiada una vez que es abierta: un set de postales que atentan contra la maternidad; un cómic/póster que recuerda que la monería y la violencia pueden ser extremos que se tocan; una oda al cocido en forma de cómic desplegable, un cuaderno grapado con una selección del mejor material de Márquez para El Jueves; un librito en formato rústica con historias cortas inclasificables, y un álbum en rústica y formato apaisado de tira cómica tradicional que quizá sea el material más representativo, las mejores perlas de una autora con una gran proyección y un nulo interés en agradar al sector más respetable del público. Probablemente el artefacto más arriesgado, diferente e interesante del año desde un punto de vista físico, con un contenido que se adentra varias zancadas en un terreno en el que pocos exploradores del humor se atreven a entrar. Y lo hace pisando varios bebés por el camino.