Devastación

El año de la plaga

Devastación

Aunque llevaban tiempo amenazándonos en las noticias con el raro coronavirus que se descubrió en un mercado de Wuhan, China, muchos de nosotros vivimos despreocupados los dos primeros meses del año 2020 hasta que el Gobierno declaró el estado de alarma a mediados de marzo. De golpe nos encontramos encerrados en casa, consumiendo una pila de tebeos por leer y quemando pestañas con las suscripciones a las plataformas de streaming; también aplaudíamos a los sanitarios y odiábamos al DJ de barrio que ponía el «Resistiré» del Dúo Dinámico. Y eso que algunos no sabíamos ni deletrear la palabra teletrabajo. Un mes antes, la editorial de Barcelona Alpha Decay había estrenado su sello Alpha Cómics para publicar la primera novela gráfica de la autora estadounidense Julia Gfrörer (Concord, 1982) bajo el título de Devastación. Nunca un cómic fue tan profético y fatídico en aquellos primeros días del estado de alarma y de las ucis colapsadas.

Gfrörer puede ser considerada una de las artistas más prometedoras de Fantagraphics junto con autores como Benjamin Marra, Simon Hanselmann, Noah Van Sciver o Katie Skelly. Aunque sean autores con estilos muy diversos entre sí, Gfrörer está a años luz de ellos tanto estilística como literariamente. Con solo cuatro novelas gráficas en el mercado, Gfrörer tiene más en común con directores de cine como Robert Eggers (La bruja, El faro) que con sus compañeros artistas de Fantagraphics. Más cercana al fantástico sobrenatural que al slice of life de muchas novelas gráficas norteamericanas, la autora de apellido impronunciable ha tocado en sus cómics secos en blanco y negro temas como la brujería, la locura en alta mar con críptidos las casas encantadas o la peste negra en obras que viajan del siglo xvii al xix.

Aunque parezca que la actualidad no tiene nada que ver con Julia Gfrörer, nada más alejado de la realidad. Estas visitas a un pasado terrorífico, negro y folclórico son un espejo de muchos temas de gran calado psicológico moderno como la soledad, el papel de la mujer en la sociedad moderna o la búsqueda de la alegría. Muchas de estas cuestiones podemos encontrarlas en su tercera obra, publicada en 2017, Devastación. Como si se tratara de una versión indie de El séptimo sello, del director sueco Ingmar Bergman, Gfrörer nos cuenta cómo podría haber sido la vida de los supervivientes en una aldea arrasada por la peste en el siglo xvii o xviii, cuando los médicos de la peste negra, ataviados con sus máscaras con forma de picos de ave, rellenos de artículos aromáticos para combatir la pestilencia, iban de casa en casa sin poder hacer mucho por mitigar esta enfermedad maldita. La protagonista es Agnès, una joven que pierde a su hermana durante la pandemia y que siente que no debería tener la suerte o el privilegio de sobrevivir entre tanta devastación. A Agnès la acompaña Giles, un campesino mayor que ella, que sufre viendo cómo se va apagando su mujer enferma. Entre visitas a la fosa común y la iglesia del pueblo, una chispa de vida se encenderá entre estos dos personajes.

El cómic más devastador del año más fatídico de nuestras vidas

Gfrörer tiene tendencia al género, como ya demostró en su debut sobre brujería y demonología Flesh & Bone (2010). En Devastación, Agnès es bendecida por dos de los jinetes del apocalipsis, Muerte y Pestilencia, cuando su madre se niega a que su hija recién nacida perezca en manos de la enfermedad en un delirio febril. Agnès fue rescatada de la misma tumba cuando era un bebé, desenterrada cuando todo el mundo la daba por muerta. Con este pequeño giro fantástico, Gfrörer trata a la protagonista como una superviviente maldita, cuyo mayor anhelo es perderse en la negrura de la muerte junto a toda la gente que quiere.

¿Tenemos derecho a la felicidad cuando el mundo se desmorona a nuestro alrededor? ¿Queremos una segunda oportunidad? ¿Merecemos sobrevivir a la plaga? Algunas de estas preguntas planean sobre un relato frío y distante, planteado en pocas viñetas por página, con planos repetidos que nos hacen sentir la pesadumbre de una existencia dolorosa a la que se le niega cualquier atisbo de alegría. La elección de cuatro viñetas por página en blanco y negro nos puede recordar a la que Charles Burns utilizaba en obras como Ed, el payaso feliz o María lloró sobre los pies de Jesús, pero el efecto buscado por la autora está más cerca de la vanguardia cinematográfica de autores como Béla Tarr (El caballo de Turín) o Alekséi Guerman (Qué difícil es ser un dios), tan deudores de Carl Theodor Dreyer (La pasión de Juana de Arco) o Andréi Tarkovski (Andréi Rubleov).

Esta composición tan rígida, tan meditada, impone al relato un genoma fatídico e inamovible desarrollado entre viñetas muy detallistas de esa cruda época postmedieval de los últimos coleta- zos de la peste en Europa y primeros planos de sus protagonistas. Gfrörer engloba la crueldad de la enfermedad (la fosa común, los campos de labranza maltrechos) en las viñetas más descriptivas, mientras que influye esperanza en los planos más cerrados y centrados en Agnès y Giles. Mientras la devastación corre libre en viñetas abiertas y ricas, la esperanza reside en primer plano, aprisionado, íntimo y, creemos, fútil. El espíritu de Devastación transcurre entre el clasicismo propio del cómic de época y un espíritu claramente underground y vanguardista en clara comunicación con la escuela canadiense de Drawn & Quarterly, elementos que crean una novela gráfica tan atípica como las obras cinematográficas antes comentadas o el extraño Louis Riel, de Chester Brown, otra obra histórica tan atípica como notable.

 

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