Cuando los autores franceses Philippe Dupuy (Sainte-Adresse, 1960) y Charles Berberian (Badgad, 1959) publicaron el primer álbum de Mounsier Jean (El amor y la portera) en 1991 en la editorial Les Humanoïdes Associés, el cómic costumbrista no estaba muy de moda en la bande dessiné francesa. El año antes, justamente, se acababa de fundar la editorial/estudio L’Association, fundada por Jean-Christophe Menu, Lewis Trondheim, David B, Stanislas, Mattt Konture, Patrice Killoffer y Mokeït, a los que se unirían más tarde artistas como Émile Bravo, Christophe Blain, Joann Sfar, Edmon Baudoin o Marjane Satrapi, autores que comenzaron a hacer cómics independientes innovadores en el mercado francés y que llegaron a conocer el éxito con obras tan personales como Persépolis, de Satrapi o la extensa saga fantástica de La Mazmorra, de Trondheim y Sfar.
Aunque los cómics de El Señor Jean se publicaran en editoriales como Humanoïdes o Dupuis, el espíritu costumbrista de su personaje fetiche siempre estuvo más cerca del espíritu independiente de L’Association que de las obras que editaban esas editoriales. Han colaborado en varias ocasiones con ellos: el mismo año de El amor y la portera recopilaban diversas historias humorísticas cortas en Les héros ne meurent jamais, y en 1994 publicaban Diario de un álbum, una obra autobiográfica que da muchas pistas sobre el arte de creación de su cómic más conocido y que sirve de perfecto contrapunto a la lectura de las aventuras del Señor Jean.
Cuando Dupuy y Berberian comenzaron a narrar las desventuras románticas tragicómicas de este parisino escritor treintañero a principios de los noventa, ya habían publicado juntos siete álbumes (los tres primeros de Los diarios de Henriette, por ejemplo) y nadie sabía muy bien dónde comenzaba el trazo de uno y acababan las tintas del otro. Aunque hayan tenido experiencias vitales muy diversas, Dupuy es un normando de los pies a la cabeza y Berberian es medio griego medio americano criado en el Líbano; son como un extraterrestre de dos cabezas y cuatro brazos que no para de producir álbumes imprescindibles con un estilo completamente mimetizado. Por esa razón siempre firman sus tebeos como Dupuy-Berberian, que se parece más a un apellido compuesto que a dos personas diferentes.
Por primera vez podemos ver publicado íntegramente los siete álbumes a color que se publicaron entre 1991 y 2005, más el álbum a dos colores (negro y azul) La teoría de los solteros, más libre y cercano al espíritu de L’Association, pero menos interesante que títulos tan divertidos como Las mujeres y los niños primero, Vivimos felices sin aire o Inventario antes de las obras. Cosa única en España, por cierto, porque, al haber sido publicados en dos editoriales diferentes, solo existe un tomo integral en Francia que recopila los primeros cinco títulos. La edición de ECC contiene, además, una completa galería de ilustraciones, bocetos y páginas a lápiz que resumen perfectamente la evolución del dúo en trece años. Aunque con el tiempo Dupuy y Berberian han conseguido tener un estilo propio cercano a la línea clara más cartoonesca, en sus primeros trabajos se cuelan las influencias del trazo lírico de Jacques de Loustal, el espíritu burlesco de Hergé o esos infantes que parecen sacados de El pequeño Nicolás, de Jean-Jacques Sempé. Aunque el primer cómic comenzó siendo una especie de diario de desventuras amorosas de un treintañero intelectual en la estimulante París, pronto los dos autores comenzaron a incluir sus propias experiencias vitales con la familia o la pareja, haciendo madurar al escritor Jean a lo largo de ocho álbumes. No solo a él, también a sus amigos Félix, el típico cuñado de manual lleno de teorías absurdas y un poco vago que tiene que cuidar al hijo pequeño de su ex, Clément, el empresario de éxito bastante ligón, o la pareja joven de casados Jacques y Véronique con sus problemas conyugales. Al final de Las mujeres y los niños primero vuelve a la vida de este soltero empedernido un antiguo amor de juventud, Cathy, quien se convertirá en uno de los personajes más importantes en la vida de Jean.
Aunque Mounsier Jean comenzara radiografiando la vida amorosa de un bon vivant intelectual parisino, el drama cotidiano comenzó a hacerse visible mucho antes de la crisis mundial de 2008, con pasajes donde los protagonistas son vagabundos de la gran ciudad o el largo proceso en el paro de Félix, quien es asediado por los servicios sociales y teme perder a su hijastro Eugéne. Pero si en algo destaca El señor Jean es en esos momentos surrealistas donde la mente del escritor psicoanaliza mediante divertidísimos sueños las malas decisiones que el joven Jean toma cada día: un auténtico viaje al estómago del novelista. Dupuy y Berberian logran que estas ensoñaciones no lleguen a ser nunca pesadas y son una de las características más destacables de una serie que se convirtió en una de las famosas de la bande dessinée francesa de finales del siglo xx, que ganó el Alph’Art al mejor álbum en el Festival de Angulema de 1999 y que tuvo una desigual adaptación cinematográfica en 2007 bajo el título de Ce soir je dors chez toi.